(1)
A.
Habiendo sido quebrantado el pacto de obras por el pecado y habiéndose vuelto
inútil para dar vida, agradó a Dios dar la promesa de Cristo, la simiente de la
mujer, como el medio para llamar a los escogidos, y engendrar en ellos la fe y
el arrepentimiento. En esta promesa, el evangelio, en su sustancia fue
revelado, y por lo tanto, es eficaz para llevar a los pecadores a la conversión
y salvación: Gn. 3:15 con Ef.2:12; Gá.
4:4; He 11:13; Lc. 2:25,38; 23:51; Ro. 4:13-16; Gá. 3:15-22.
(2)
A.
Esta promesa de Cristo, y la salvación por medio de él, es revelada solamente
por la Palabra de Dios: Hch. 4:12; Ro.
10:13-15.
B.
Ni las obras de la creación ni la providencia, con la luz de la naturaleza,
revelan a Cristo, o la gracia que es por medio de él, no en forma general ni
velada: Sal 19; Ro. 1:18-23.
C.
Igual como tampoco los hombres que no tengan una revelación de él por la
promesa del evangelio pueden obtener una fe salvadora o arrepentimiento: Ro. 2:12a; Mt. 28:18-20; Lc. 24:46,47 con
Hch. 17:29,30; Ro. 3:9-20.
(3)
A.
La revelación del evangelio a los pecadores, hecha en diversos tiempos y
distintos lugares, con el agregado de promesas y preceptos para la obediencia
que éste requiere de las naciones y personas a quienes es concedida, es sólo
por la voluntad soberana y el beneplácito de Dios: Mt. 11:20.
B.
No apropiándosela en virtud de promesa alguna, no obteniéndose por un buen uso
de las capacidades naturales de los hombres, ni en virtud de la luz común
recibida aparte de él, lo cual nadie hizo jamás ni puede hacer: Ro. 3:10-12; 8:7,8. Por lo tanto, en
todas las épocas, la predicación del evangelio ha sido concedida a personas y
naciones, en su extensión o restricción, con gran variedad, según el consejo de
la voluntad de Dios.
(4)
A.
Aunque el evangelio es el único medio externo para revelar a Cristo y la gracia
salvadora, y es, como tal, completamente suficiente para este fin: Ro. 1:16,17.
B.
Para que los hombres que están muertos en sus delitos puedan nacer de nuevo,
ser vivificados o regenerados, es además necesaria, en toda alma, una obra
eficaz e insuperable del Espíritu Santo, con el fin de producir en ellos una
nueva vida espiritual; sin ésta, ningún otro medio puede efectuar su conversión
a Dios: Jun. 6:44; 1 Co. 1:22-24; 2:14;
2 Co. 4:4, 6.
¿CUÁL ES EL MENSAJE DEL EVANGELIO?
¿CÓMO LLEGA A SER EFICAZ?
EXPLICACIÓN Y
BASES BÍBLICAS
Cuando Pablo habla acerca de la manera en que Dios trae la salvación a
nuestra vida, dice: «A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó,
también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó» (Ro 8:
30). Aquí Pablo nos indica un orden definido en el cual nos vienen las
bendiciones de la salvación.
Aunque hace mucho tiempo, antes de la creación del mundo, Dios nos
«predestinó» para ser sus hijos y para ser transformados conforme a la imagen
de su Hijo, Pablo señala el hecho que en el momento de la realización de su
propósito en nuestra vida Dios nos «llamó» (aquí en este contexto, es Dios el
Padre el que está claramente a la vista).
Luego Pablo inmediatamente menciona la justificación y la glorificación,
mostrando que estas vienen después del llamamiento. Pablo nos dice que hay un
orden definido en el propósito salvador de Dios (aunque no se menciona aquí
cada aspecto de nuestra salvación). De modo que empezaremos nuestro estudio de
las diferentes partes de nuestra experiencia de la salvación con el tema del
llamamiento.
Cuando Pablo dice: «A los que predestinó, también los llamó; a los que
llamó, también los justificó» (Ro 8:30), está indicando que ese llamamiento es
un acto de Dios. Es específicamente un acto de Dios el Padre, porque él es el
que predestina a las personas para «ser transformados según la imagen de su
Hijo» (Ro 8: 29).
Otros versículos describen de forma más completa lo que es este
llamamiento. Cuando Dios llama a las personas en esta forma poderosa, las llama
«de las tinieblas a luz admirable» (1ª P 2: 9); los llama a «tener comunión con
su Hijo Jesucristo» (1ª Co 1:9; Hch 2: 39) y a «su reino y a su gloria» (1ª Ts
2: 12; 1ª P 5:10; 2ª P 1: 3).
Las personas que Dios ha llamado son «llamados a ser de Jesucristo» (Ro
1:6, RVR 1960). Han sido «llamados a ser santos» (Ro 1:7; 1ª Co 1:2), y han
entrado en un reino de paz (1ª Co 7: 15; Col 3: 15), libertad (Gá 5:13),
esperanza (Ef. 1:18; 4:4), santidad (1ª Ts 4: 7), sufrimiento paciente (1ª P 2:
20-21; 3: 9), y vida eterna (1ª T. 6: 12).
Estos versículos indican que este no es un simple llamamiento humano
desprovisto de poder. Este llamamiento es más bien una especie de
«convocatoria» de parte del Rey del universo y tiene tanto poder que puede
obtener la respuesta que está pidiendo en el corazón de las personas. Es un
acto de Dios que garantiza una respuesta, porque Pablo especifica en Romanos
8:30 que los que fueron «llamados» fueron también «justificados».
Este llamamiento tiene la capacidad de sacarnos del reino de las
tinieblas y llevamos al reino de Dios de forma que podamos estar unidos en
completa comunión con él: «Fiel es Dios, quien los ha llamado a tener comunión
con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor» (1 Ca 1:9).
Nos referimos con frecuencia a este acto poderoso de Dios como
llamamiento eficaz, para distinguirlo de la invitación general del evangelio
que es para todas las personas y que algunas personas rechazan. Con esto no
queremos decir que la proclamación humana del evangelio no participa. De hecho,
el llamamiento eficaz de Dios viene por medio de la predicación humana del
evangelio, porque Pablo dice: «Para esto Dios los llamó por nuestro evangelio,
a fin de que tengan parte en la gloria de nuestro Señor Jesucristo» (2ª Ts 2:
14).
Por supuesto, hay muchos que oyen el llamamiento general del mensaje del
evangelio y no responden. Pero en muchos casos el llamamiento del evangelio se
hace tan eficazmente mediante la obra del Espíritu Santo en el corazón de las
personas que estas responden, y podemos decir que han recibido un «llamamiento
eficaz»:
Podemos definir el llamamiento eficaz de la siguiente manera: El
llamamiento eficaz es un acto de Dios el Padre, por medio de la proclamación
humana del evangelio, en el que convoca a las personas a que acudan a él de
manera tal que responden en fe salvadora.
Es importante que no demos la impresión de que las personas serán salvas
por el poder de este llamamiento aparte de una respuesta voluntaria de ellas al
evangelio sobre la fe personal y el arrepentimiento que son necesarios para la
conversión). Aunque es cierto que el llamamiento eficaz despierta y genera una
respuesta en nosotros, debemos insistir siempre en que esta respuesta tiene que
ser una respuesta voluntaria, espontánea, en la que la persona individualmente
pone su confianza en Cristo.
Por eso es tan importante la oración para una evangelización eficaz. A
menos que Dios obre en el corazón de las personas para hacer eficaz la
proclamación del evangelio, no habrá una respuesta salvadora genuina. Jesús
dijo: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo
resucitaré en el día final» (Jn 6: 44).
Un ejemplo del llamamiento del evangelio eficaz lo vemos en la primera
visita de Pablo a Filipos. Mientras Lidia escuchaba el mensaje del evangelio
«el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo» (Hch
16: 14).
A diferencia del llamamiento eficaz, que es por completo un acto de
Dios, podemos hablar en general del llamamiento del evangelio el cual viene por
medio de la comunicación humana. Este llamamiento del evangelio se ofrece a
todas las personas, incluso a aquellos que no lo aceptan. A veces nos referimos
a este llamamiento del evangelio como el llamamiento externo o el llamamiento
general. Por el contrario, el llamamiento eficaz de Dios que es el que en
realidad genera una respuesta espontánea en la persona que lo oye se le llama a
veces llamamiento interno.
El llamamiento del evangelio es general y externo y con frecuencia lo
rechazan, mientras que el llamamiento eficaz es particular, interno y siempre
es eficaz. Sin embargo, esto no disminuye la importancia del llamamiento del
evangelio, porque es el medio que Dios ha establecido a través del cual vendrá
el llamamiento eficaz. Sin el llamamiento del evangelio, nadie podría responder
y ser salvo.
«¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en
aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?» (Ro
10:14). Por tanto, es importante que entendamos exactamente lo que es el
llamamiento del evangelio.
LOS ELEMENTOS DEL LLAMAMIENTO DEL EVANGELIO
En la predicación humana del evangelio deben aparecer tres elementos
importantes:
UNA EXPLICACIÓN DE LOS HECHOS CONCERNIENTES A LA SALVACIÓN.
Todo el que acude a Cristo para obtener salvación debe tener al menos un
entendimiento básico de quién es Cristo y de cómo satisface nuestras
necesidades de Salvación. Por tanto, una explicación de los hechos
concernientes a la salvación debe incluir al menos lo siguiente:
1. Todas
los seres humanos son pecadores (Ro 3: 23).
2. La
paga por el pecado es la muerte (Ro 6: 23).
3.
Jesucristo murió para pagar el castigo por nuestros pecados (Ro 5: 8)
Pero entender estos hechos e incluso estar de acuerdo en que son ciertos
no es suficiente para que la persona sea salva. Debe haber una invitación para
una respuesta de parte del individuo a fin de que se arrepienta de sus pecados
y confié personalmente en Cristo.
UNA INVITACIÓN PARA RESPONDER A CRISTO DE FORMA PERSONAL EN
ARREPENTIMIENTO Y FE.
Cuando el Nuevo Testamento habla de personas que alcanzan la salvación
lo hace en términos de una respuesta personal a una invitación de Cristo mismo.
Esta invitación está bellamente expresada, por ejemplo, en las palabras
de Jesús:
Vengan A Mí Todos Ustedes Que Están Cansados Y Agobiados, Y Yo Les Daré
Descanso. Carguen Con Mi Yugo Y Aprendan De Mí, Pues Yo Soy Apacible Y Humilde
De Corazón, Y Encontrarán Descanso Para Su Alma. Porque Mi Yugo Es Suave Y Mi
Carga Es Liviana (Mt 11: 28-30).
Es importante dejar bien en claro que estas no son solo palabras
pronunciadas hace mucho tiempo por un líder religioso del pasado. Se debe
animar a cada oyente que no es cristiano que escucha estas palabras a tomar
esas palabras como palabras de Cristo Jesús que él está pronunciando en ese
mismo momento, y que lo está haciendo individualmente. Cristo Jesús es un
Salvador que está ahora vivo en el cielo, y cada persona que no es cristiana
debiera pensar que Jesús le está hablando, y diciéndole: «Vengan a mí todos
ustedes y yo les daré descanso» (Mt 11:
28).
Esta es una invitación personal genuina que busca una respuesta personal
de cada uno que la escucha.
Juan también habla acerca de la necesidad de una respuesta personal
cuando dice: «Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a
cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser
hijos de Dios»
(Jn 1: 11-12). A la enfatizada necesidad de «recibir» a Cristo, Juan
también apunta a la necesidad de una respuesta individual. A los que se
encuentran dentro de una iglesia tibia que no se dan cuenta de su ceguera
espiritual el Señor Jesús vuelve a extender su invitación que requiere una
respuesta personal: «Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y
abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo» (Ap 3: 20).
Por último, solo a cinco versículos de donde termina toda la Biblia, hay
otra invitación de parte del Espíritu Santo y de la iglesia a acudir a Cristo:
«El Espíritu y la novia dicen: "¡Ven!"; y el que escuche diga:
"¡Ven!" El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente
del agua de la vida» (Ap 22: 17).
¿Pero qué es lo que está involucrado en la respuesta de acudir a Cristo?
Aunque eso lo explicaremos de forma más completa en el capítulo 35, es
suficiente que notemos aquí que si nosotros vamos a Cristo y confiamos en él
para salvamos de nuestros pecados, no podemos seguir aferrándonos al pecado,
sino que debemos estar dispuestos a renunciar al pecado en sincero
arrepentimiento.
En algunos casos en las Escrituras se menciona juntos el arrepentimiento
y la fe cuando se están refiriendo a la conversión inicial de un individuo.
(Pablo dijo que él dedicaba su tiempo a «A judíos y a griego les he instando a
convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesucristo» Hch 20: 21). Pero en
otras ocasiones solo se habla de arrepentimiento de pecados y se da por
supuesta la fe salvadora como el factor acompañante (en su nombre se predicarán
el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones [Lc 24: 47; Hch
2: 37-38; 3: 19; 5: 31; 17: 30; Ro 2: 4; 2ª Co 7:10]).
Por tanto, toda proclamación genuina del evangelio debe incluir una
invitación a tomar la decisión consciente de renunciar a los pecados personales
y acudir a Cristo con fe en busca de perdón por los pecados. Si se descuida
cualquiera de ellas la necesidad de arrepentirse de los pecados o la necesidad
de confiar en Cristo en cuanto al perdón-, no hay una verdadera y completa
proclamación del evangelio.
¿Pero qué es lo que se les promete a los que acuden a Cristo? Este es el
tercer elemento del llamamiento del evangelio.
UNA PROMESA DE PERDÓN Y DE VIDA ETERNA.
Aunque las palabras de invitación personal que pronunció Cristo
contienen una promesa de descanso y de poder para llegar a ser hijos de Dios, y
de participación en el agua de la vida, es bueno hacer bien claro lo que Jesús
promete a los que acuden a él en arrepentimiento y fe.
Lo primero que encontramos prometido en el mensaje del evangelio es la
promesa de perdón de pecados y de vida eterna con Dios: «Porque tanto amó Dios
al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se
pierda, sino que tenga vida eterna» Gn 3: 16). Y en la predicación que Pedro
hace del evangelio, dice: «Por tanto, para que sean borrados sus pecados,
arrepiéntanse y vuélvanse a Dios» (Hch 3: 19; 2: 38).
Junto con la promesa del perdón y de la vida eterna está la seguridad de
que Cristo aceptará a todos los que acuden a él en arrepentimiento y fe
sinceras buscando salvación: «Al que a mí viene, no lo rechazo» Gn 6: 37).
LA IMPORTANCIA DEL LLAMAMIENTO DEL EVANGELIO
La doctrina del llamamiento del evangelio es importante porque si no
hubiera ese llamamiento del evangelio nadie podría ser salvo: «¿Y cómo creerán
en aquel de quien no han oído?» (Ro 10: 14).
El llamamiento del evangelio es importante también porque por medio de
él Dios se dirige a nosotros en la plenitud de nuestra humanidad. Él no nos
salva «automáticamente» sin buscar una respuesta de todo nuestro ser. Más bien,
dirige el llamamiento del evangelio a nuestro intelecto, nuestras emociones y
nuestra voluntad.
Habla a nuestro intelecto explicando los hechos de la salvación en su
Palabra.
Habla a nuestras emociones dirigiéndonos una sentida invitación personal
para que respondamos. Habla a nuestra voluntad pidiéndonos que oigamos su
invitación y respondamos voluntaria y espontáneamente en arrepentimiento y fe,
a que nos decidamos a volvemos de nuestros pecados y recibir a Cristo como
Salvador y descansar nuestros corazones en él para salvación.
GRACIA EFICAZ.
Dos
estudiantes universitarios asisten a un estudio bíblico. Uno dice, “Es
magnifico”; el otro dice, “Bobadas”. Dos personas extrañas escuchan un sermón
muy claro acerca de “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al
Padre si no por mi.” Uno cree, el otro no. Dos muchachos, de hechos mellizos
crecen en la misma casa, con la misma instrucción religiosa. Uno ama a Dios, y
el otro lo odia. Sus nombres son Jacob y Esaú.
¿Por
qué? ¿Por qué dos personas sometidas exactamente a las mismas circunstancias
reaccionan en formas opuestas? ¿Por qué una persona cree y la otra rechaza a
Cristo? Éste es el problema que examina este estudio.
La
respuesta bíblica es la gracia eficaz, es la única causa de estas reacciones
diferentes.
I. ¿QUÉ ES GRACIA EFICAZ?
A. GRACIA.
Gracia es un favor no merecido. De
que es un favor inmerecido y en contraste de lo que si nos merecemos seria la
muerte por el pecado, cuando entendemos esto valoramos y cobra precio lo que
Dios nos da en contra de lo que si merecemos. Un cierto estudiante
universitario está más ocupado en causar problemas que en su educación.
Perturba la conferencia de un distinguido profesor visitante, y con ello priva
al conferencista del derecho de hablar y a los estudiantes del derecho de
escuchar. Incluso da un puñetazo en la cara a un paralítico que insiste en ir a
la clase.
En
compañía de una pandilla quema la biblioteca de la universidad, corta las
mangueras de los bomberos, grita groserías a la policía e incluso mata a un
compañero, líder del grupo que se le opone. Este asesino es condenado en la
corte de justicia por todos estos crímenes y se le condena a muerte. Estando en
la cárcel, sigue hablando con odio y venganza contra todos los que elaboran en
pro de la paz, de orden y de la libertad. Pero el tribunal de apelación le
otorga el perdón e incluso hace que se le entreguen diez mil dólares al año
como pensión vitalicia. Esto es gracia: Favor inmerecido.
De
manera semejante, cada uno de nosotros ha cometido crímenes mucho más odiosos,
y éstos en contra de Dios, y merecemos un castigo mucho mayor. Dios hizo bien
al género humano. Pero nosotros, voluntaria y libremente, nos rebelamos en
contra de él. Nos ruega que nos apartemos del pecado y lo sirvamos a él, y le
respondemos ridiculizándolo. Está es nuestra naturaleza el odiar a Dios con un
sentimiento de venganza absoluta, y el odiar a todos los demás. Nuestra meta
única es ser siempre los primeros y pisotear a Dios. Merecemos el fuego eterno
del infierno.
En una
situación tan terrible como ésta, siendo todavía pecadores no arrepentidos,
Dios ama a algunos, envía a Jesús para que muera por ellos y luego envía al
espíritu Santo para que los haga aceptar el sacrificio que Cristo ha hecho por
ellos. Como culminación, manda que esos bastardos espirituales (He. 12.8) pasen
a ser hijos suyos y hereden riquezas incalculables. Esto El favor inmerecido.
Esto es gracia. (Y está a disposición de yodos los que quieran. Si alguien la
quiere, puede confiar en Cristo ahora mismo y aceptarla. Puede pedir a Cristo,
el dios hombre, que lo salve de los pecados.)
B. EFICAZ
EFICAZ significa que cuando Dios ha escogido a
algunos para que se salven y cuando envía a su Espíritu santo para que los
transforme de seres odiosos en seres amantes, nadie puede resistirle. Lo
irresistible. Logra lo que se propone hacer.
Pero
no entendamos mal la palabra eficaz o irresistible. A algunos les puede dar la
idea que significa que alguien tiene que hacer lo que no quiere hacer. De una
montaña elevada puede desprenderse una avalancha de nieve, con fuerza
irresistible, sepultando al habitante del pueblo que, obviamente, no quiere
morir. El comunista puede obligar al predicador a que abandone el púlpito y
ponerlo irresistiblemente en la cárcel. Cualquier adulto puede secuestrar a un
niño de tres años sin que éste pueda ofrecerle resistencia.
Algunos
conciben la gracia irresistible en este sentido. Se imaginan a Dios como
obligando a la gente a hacer lo que no quieren hacer, como arrastrándolos hasta
el cielo a pesar de su resistencia y pataleo por así decirlo en contra de su
voluntad. Ven a Dios como alguien que obliga, coacciona y violenta la voluntad
del hombre.
Pero
éste no es el significado de la palabra irresistible cuando se habla de la
gracia eficaz; y si produce malos entendidos, entonces habría que escoger otra
palabra. Por ejemplo Irresistible, efectiva, insuperable, o cierta. Lo que la
gracia irresistible significa es que Dios envía a su Espíritu santo para que
actúe en las vidas de la gente de manera que, en forma definitiva y cierta, son
cambiados de ser malos a ser buenos. Significa que el Espíritu santo logrará
sin lugar a dudas, sin peros, ni sin, que aquellos a quienes Dios ha escogido
desde la eternidad y por quienes Cristo ha muerto, crean en Jesús.
Pero
dios hace esto de una manera que siempre le agrada al hombre. Como dijimos
antes, el hombre es siempre libre. Hace exactamente lo que quiere hacer. Esto
no significa que tiene voluntad libre es decir, la capacidad para escoger el
bien y el mal por igual. No posee esta clase de libertad. Porque odia a Dios,
ama el pecado, y libre y voluntariamente peca sin ninguna obligación externa.
Jamás puede escoger el bien, a Dios y a Cristo, porque está sometido a la
esclavitud del diablo y a sus propios deseos pecaminosos. No posee libertad
real.
Por
naturaleza el hombre es como una persona a quien le agrada comer manzanas
podridas, llenas de gusanos, tomadas del basurero, o como quien le gusta
sentarse en el barro para comer tierra. Dios puede cambiar la naturaleza de esa
persona de manera que le guste el filete miñón y las alcachofas, en vez de la
tierra, y que ansíe comer un plato de fruta fresca, en lugar de una manzana
podrida.
De
manera semejante, Dios cambia el corazón del hombre de malo en bueno. Por
naturaleza, al hombre le gusta pecar y le agrada todo lo que producirá
infelicidad y castigo eterno. Mediante la gracia irresistible Dios no deja el
corazón sin cambiar y en esa forma arrastra al hombre al cielo en contra de su
voluntad. No, transformara radicalmente su índole, de manera que ahora este
hombre se duele verdaderamente del pecado y ama a dios. Ahora, con su corazón
cambiado, aborrece lo que antes solía hacer. Cristo es ahora para él lo más
excelso. El cristianismo se convierte en algo atrayente. En forma libre y
ansiosa busca a Dios.
21. LA LIBERTAD CRISTIANA Y LA LIBERTAD DE CONCIENCIA
(1)
A.
La libertad que Cristo ha comprado para los creyentes bajo el evangelio
consiste en su libertad de la culpa del pecado, de la ira condenatoria de Dios
y de la severidad y maldición de la ley: Jun. 3:36; Ro. 8:33; Gá. 3:13.
B.
y en ser librados de este presente siglo malo de la esclavitud a Satanás y del
dominio del pecado: Gá. 1:4; Ef. 2:1-3; Col. 1:13; Hch. 26:18; Ro. 6:14-18;
8:3.
C.
Del mal de las aflicciones, del temor y aguijón de la muerte, de la victoria
sobre el sepulcro y de la condenación eterna: Ro. 8:28; 1 Co. 15:54-57; 1 Ts.
1:10; He 2:14, 15.
D.
Y también consiste en su libre acceso a Dios, y en rendirle obediencia a él, no
por un temor servil, sino por un amor filial y una mente dispuesta. Ef. 2:18;
3:12; Ro. 8:15; 1 Jun. 4:18.
E.
Todo esto era sustancialmente aplicable también a los creyentes bajo la ley:
Jun. 8:32; Sal 19:7-9; 119:14, 24, 45, 47,48, 72,97; Ro. 4:5-11; Gá. 3:9; He
11:27, 33,34.
F.
Pero bajo el Nuevo Testamento la libertad de los cristianos se ensancha mucho
más porque están libres del yugo de la ley ceremonial a que estaba sujeta la
iglesia judía, y tienen ahora mayor confianza para acercarse al Trono de
gracia, y tienen una comunicación más plena con el Espíritu libre de Dios que
ordinariamente tenían los creyentes bajo la ley: Jun. 1:17; He 1:1,2a; 7:19,
22; 8:6; 9:23; 11:40; Gá. 2:11ss.4:1-3; Col. 2:16, 17; He 10:19-21; Jun. 7:38,
39.
(2)
A.
Sólo Dios es el Señor de la conciencia: Stg. 4:12; Ro. 14:4; Gá. 5:1.
B.
Y la ha hecho libre de las doctrinas y los mandamientos de los hombres que sean
en alguna manera contrarios a su Palabra o que no estén contenidos en ésta:
Hch. 4:19; 5:29; 1 Co. 7:23; Mt. 15:9.
C.
Así que, creer tales doctrinas u obedecer tales mandamientos por causa de la
conciencia es traicionar la verdadera libertad de conciencia: Col. 2:20, 22,
23; Gá. 1:10; 2:3-5; 5:1.
D.
Y exigir una fe implícita y una obediencia ciega y absoluta es destruir la
libertad de conciencia y también la razón: Ro. 10:17; 14:23; Hch. 17:11; Jun.
4:22; 1 Co. 3:5; 2 Co. 1:24.
(3)
A.
Los que bajo el pretexto de la libertad cristiana practican cualquier pecado o
abrigan cualquier concupiscencia, al pervertir así el propósito principal de la
gracia del evangelio para su propia destrucción: Ro. 6:1,2.
B.
En consecuencia, destruyen completamente el propósito de la libertad cristiana,
que consiste en que, siendo librados de las manos de todos nuestros enemigos,
sirvamos al Señor sin temor, en santidad y justicia delante de él, todos los
días de nuestra vida: Lc. 1:74,75; Ro. 14:9; Gá. 5:13; 2 P. 2:18,21.
EL PERFECCIONISMO
La doctrina del perfeccionismo sostiene que la santidad, o el amor perfecto,
producido por la gracia de Dios, puede ser alcanzada por todos los cristianos en esta vida y libera
a los creyentes del pecado voluntario. Esta doctrina surgió con las enseñanzas
de Juan Wesley y continuó con el movimiento pentecostal primitivo. El logro de
la perfección es considerado como la segunda obra de gracia que es obrada
instantáneamente en el corazón del creyente.
Una posición modificada sostiene que después de esta
segunda bendición el creyente es más y más victorioso sobre el "pecado
voluntario". Cualquier pecado que permanezca en esa persona será un pecado
accidental o un pecado cometido por ignorancia.
La dificultad que entraña este punto de vista es que
parte de dos errores primarios. Primero, reduce las demandas rigurosas de la
ley de Dios. Cualquier entendimiento real de la anchura y la profundidad de la
ley de Dios ya estaría excluyendo la doctrina perfeccionista. Segundo, tiene una
visión inflada sobre los logros espirituales propios. Para sostener esta
posición resulta necesario sobrestimar la justicia propia.
La gran mayoría de las iglesias evangélicas a lo largo de
toda la historia, y las Iglesias Reformadas en particular, encuentran esta
doctrina aborrecible. Incluso hasta el movimiento neo-pentecostal ya casi ha
abandonado esta doctrina. Martín Lutero enseñó que los seres humanos
regenerados son al mismo tiempo, justificados y pecadores. Los creyentes son
considerados justos a los ojos de Dios en virtud de la expiación y la justicia
de Cristo imputada a ellos.
Dios considera a los creyentes justos "en
Cristo". Dejados librados a sí mismos, sin consideración de la obra de
Cristo, los creyentes siguen siendo pecadores. Si bien el proceso de
santificación implica que el creyente se está convirtiendo cada vez más en
menos pecador, este proceso no se completa hasta la muerte, cuando el creyente
es glorificado.
La perfección es sin duda la meta de la vida cristiana.
Que no la alcancemos no debe ser una excusa para pecar. Como cristianos debemos
seguir adelante a la meta de nuestro llamamiento en Cristo.
RESUMEN
1. El perfeccionismo enseña que hay una segunda obra de
gracia en la que los creyentes experimentan la santidad o el amor perfecto en
esta vida.
2. El perfeccionismo modificado enseña que los cristianos
pueden vencer al pecado voluntario.
3. El perfeccionismo se basa sobre una baja estima de la
ley de Dios y un alta estima del desempeño de los seres humanos.
4. Dios nos justifica aunque somos todavía pecadores.
5. El proceso de santificación, que dura toda la vida,
comienza en el instante mismo de la justificación.
6. Los cristianos serán hechos perfectos en glorificación
solo después de la muerte.
LOS CONTRA LIBERTAD
CRISTANA
En inglés hay un pequeño poema que se constituye en el
canto temático del antinomianismo. Dice: "Libre de la ley, bendita
condición; pecar puedo todo lo que quiero, igual tengo la remisión".
El antinomianismo
significa literalmente "anti-legalismo". Niega y le otorga un
papel inferior a la importancia de la ley de Dios en la vida del creyente. Es
la contraparte de su herejía gemela, el legalismo.
Los anti-nomianos adquieren este fastidio por la ley de
diversas maneras. Algunos creen que ya no están obligados a guardar la ley
moral de Dios porque Jesús los ha librado de esta obligación.
Insisten en que la gracia no solamente nos libra de la
maldición de la ley de Dios sino que nos libra de cualquier obligación a
obedecer la ley de Dios. La gracia se convierte así en una licencia para
desobedecer.
Lo sorprendente es que estas personas sostienen este punto
de vista a pesar de la enseñanza vigorosa de Pablo contra ella.
Pablo, más que ningún otro escritor del Nuevo Testamento
subrayó las diferencias entre la ley y la gracia. Se glorió en el Nuevo Pacto.
Sin embargo, fue también el más explícito con respecto a su condena al
antinomianismo. En Romanos 3:31 escribe: "¿Luego por la fe invalidamos la
ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley".
Martín Lutero, al expresar la doctrina de la
justificación solo por la fe, fue acusado de antinomianismo.
Sin embargo, afirmó Junto con Santiago que "la fe sin obras es
muerta". Lutero discutió con su estudiante Juan Agrícola sobre este punto.
Agrícola negaba que la ley tuviera algún propósito en la vida del creyente.
Hasta negó que la ley sirviera para preparar al pecador para la gracia.
Lutero le respondió a Agrícola con su obra Contra el Antinomianismo en 1539.
Agrícola luego se retractó de sus enseñanzas antinominianas, pero el debate continuó.
Subsiguientes teólogos luteranos confirmaron el punto de
vista de Lutero sobre la ley. En la Fórmula
de la Concordia (1577), la última de las afirmaciones de fe luterana
clásicas, determinaron tres usos para la ley:
(1) El revelar el pecado;
(2) El establecer reglas de decencia general para la
sociedad en su conjunto; y:
(3) El proveer una regla de vida para quienes han sido
regenerados por la fe en Cristo.
El error principal del antinomianismo es el confundir la
justificación con la santificación. Somos justificados solo por la fe, sin
intervención de las obras. Sin embargo, todos los creyentes deben crecer en la
fe guardando los santos mandamientos de Dios, no para ganar el favor de Dios,
sino en gratitud por la gracia que les ha sido dada por la obra de Cristo.
Es un error grave el suponer que el Antiguo Testamento
fue un pacto de la ley y que el Nuevo Testamento es un pacto de la gracia. El
Antiguo Testamento es un testimonio monumental de la asombrosa gracia de Dios
hacia su pueblo. Del mismo modo, el Nuevo Testamento está literalmente repleto
de mandamientos.
No somos salvados por la ley, pero debemos mostrar nuestro
amor a Cristo obedeciendo sus mandamientos. "Si me amáis, guardad mis
mandamientos" (Juan 14:15) dijo Jesús.
Con frecuencia oímos esta afirmación: "El
cristianismo no es un montón de reglas, hay que hacer esto, esto y aquello y no
hay que hacer esto, esto y aquello". Hay algo de verdad en esta
conclusión, ya que el cristianismo es mucho más que una mera recolección de
reglas. Es una relación personal con Cristo mismo.
Sin embargo, el cristianismo también no es nada menos que
reglas. El Nuevo Testamento incluye varias cosas que hay que hacer y otras que
no hay que hacer. El cristianismo no es una religión que sanciona la idea que
cualquiera tiene el derecho a hacer lo que le parezca bien. Por el contrario,
el cristianismo nunca le da a nadie el "derecho" a hacer lo que está
mal.
RESUMEN
1. El antinomianismo es la herejía que dice que los
cristianos no tienen ninguna obligación de obedecer las leyes de Dios.
2. La ley nos revela el pecado, es un fundamento para la
decencia en la sociedad, y es una guía para la vida cristiana.
3. El antinomianismo confunde la justificación con la
santificación.
4. La ley y la gracia se encuentran tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento.
5. Aunque el obedecer la ley de Dios no es una causa
meritoria para nuestra justificación, se espera que una persona justificada
busque ardientemente obedecer los mandamientos de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 14:15, Romanos 3:27-31, Romanos 6:1-2, 1 Juan 2:3-6,
1 Juan 5: 1-3.
LOS CONTRA LA CONCIENCIA
El legalismo es la herejía opuesta del antinomianismo.
Mientras que el antinomianismo niega la importancia de la ley, el legalismo
exalta la ley por encima de la gracia. Los legalistas en los días de Jesús eran
los fariseos, y Jesús se reservó su crítica más severa para ellos. La
distorsión fundamental del legalismo es la creencia en que una persona puede
ganarse su lugar en el reino de los cielos.
Los fariseos creían que debido a su posición como hijos
de Abraham, y a su cumplimiento estricto de la ley, eran hijos de Dios. En
realidad, esto constituía una negación del evangelio.
Un artículo corolario del legalismo es el adherirse a la
letra de la ley y no al espíritu de la ley. Para que los fariseos pudiesen
creer que podían cumplir la ley, primero tenían que reducirla a su
interpretación más estrecha y grosera. El relato del joven rico es una
ilustración de este punto. El joven rico le preguntó a Jesús cómo podía hacer
para heredar la vida eterna. Jesús le dijo que debía "guardar los
mandamientos". El joven rico creía que los había guardado todos. Pero
entonces Jesús le reveló cuál era el "dios" que había servido antes
de servir al verdadero Dios su "dios" eran sus riquezas. "Anda,
vende lo que tienes, y dala a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo"
(Mateo 19:21). El joven rico se fue, entristecido.
Los fariseos eran culpables de otra forma de legalismo.
Le habían agregado sus propias leyes a la ley de Dios. Sus
"tradiciones" habían sido elevadas al mismo nivel que la ley de Dios.
Le habían robado a la gente su libertad y la habían encadenado, allí donde Dios
las había liberado. Este tipo de legalismo no acabó con los fariseos. También
ha plagado a la iglesia durante todas sus generaciones.
El legalismo suele surgir como reacción desmedida al
antinomianismo. Para asegurarnos de no deslizarnos en la laxitud moral del
antinomianismo, tendemos a hacer reglas más estrictas que las que Dios mismo
nos ha impuesto. Cuando esto tiene lugar, el legalismo introduce una tiranía
sobre el pueblo de Dios.
De la misma manera, las diversas formas de antinomianismo
suelen surgir como reacción desmedida al legalismo. Su grito de batalla suele
ser el de la libertad de toda opresión. Es la búsqueda por la libertad moral
que se ha desbocado. Los cristianos, cuando defiendan su libertad, deberán
cuidarse de no confundir la libertad con el libertinaje.
Otra forma de legalismo es el hacer hincapié sobre lo
menos importante. Jesús reprendió a los fariseos por haber descuidado los
asuntos más importantes de la ley mientras que escrupulosamente obedecían los
asuntos menos importantes (Mateo 23:23-24).
Esta tendencia continúa siendo una amenaza constante para
la iglesia. Tenemos la tendencia a exaltar a un nivel supremo de piedad
cualquier virtud que tengamos y restarle importancia a cualquiera de nuestros
vicios. Por ejemplo, puedo considerar que es de mucha espiritualidad el no
bailar, mientras que considero mi lascivia un asunto menor.
El único antídoto para el legalismo y el antinomianismo
es el estudio diligente de la Palabra de Dios. Solo entonces podremos
instruirnos adecuadamente sobre lo que le agrada y lo que le desagrada a Dios.
Así podemos ser libres de muchas falacias erróneas para el creyente.
RESUMEN
1. El legalismo distorsiona la ley de Dios en dirección
opuesta al antinomianismo.
2. El legalismo eleva las tradiciones
humanas al mismo nivel que la ley divina.
3. El legalismo compromete al pueblo de Dios allí donde
Dios le ha dado libertad.
4. El legalismo le da valor a lo menos importante, y le
resta valor a lo más importante.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 15:1-20, Mateo 23:22-29, Hechos 15:1-29, Romanos
3:19-26, Gálatas 3:10-14.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 5:8, 1 Corintios 15:42-57, 2 Corintios 7:1,
Filipenses 3:7-14, 1 Juan 1:5-10.