CONTENIDO.
Introducción
Historia de los principios
hermenéuticos entre los judíos, Historia de los principios hermenéuticos en la
Iglesia cristiana, El objeto de la Hermenéutica Sacra es proporcionar un
concepto adecuado de la Biblia, La interpretación gramatical, La interpretación
histórica, La interpretación teológica
PREFACIO
Gran parte de la confusión
que existe en la actualidad en el ámbito religioso en cuanto al uso de principios
bíblicos, nace de interpretaciones retorcidas y equivocadas de la Palabra de
Dios. Esto sucede incluso en círculos que creen firmemente en la infalibilidad
de la Santa Escritura.
Creemos firmemente que si
se llega a adoptar y usar sólidos principios de interpretación al estudiar la
Biblia, se verán resultados sorprendentes. Creemos que éste es uno de los
medios que «el Espíritu de verdad» se complace en utilizar para dirigir a su
pueblo «a toda la verdad». Con esto en mente, deseamos ofrecer esta obra para
que sirva de guía al estudio personal de la Escritura, y en particular, para
que sea utilizada en seminarios e institutos bíblicos. Cuanto más pronto en el
aprendizaje inicial del estudiante de la Biblia se le enseñe a usar
procedimientos válidos para la interpretación bíblica, más se podrán producir
fieles obreros del reino que entreguen sus vidas para el servicio y expansión
del reino de Dios.
LECCIÓN 1
INTRODUCCIÓN
La palabra hermenéutica, proviene del griego-hermēneutike , que a su vez
se deriva del verbo hermēneuō. Platón fue el primero en emplear la palabra hermenéutica como
término técnico.
Propiamente hablando, la
hermenéutica es el arte de interpretar (tohermēneuein), pero hoy se
usa el término para referirse a la teoría de este arte. Definición: la
hermenéutica es la ciencia que nos enseña los principios, métodos y reglas de
interpretación.
Debemos distinguir entre la
hermenéutica general y la especial. La primera se refiere a la interpretación
de toda clase de escritos; la última a cierta clase definida de producciones
literarias, como leyes, historia, profecía o poesía. La Hermenéutica Sacra posee un carácter muy especial, porque tiene
que ver con el libro sin igual en el mundo de la literatura, a saber, con la
Biblia, la palabra inspirada de Dios. Solamente cuando estemos de acuerdo con
el principio de la inspiración divina de la Biblia, podremos mantener el
carácter teológico de la Hermenéutica Sacra.
Por lo general, se estudia
la hermenéutica con el fin de interpretar las producciones literarias del pasado.
Su tarea especial consiste en señalarnos la manera en que podemos superar la
distancia que hay entre un autor y sus lectores. Nos enseña que esto sólo se
logra adecuadamente si alcanzamos remontarnos al tiempo y al espíritu del
autor. En el estudio de la Biblia no es suficiente que comprendamos a los
autores secundarios (Moisés, Isaías, Pablo, Juan, etc.), sino que también
debemos aprender a conocer la mente del Espíritu.
La necesidad de estudiar
hermenéutica se desprende de varias consideraciones:
(1) El pecado ha oscurecido el entendimiento del ser humano y ejerce
una perniciosa influencia en su vida mental. Por lo tanto, es necesario hacer
esfuerzos especiales para preservarle del error.
(2) Los seres humanos se diferencian uno de otro en muchas cosas, lo
cual causa divergencias mentales. Por ejemplo, difieren en:
(A) Capacidad intelectual, gusto estético y cualidades morales, dando
como resultado una falta de afinidad espiritual;
(B) Sus logros intelectuales, ya que algunos han recibido mejor
educación que otros;
(C) Cuestiones de nacionalidad, lo cual produce la diferencia
correspondiente de idioma, forma de pensar, costumbres y principios morales;
Por consiguiente, es muy importante que los futuros
ministros del Evangelio estudien hermenéutica por las siguientes razones:
(1) Sólo el estudio inteligente de la Biblia les proveerá del
material que necesitan para construir su teología.
(2) Cada sermón que se predica debe apoyarse sobre un sólido
fundamento exegético. En estos tiempos, esto es lo que más debe desearse.
(3) En ocasiones donde se instruye a los jóvenes de la Iglesia y
cuando se realizan visitas a los hogares de las familias, a menudo se requiere
que el pastor explique improvisadamente pasajes de la Escritura. En tales
ocasiones, les será de gran ayuda tener un conocimiento razonable de las reglas
de interpretación bíblica.
(4) Será parte de su deber el defender la verdad contra los ataques
de la alta crítica, pero para hacerlo de modo efectivo, deben saber manejarla.
Según la clasificación que
se le adscribe al conjunto de todas las ciencias teológicas (la enciclopedia
teológica), la hermenéutica pertenece al grupo bibliológico, es decir, a los
estudios que se enfocan en la Biblia. En forma lógica, sigue después de la Filología Sacra y precede a la Exégesis. La hermenéutica y la
exégesis están relacionadas una con otra, como teoría y práctica. La una es
ciencia, la otra arte.
En el presente estudio de
la hermenéutica, creemos necesario incluir los siguientes puntos en el orden en
que los damos:
(1) Un breve bosquejo de la historia de los principios hermenéuticos.
El pasado puede enseñarnos muchas cosas, tanto en sentido negativo como positivo.
(2) Una descripción de aquellas características de la Biblia que
determinan en cierto modo los principios que deberán ser aplicados en su
interpretación.
(3) Algunas sugerencias sobre las cualidades que debe tener y los
requisitos que debe cumplir un intérprete de la Biblia.
(4) Una exposición de los tres
aspectos que posee la interpretación de la Biblia, a saber:
(A) El aspecto gramatical, que
incluye la interpretación lógica;
(B) El aspecto histórico, que
incluye la interpretación psicológica; y
(C) El aspecto teológico de la
interpretación.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Cuál es la diferencia entre hermenéutica y exégesis?
2. ¿Se excluyen mutuamente la hermenéutica general y la especial, o
en cierto sentido una incluye a la otra?
3. ¿En qué sentido perturbó el pecado la vida mental del ser humano?
4. ¿Por qué debemos tener en cuenta los tres aspectos de la
interpretación al estudiar la Biblia?
LECCIÓN: 2
HISTORIA DE LOS PRINCIPIOS HERMENÉUTICOS ENTRE LOS
JUDÍOS
A.
DEFINICIÓN DE LA HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA.
Debemos distinguir entre la
historia de la hermenéutica como ciencia y la historia de los principios hermenéuticos.
La primera nos lleva al año 1567 d.C. cuando Flacio Ilírico intentó por primera
vez darle un tratamiento científico a la hermenéutica; mientras que la segunda
empieza en el mismo inicio de la Era Cristiana.
La historia de los
principios hermenéuticos responde a tres preguntas:
(1) ¿Cuál era el punto de vista predominante en cuanto a las
Escrituras?
(2) ¿Cuál era el concepto predominante en aquellos tiempos sobre el
método de interpretación?
(3) ¿Qué cualidades se consideraban esenciales para un intérprete de
la Biblia?
Las primeras dos preguntas
son de carácter más perenne que la última y requieren mayor atención.
B.
PRINCIPIOS DE INTERPRETACIÓN ENTRE LOS JUDÍOS.
A fin de presentar algo
completo, incluiremos un breve resumen de los principios que los judíos aplicaban
a la interpretación de la Biblia. Debemos distinguir las siguientes clases:
1. LOS JUDÍOS DE PALESTINA.
Estos tenían un profundo
respeto a la Biblia como la Palabra infalible de Dios. Aun hasta sus letras las
consideraban como sagradas y sus copistas tenían la costumbre de contarlas, no
sea que olvidaran alguna en la trascripción. Al mismo tiempo, tenían a la ley
en mayor estima que los Profetas y
la Hagiógrafa. De ahí que la
interpretación de la Ley fuera su gran objetivo. Distinguían cuidadosamente
entre el sentido meramente literal de la Biblia (técnicamente llamado peshat ) y su exposición exegética
(llamada midrash ). «El motivo y
rasgo dominante del midrash era investigar y dilucidar, por todos los medios
exegéticos, todo posible significado oculto y aplicación práctica de la
Escritura».1 En sentido general, la literatura midráshica puede ser dividida en
dos clases:
(A) Interpretaciones de carácter legal, referentes a asuntos en que
la Ley obligaba en un sentido estrictamente legalista ( Halakhah );
(B) Interpretaciones de una tendencia más libre y edificante que se
extendían a las partes no legales de la Escritura ( Haggadah ). Esta última
era homilética e ilustrativa más bien que exegética.
Uno de los grandes defectos
de la interpretación de los Escribas es que exaltaba la ley oral (la cual era, en última instancia, idéntica a las
interpretaciones de los rabinos) como sostén indispensable de la ley escrita, la cual finalmente
terminó por hacer a un lado la ley escrita. Esto dio lugar a toda clase de interpretaciones
arbitrarias. Véase el veredicto de Cristo sobre el particular en Marcos 7:13. Hillel,
uno de los más grandes intérpretes entre los judíos, nos dejó siete reglas de
interpretación por las cuales, por lo menos en apariencia, la tradición oral
podía deducirse del texto de la Escritura.
Según su forma más breve,
estas reglas son las siguientes:
(A) Ligero Y Pesado (Esto Es A Minore Ad Majus, Y Viceversa);
(B) Equivalencia;
(C) Deducción De Lo Especial A
Lo General;
(D) Inferencia Deducida De Varios Pasajes;
(E) Inferencias Deducidas De
Lo General A Lo Especial;
(F) Analogía De Un Pasaje Con Otro; Y:
(G) Inferencia Sacada Del
Contexto.
2. LOS JUDÍOS DE ALEJANDRÍA.
La filosofía de Alejandría
determinaba en cierto grado su interpretación. Adoptaron el principio
fundamental de Platón de que no debe creerse nada que sea indigno de Dios. Por
tanto, cada vez que encontraban en el Antiguo Testamento cosas que no concordaban
con su filosofía, o que ofendían el sentido del decoro, recurrían a
interpretaciones alegóricas. Filón fue el más grande maestro de este método de
interpretación entre los judíos. No desechó del todo el sentido literal de la
Escritura, sino que lo miraba como una concesión para los débiles. Para él sólo
era símbolo de cosas más profundas: El sentido oculto de la Escritura era lo
más importante.
También él nos dejó algunos
principios de interpretación. «Por el lado negativo, afirma que debe rechazarse
el sentido literal cuando la Escritura afirme cualquier cosa indigna de Dios,
cualquier afirmación que implique una contradicción, y cuando la Escritura
misma alegorice. Por el lado positivo, señala que debemos alegorizar el texto
bíblico cuando hay expresiones dobles, cuando ocurren palabras superfluas,
cuando hay una repetición de hechos ya conocidos; cuando se emplea una expresión
diferente, o un sinónimo; cuando se hace posible un juego de palabras en
cualquiera de sus variedades, cuando las palabras admiten una ligera
alteración; cuando la expresión es inusual; cuando hay algo anormal en número o
tiempo verbal».2 Estas reglas, naturalmente, daban lugar a toda clase de malas interpretaciones.
3. LOS CARAÍTAS.
Esta secta, designada por
Farrar como «los protestantes del judaísmo», fue fundada por Anan ben David,
cerca del año 800 d.C. Respecto a su característica fundamental, pueden ser
considerados como los descendientes espirituales de los saduceos. Representaban
una protesta contra el rabinismo que estaba en parte influenciado por el
mahometismo. La forma hebrea de la palabra «caraíta» es Beni Mikra, o sea,
«hijos de la lectura». Eran así llamados porque su principio fundamental era
considerar la Escritura como única autoridad en asuntos de la fe.
Esto significa, por un lado,
que desdeñaban la tradición oral y las interpretaciones rabínicas, y, por el
otro, que procedían a un nuevo y cuidadoso estudio del texto de la Escritura. A
fin de refutarles, los rabinos emprendieron un estudio similar y el resultado
de este conflicto literario fue el texto Masorético. Su exégesis fue, en general,
mucho más sólida que la de los judíos de Palestina o de Alejandría.
4. LOS CABALISTAS.
Este movimiento del siglo
XII fue bastante diferente. Representa la reductio ad absurdum del método de interpretación empleado por
los judíos de Palestina, aunque también
empleaban el método alegórico de los judíos alejandrinos. Procedían bajo
el supuesto de que toda la Masorah , hasta los
versículos, palabras, letras, vocales, puntos y acentos, fueron dados a Moisés
en el Monte Sinaí, y que el
número de letras, cada una de las letras, su transposición o substitución,
tenía un poder especial y
sobrenatural.
En su afán de descifrar los
misterios divinos, recurrieron a los siguientes métodos:
(A) La gematria , según la cual
podían sustituir una palabra bíblica por otra que tuviera el mismo valor numérico;
(B) El notarikon , que consistía
en formar palabras por la combinación de letras que empezaban y terminaban
algunas palabras, o considerando cada letra de una palabra como letra inicial
de otras palabras;
(C) La Temoorah , cuyo método
consistía en sacar nuevos significados del texto, intercambiando letras.
5. LOS JUDÍOS DE ESPAÑA.
Desde el siglo XII al XV se
desarrolló un método más sano de interpretación entre los judíos de España.
Cuando la exégesis de la Iglesia cristiana estaba en su más bajo nivel y el
conocimiento del hebreo se había casi perdido, unos pocos judíos cultos de la
península ibérica restablecieron la luz en el candelero. Algunas de sus
interpretaciones son citadas hasta hoy día.
Los principales exégetas
entre ellos fueron Abraham Ben-Ezra, Salomón Izaak Jarchi, David Kimchi, Isaak
Aberbanel, y Elías Levita. Nicolás de Lira y Reuchlin recibieron gran ayuda de
parte de estos eruditos judíos.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué concepto tenía el
judaísmo rabínico de la inspiración de la Biblia?
2. ¿Por qué los judíos
atribuían un significado único a la Ley?
3. ¿Qué enseñaban acerca del
origen de la ley oral?
4. ¿Cómo se originó realmente
la ley oral y en qué consistía?
5. ¿Qué es la Mishnah, la
Gemara, el Talmud?
6. En qué se parece el uso
judío de la tradición con el de los católico-romanos?
7. ¿Cuál es la diferencia
entre una alegoría y una interpretación alegórica?
8. ¿Qué es la Masorah?
9. ¿Cómo se puede explicar el
surgimiento del movimiento cabalístico?
10. ¿Tuvieron los intérpretes
judíos del siglo XV alguna influencia en la Reforma?
LECCIÓN: 3
HISTORIA DE LOS PRINCIPIOS HERMENÉUTICOS EN LA
IGLESIA CRISTIANA
PRIMERO:
EL PERÍODO PATRÍSTICO.
En el período patrístico,
el desarrollo de los principios hermenéuticos está relacionado con los tres grandes
centros de la Iglesia.
1. LA ESCUELA DEALEJANDRÍA.
Al principio del tercer
siglo de la era cristiana, la escuela catequística de Alejandría influyó
fuertemente la interpretación bíblica. Esta ciudad era un gran centro cultural,
donde la religión judía y la filosofía griega convergieron y se influyeron
mutuamente. La filosofía platónica todavía era popular en las formas de
neoplatonismo y gnosticismo, y no es extraño que la famosa escuela catequística
de esta ciudad fuera influenciada por la filosofía popular, acomodando su
interpretación de la Biblia a dicha filosofía. El método natural para armonizar
la religión y la filosofía fue la interpretación alegórica, debido a las
siguientes razones:
(A) Los filósofos paganos (estoicos) ya habían estado aplicando por
mucho tiempo este método en la interpretación de Homero, por lo cual fueron
ellos los que indicaron el camino a seguir.
(B) Filón, que también era oriundo de Alejandría, cedió a este método
el peso de su autoridad, reduciéndolo a sistema, y lo aplicó aún a las
narraciones más sencillas.
Los principales representantes
de esta escuela fueron: Clemente de Alejandría y su discípulo Orígenes. Ambos
consideraron la Biblia como la Palabra inspirada de Dios en el sentido más
estricto, y compartieron la opinión de aquel tiempo, de que tenían que
aplicarse reglas especiales en la interpretación de las comunicaciones divinas.
Por esto, aun cuando reconocían el sentido literal de la Biblia, tenían la
opinión de que sólo la interpretación alegórica podía entregarnos conocimiento genuino.
Clemente de Alejandría fue
el primero en aplicar el método alegórico a la interpretación del Nuevo Testamento,
así como del Antiguo. Propuso el principio de que toda la Escritura debe ser
entendida alegóricamente. Esto parecía un paso adelante en relación con otros
intérpretes cristianos y constituía la principal característica de Clemente.
Según él, el sentido literal sólo puede proporcionar una fe elemental, mientras
que el alegórico conduce al verdadero conocimiento.
Su discípulo, Orígenes, lo
superó en cultura e influencia. Fue, sin duda, el más grande teólogo de su época,
pero su mérito más permanente radica en su trabajo de crítica textual, más que
en el de interpretación bíblica. «Como intérprete, ilustró el tipo alejandrino
de exégesis del modo más extenso y sistemático» (Gilbert). En una de sus obras
nos entrega una detallada teoría de interpretación. El principio fundamental de
esta obra es que el significado del Espíritu Santo es siempre claro, simple y digno
de Dios.
Todo lo que parece oscuro,
inmoral o intrascendente en la Biblia, sirve simplemente como incentivo para
trascender o ir más allá del sentido literal. Orígenes consideraba que la
Biblia tenía un sentido triple, a saber, el significado literal, el moral y el
místico o alegórico. En su práctica exegética, más bien menospreció el sentido
literal de la Escritura, se refirió pocas veces al sentido moral, y
constantemente empleó el método alegórico, puesto que en dicho método creía
encontrar el verdadero conocimiento.
2. LA ESCUELA DEANTIOQUÍA.
Fue fundada probablemente por
Doroteo y Lucio hacia fines del siglo III, aunque Farrar considera a Diodoro,
primer presbítero de Antioquía, y después del año 378, Obispo de Tarsis, como
el verdadero fundador de esta escuela. Este último escribió un tratado sobre principios
de interpretación. Pero su más grande monumento consiste en sus dos ilustres
discípulos: Teodoro de Mopsuestia y Juan Crisóstomo.
Estos dos hombres se
diferenciaron mucho en todos los aspectos. Teodoro mantenía puntos de vista más
bien liberales respecto a la Biblia, mientras que Juan la consideraba en todas
sus partes como infalible Palabra de Dios. La exégesis del primero fue
intelectual y dogmática; pero la del segundo más espiritual y práctica. El
primero fue famoso como crítico e intérprete; el segundo, aunque exégeta de no mediana
habilidad, eclipsó a todos sus contemporáneos como orador de púlpito.
De ahí que Teodoro fue
llamado el exégeta, mientras
que a Juan se le dio el título de Crisóstomo
(boca de oro) por el esplendor de su elocuencia. Ambos avanzaron bastante
en el desarrollo de una verdadera exégesis científica, reconociendo la
necesidad de determinar el sentido original de la Biblia, a fin de sacar provecho
de ella. No sólo atribuyeron gran valor al sentido literal de la Biblia, sino
que conscientemente repudiaron el método alegórico de interpretación.
En el trabajo de exégesis,
Teodoro sobrepasa a Crisóstomo, pues tenía un ojo muy perspicaz para descubrir
el factor humano en la Biblia; pero sentimos tener que decir que negó la
inspiración divina de algunos de los libros sagrados. En vez de la
interpretación alegórica, defendió la
gramático-histórica, lo cual lo hizo estar muy adelantado para su época.
Aun cuando reconoció el elemento típico en la Biblia, y halló pasajes
mesiánicos en algunos de los salmos, explicó la mayoría de ellos zeitgeschichtlich.1 Los tres
capadocios pertenecen a esta escuela.
3. LA EXÉGESIS DE TIPOOCCIDENTAL
Una exégesis de tipo
intermedio hizo su aparición en occidente. Tomó algunos elementos de la escuela
alegórica de Alejandría, pero también aceptó algunos de los principios de la
escuela de Siria. Su rasgo más característico, sin embargo, se encuentra en el hecho
de que presentó otro elemento que hasta entonces era desconocido: la autoridad
de la tradición y de la Iglesia en la interpretación de la Biblia. A la
enseñanza de la Iglesia se le atribuyó valor normativo en la esfera de la
exégesis. Este tipo de exégesis fue representado por Hilario y Ambrosio; pero
particularmente por Jerónimo y Agustín.
La fama de Jerónimo se
fundamenta en su traducción de la Vulgata, más que en sus interpretaciones de
la Biblia. Estaba familiarizado con el hebreo y el griego, pero su obra en el
campo
Como un evento histórico, es decir, que ocurrió durante dicho período de tiempo. exegético consiste principalmente en un gran número de notas
lingüísticas, históricas y arqueológicas.
Agustín se distinguió de
Jerónimo en que su conocimiento de las lenguas originales era bastante deficiente.
Esto equivale a decir que no era principalmente un exégeta. Tenía una gran
habilidad en sistematizar las verdades de la Biblia, pero no en la
interpretación de la Escritura. Sus principios hermenéuticos, tal como los
desarrolla en su obra De Doctrina Cristiana,
eran mejores que su exégesis. Demanda que el intérprete esté equipado
filológica, crítica e históricamente para su tarea, pero que por sobre todo ame
a su autor. Subrayó la necesidad de respetar el sentido literal del texto, siendo
este sentido la base del significado alegórico; pero al mismo tiempo se dejó
llevar libremente por interpretaciones alegóricas.
Por otra parte, en casos en
que el sentido de la Escritura fuera dudoso, defendió decisivamente la regula fidei, es decir, la regla de
fe de la Iglesia. Es lamentable tener que decir que Agustín adoptó también una
forma cuádruple de interpretación bíblica, a saber, histórica, etiológica,
analógica y alegórica. Es en este respecto particularmente, que influenció la
interpretación de la Edad Media.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Cómo eran las primeras
escuelas catequistas?
2. ¿Qué hizo surgir el método
alegórico de interpretación?
3. ¿Cómo puede probar usted
que este método es erróneo?
4. ¿Cómo distinguía la
escuela de Alejandría entre pistis y gnosis?
5. ¿Reconocieron los alejandrinos
el elemento humano en la Escritura?
6. ¿Cuál es la diferencia
fundamental entre la escuela de Alejandría y la de Antioquía?
7. ¿Qué significaba la regula
fidei en la iglesia primitiva?
8. ¿Por qué es erróneo hacer
de la enseñanza de la Iglesia la norma de la exégesis?
LECCIÓN: 4
SEGUDO: EL PERÍODO DE LA EDAD MEDIA.
Durante la Edad Media,
muchos cristianos, aun entre la clerecía, vivieron en la más profunda ignorancia
de la Biblia. Y en la medida en que la conocían, era posible sólo mediante la traducción
de la Vulgata y los escritos de los Padres. En general, se la consideraba un
libro lleno de misterios y que sólo se la podía entender de un modo místico. En
este período, el sentido cuádruple de la Sagrada Escritura (literal,
tropológico, alegórico y analógico) fue comúnmente aceptado.
Y se convirtió en un principio
establecido, que la interpretación de la Biblia debiera conformarse a la
tradición y a la doctrina de la Iglesia. Se tenía como el colmo de la sabiduría
poder reproducir las enseñanzas de los Padres y comprobar las enseñanzas de la
Iglesia en la Biblia. Los monasterios adoptaron con sabiduría la regla de San
Benito, y se decretó que las Escrituras debían ser leídas y, junto con ellas,
la interpretación de los Padres, como explicación definitiva del texto. Incluso
Hugo de San Víctor dijo: «Aprende primero lo que debes creer y después ve a la
Biblia para corroborarlo».
En aquellos casos en que
las interpretaciones de los padres diferían entre sí, como ocurre con
frecuencia, el intérprete tenía el deber de escoger, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est.2 Durante
ese período no se desarrolló ningún nuevo principio hermenéutico, y la exégesis
estaba atada de pies y manos por la erudición tradicional y la autoridad de la
Iglesia.
Este estado de cosas está
claramente reflejado en las obras escritas durante este período; las siguientes
son algunas de las más típicas. «Lo que se ha creído en
todo lugar, siempre y por todos».
1. LA GLOSA ORDINARIA: de Walafrido Estrabón, y la glosa
interlinearis, de Anselmo de Laón, que fueron recopilaciones de fragmentos
literales, morales y místicos, entremezclados con notas gramaticales de
carácter muy elemental. Las interpretaciones dadas son a menudo
contradictorias, excluyéndose unas a otras. En muchos casos se deja al lector
escoger entre ellas con un aliter o
potest etiam intelligi. Se concedía gran autoridad a las glosas de
Walafrido Estrabón.
2. LAS CATENAE: entre las cuales fueron las más famosas las de
Procopio de Gaza en el Oriente y las de Tomás de Aquino en el Occidente.
Hallamos en ellas una colección de interpretaciones patrísticas, unidas como
eslabones de una cadena. Su valor depende naturalmente de las fuentes de donde
se sacaron.
3. EL LIBER SENTENTIARUM: de Pedro Lombardo. Esta obra es
principalmente una recopilación de exposiciones sacadas de los escritos de
Hilario, Ambrosio y Agustín. Pero difiere de las obras mencionadas arriba en
que es más que una recopilación. Aunque Pedro de Lombardía tuvo cuidado en no
violar las normas de la autoridad establecida, sin embargo, dentro de los
límites prescritos en aquella época, planteó interrogantes, hizo distinciones y
aun añadió comentarios propios.
En los siglos que
siguieron, su obra fue estudiada más diligentemente que la misma Biblia.
Aunque el sentido cuádruple
de la Escritura era aceptado generalmente en este tiempo, algunos empezaron a
ver la incongruencia de semejante punto de vista. Aun Tomás de Aquino parece
haberlo comprendido ligeramente. Es verdad que él alegoriza constantemente,
pero también, por lo menos en teoría, consideró el sentido literal como el
fundamento necesario de toda exposición de la Escritura.
Sin embargo, fue
especialmente Nicolás de Lira quien rompió los grilletes de su época.
Aparentemente no abandonó
la opinión corriente de un sentido cuádruple en la Escritura, pero en realidad
sólo aceptó dos sentidos, el literal y el místico, e incluso basó
exclusivamente el último en el primero. Insistió en la necesidad de atenerse al
texto original; se quejó de que «se permitiera que el sentido místico asfixiara
al literal», y requirió que este último fuera el único que se usara para probar
doctrina. Su obra influenció profundamente a Lutero, y afectó, por tanto, a la
Reforma.
PREGUNTAS
DE REPASO
1. ¿Qué quería decir la
Iglesia medieval cuando hablaba de tradición?
2. ¿Qué autoridad se le
atribuía a esta tradición?
3. ¿Cuál era la relación
entre la dogmática y la exégesis en este período?
4. ¿Qué objeciones existen
en cuanto a esta posición?
5. ¿En qué basaba la
Iglesia su prerrogativa para determinar el sentido de la Escritura?
6. ¿Cómo se originó la
teoría del sentido cuádruple?
LECCIÓN: 5
TERCERO: EL PERÍODO DE LA REFORMA.
El Renacimiento fue de gran
importancia para el desarrollo de sanos principios hermenéuticos. En los siglos
XIV y XV, prevaleció la más densa ignorancia sobre el contenido de la Biblia.
Había doctores en teología que nunca la habían leído completamente, y la única
forma de conocer algo de la Biblia era por medio de la traducción de Jerónimo.
El Renacimiento hizo
énfasis en la necesidad de acudir al texto original. Reuchlin y Erasmo llamados
los dos ojos de Europa—fueron cautivados por el Renacimiento, e insistieron en
que los intérpretes de la Biblia tenían el deber de estudiarla en las lenguas
originales en que había sido escrita. Además, facilitaron grandemente tal
estudio. Reuchlin publicó una Gramática
hebrea y un Lexicón hebreo; Erasmo
editó la primera edición crítica del Nuevo Testamento griego. La idea del
sentido cuádruple de la Escritura fue gradualmente abandonada y se estableció
el principio de que la Biblia tiene sólo un sentido.
Los reformadores creían
firmemente que la Biblia era la Palabra inspirada de Dios. Pero, por más estricto
que fuera su concepto de inspiración, la concibieron más bien en un sentido
orgánico que mecánico. Y hasta mostraron en ciertos casos una notable libertad
en el manejo de la Escritura. Pero al mismo tiempo consideraron la Biblia como
la más alta autoridad y como la corte suprema de apelación en todas las
disputas teológicas. En contra de la infalibilidad de la Iglesia, pusieron la
infalibilidad de la Palabra.
Su posición se hace
evidente por la afirmación de que la Iglesia no determina lo que la Escritura
enseña, sino que la Escritura determina lo que la Iglesia debe enseñar. El
carácter esencial de su exégesis surgió de dos principios fundamentales:
(1) Scriptura Scripturae
interpres, es decir, la Escritura interpreta a la Escritura misma; y:
(2) Omnis intellectus ac
expositio Scripturae sit analogía fidei, es decir, que toda exposición y
comprensión de la Escritura esté de acuerdo con la analogía de la fe.
Para los reformadores, la analogía fidei era igual a analogía Scripturae, esto es, la
enseñanza uniforme de la
Escritura.
1. LUTERO.
Rindió un gran servicio a
la nación alemana traduciendo la Biblia al alemán, su lengua vernácula. También
hizo alguna obra expositiva, aunque en forma limitada. Sus reglas hermenéuticas
fueron mucho mejores que su exégesis. Aunque no quería reconocer sino el
sentido literal, y habló burlonamente de las interpretaciones alegóricas como affenspiel,4 no estuvo enteramente
libre del método que despreciaba. Defendió el derecho al juicio privado; hizo
énfasis en la necesidad de tomar en cuenta el contexto y las circunstancias
históricas; exigió que el intérprete tuviera fe y visión espiritual; y trató de
hallar a Cristo por todas las partes de la Escritura.
2.
MELANCHTON.
Fue la mano derecha de
Lutero y lo superaba en conocimientos. Sus grandes talentos y extensos
conocimientos, tanto en griego como en hebreo, hicieron de él un admirable intérprete.
En su obra exegética, procedió sobre los sólidos principios de que:
(A) las Escrituras deben ser
entendidas gramaticalmente antes que teológicamente; y:
(B) las Escrituras tienen un
solo significado, sencillo y cierto.
3.
CALVINO.
Según el consenso general,
se le considera el más grande exégeta de la Reforma. Sus exposiciones abarcan
casi todos los libros de la Biblia. Compartió los mismos principios fundamentales
de Lutero y Melanchton, pero los superó en cuanto a poner su práctica de
acuerdo con la teoría. En cuanto al método alegórico, creía que éste era un
ardid de Satán para oscurecer el sentido de la Escritura. Creía firmemente en
el significado tipológico de muchos pasajes del Antiguo Testamento, pero no
compartió la opinión de Lutero, de que se debía encontrar a Cristo en cualquier
parte de la Escritura.
Además, redujo el número de
salmos que pueden ser clasificados como mesiánicos. Insistió en que se debe
interpretar a los profetas a la luz de las circunstancias históricas. Según su
opinión, el mayor mérito de un expositor consiste en la brevedad lúcida.
Además, consideró «el principal deber de un intérprete permitir al autor que
comenta, decir lo que realmente dice, en vez de atribuirle lo que nosotros
pensamos que debió decir».
4. LOS
CATÓLICOS ROMANOS.
Los expositores de este
círculo no hicieron ningún avance durante el período de la Reforma. No
admitieron el derecho al juicio privado y defendieron, en contra de los
protestantes, la idea de que la Biblia debía ser interpretada en armonía con la
tradición. El
Concilio de Trento declaró:
(A) que debe mantenerse la
autoridad de la tradición eclesiástica;
(B) que, en cuanto al texto,
debe darse la más alta autoridad a la Vulgata, y:
(C) que es necesario conformar toda interpretación a la autoridad de
la Iglesia y al unánime consentimiento de los Padres.
Doquiera que prevalezcan
estos principios, el desarrollo exegético se estanca completamente.
PREGUNTAS
DE REPASO
1. ¿Qué era el Renacimiento?
2. ¿Era un movimiento teísta
o humanista?
3. ¿De qué manera ejerció
influencia en la Reforma?
4. ¿Qué evidencia tenemos de que los reformadores tenían un concepto
orgánico de la inspiración?
5. ¿Cómo podemos explicarnos el que por lo menos los primeros
reformadores no evitaron totalmente el peligro de alegorizar?
6. ¿En qué consiste el derecho al juicio privado?
7. ¿Cómo trataron Melanchton y Calvino de alcanzar la unanimidad en
el caso de interpretaciones en disputa?
8. ¿Cuál es la única constante y completa contribución de Lutero a
la exégesis del Nuevo Testamento?
9. ¿Cuál es el carácter de las exposiciones de Calvino?
10. ¿En qué sentido su obra exegética marca un avance?
11. ¿Se adhieren estrictamente los expositores católicos romanos
actuales a los cánones de Trento?
LECCIÓN: 6
CUARTO. EL PERÍODO CONFESIONALISTA.
Durante el período que
siguió a la Reforma se hizo evidente que los protestantes no se despojaron enteramente
de la vieja levadura. En teoría mantenían el sólido principio de Scriptura Scripturae interpres. Pero mientras que por un
lado rehusaron someter su exégesis al dominio de la tradición y a la doctrina
de la Iglesia, tal como la formulaban los papas y concilios, por el otro
estuvieron en peligro de caer bajo la esclavitud de las normas confesionales de
cada denominación.
Fue primordialmente la era de
las confesiones. «Hubo un tiempo en que casi cada ciudad o principado
importante tenía su credo favorito» (Farrar). Además fue un período de
controversia. El Protestantismo se dividió lamentablemente en varias facciones.
El espíritu militante de la época se canalizó por medio de centenares de
escritos polémicos. Cada cual trató de defender su propia opinión apelando a la
Escritura.
La exégesis se convirtió en
sirvienta de la dogmática, y se degeneró en una simple búsqueda de versículos
que apoyaran ciertas doctrinas. Se estudiaban las Escrituras con el fin de
encontrar en ellas las verdades contenidas en las confesiones. Esto es
particularmente cierto con respecto a los teólogos luteranos, pero en cierta
medida también entre los reformados. Fue durante este período también que algunos
se inclinaron por un concepto mecánico de la inspiración de la Biblia. (Véase
la Formula consensus helvética.) Los Buxtorf
sostuvieron que incluso las vocales del texto hebreo eran inspiradas.
La tendencia que prevaleció
en este período no contribuyó nada de importancia a la historia de los principios
hermenéuticos, como lo hicieron las reacciones a que dio lugar. Hay
especialmente tres que merecen atención.
1. LOS
SOCINIANOS.
Estos no aportaron ni un
solo principio hermenéutico, pero en todas sus exposiciones procedieron sobre
el supuesto de que la Biblia debe ser interpretada de un modo racional, o mejor
dicho, en armonía con la razón. Como Palabra de Dios, no puede contener nada
contrario a la razón, esto es, según ellos, nada que no pueda ser comprendido
por la razón humana. Así, doctrinas tales como la Trinidad, la Providencia de
Dios y las dos naturalezas de Cristo, fueron descartadas.
Construyeron un sistema
teológico que consistía en una mezcla de racionalismo y sobrenaturalismo. Aunque
se loaban de su libertad de todo yugo confesional, su exégesis era, después de
todo, dominada por su propio sistema dogmático.
2.
COCCEJUS.
A este teólogo holandés no
le satisfacía el método de interpretación más común de su época. Consideraba
que aquellos que trataban a la Biblia como una colección de textos que apoyan ciertas
doctrinas, no hacían justicia a la Escritura como un todo orgánico, cuyas
partes se hallan típicamente relacionadas unas a otras. Insistía en que el
intérprete debía estudiar cada pasaje a la luz de su contexto, del pensamiento
principal del libro y del propósito del autor.
Su principio fundamental
fue: que las palabras de la Escritura señalan todo lo que se las hace señalar
en el discurso entero; o como lo expresa en una de sus obras: «El sentido de
las palabras de la Biblia abarca tanto, que contiene más que un pensamiento, de
hecho, a veces contiene una multitud de pensamientos, los cuales el intérprete experimentado
de la Escritura podrá extraer del texto». De este modo, como dice Farrar,
«introdujo una falsa pluralidad de significados, por haber confundido
fatalmente el significado real de un texto con todas sus posibles
aplicaciones».
Esto fue agravado por su
excesiva tipología, que le inducía no sólo a encontrar a Cristo por todas
partes de la Biblia; sino que a hallar también las vicisitudes de la Iglesia del
Nuevo Testamento en los tipos del Antiguo Testamento, y aun en las mismas
palabras y hechos de Cristo. Aunque deficiente en su exégesis, rindió, sin
embargo, un buen servicio llamando la atención al carácter orgánico de la
revelación de Dios.
J. A. TURRETIN. Se opuso al
proceder arbitrario de Coccejus y sus seguidores. Enemigo de los sentidos
imaginarios que esta escuela iba descubriendo, insistió en que la Biblia debe
ser interpretada sin ningún prejuicio dogmático, con la ayuda del análisis y la
lógica. En esto, ejerció una profunda y benéfica influencia.
3. LOS
PIETISTAS.
Cansados del espíritu de
contienda que existía entre los protestantes, se entregaron a promover una vida
de genuina piedad. En general representaron una reacción saludable contra las interpretaciones
dogmáticas de su tiempo. Insistían en el deber de estudiar la Biblia en las lenguas
originales y bajo la iluminadora influencia del Espíritu Santo. Pero el hecho
de que en sus exposiciones buscaron principalmente la edificación, los llevó gradualmente
a menospreciar el conocimiento científico.
En su opinión, el estudio
gramatical, histórico y analítico de la Palabra de Dios proporcionaba
simplemente un conocimiento de la cáscara externa de los pensamientos divinos, mientras
que el estudio porismático (consistente
en sacar enseñanzas de advertencia o reprensión, etc.) y práctico (realizado
con oración y suspiros) penetra hasta el meollo de la verdad. Rambach y Francke
fueron los dos representantes más eminentes de esta escuela.
Ellos fueron los primeros
en insistir en la necesidad de la interpretación
psicológica, en el sentido de que los sentimientos del intérprete
debieran estar en armonía con los del escritor a quien deseaba entender. Las
tendencias místicas de estos intérpretes causaron que encontraran énfasis
especiales donde no existían. Bengel fue el mejor intérprete de esta escuela.
PREGUNTAS
DE REPASO
1. ¿Cuáles fueron las
confesiones más importantes que se originaron en este período?
2. ¿Cuál es la objeción
fundamental a que una confesión domine el campo de la exégesis?
3. ¿Cuál es la actitud correcta que un intérprete bíblico debe tener
con respecto a la confesión de su iglesia?
4. ¿Cómo se relaciona la
exégesis con la dogmática?
5. ¿En qué aspectos estuvo
equivocado el teólogo Coccejus y por qué?
6. ¿Qué se quiere decir por
interpretación psicológica?
7. ¿Es necesaria la piedad
para un intérprete de la Biblia?
LECCIÓN: 7
CUARTO: EL PERÍODO HISTÓRICO-CRÍTICO.
Si el período precedente
vio ya alguna oposición a la interpretación dogmática de la Biblia, en el período
que vamos a considerar, el espíritu reaccionario ganó un control casi absoluto
en el campo de la exégesis y la hermenéutica. Con frecuencia esta tendencia
produjo posiciones muy extremas que naturalmente encontraron tenaz resistencia.
Este período también se caracterizó por la acción y la reacción.
Aunque se expresaron puntos
de vista muy divergentes respecto a la inspiración de la Biblia, todos
concordaban en negar la inspiración verbal y la infalibilidad de las Escrituras.
Se dio un énfasis mucho mayor que antes al elemento humano de la Biblia y éste
recibió reconocimiento general, y los que también creían en el factor divino
trataron de señalar la debida relación mutua entre lo humano y lo divino en la
Sagrada Escritura.
Se intentó sistematizar la
doctrina de la inspiración. Algunos siguieron a Le Clerk, adhiriéndose a la teoría
de una inspiración que variaba en grado, según las diversas partes de la
Biblia; y allí donde el grado de inspiración era mínimo, se admitían errores e
imperfecciones. Otros aceptaron la teoría de una inspiración parcial, limitándola a aquellas porciones que se
refieren a la fe y a la moral, y admitiendo errores en las de carácter
histórico y geográfico.
Schleiermacher y sus
seguidores negaron el carácter sobrenatural de la inspiración, identificándolo
con la iluminación espiritual de los cristianos; Wegscheider y Parker la
redujeron al poder que todo hombre posee en virtud de la luz natural. A principios
del siglo veinte y en adelante, se suele hablar de la inspiración como
dinámica, refiriéndola a los autores más bien que a sus escritos. Según Ladd:
«debe concebirse como un flujo de energía interior y sobrenatural, que se
manifiesta en un grado superior y en un nuevo orden de la propia energía espiritual
del hombre». Al producto de esto se le llama «revelación».
Se puso como condición sine qua non que el exégeta debiera
ser voraussetzungslos, esto es,
sin predisposición de ninguna clase, y, por tanto, enteramente libre del
dominio de la dogmática y de los principios confesionales de la Iglesia.
Además, se dio como principio establecido que la Biblia debiera ser
interpretada como cualquier otro libro. El elemento divino de la Biblia fue
generalmente menospreciado, limitándose el intérprete, por lo general, a la
discusión de cuestiones críticas e históricas.
El fruto permanente de este
período fue una clara conciencia de la necesidad de una interpretación
gramático-histórica de la Biblia; sin embargo, hay también evidencias de una
creciente convicción de que este doble principio de interpretación debe ser
suplementado por algún otro principio, a fin de hacer justicia a la Biblia como
revelación divina.
El principio de este
período fue señalado por la aparición de dos escuelas opuestas, la gramatical y
la histórica.
1. LA ESCUELA GRAMATICAL.
Esta escuela fue fundada
por Ernesti, quien escribió una importante obra sobre la interpretación del
Nuevo Testamento, en la cual propuso estos cuatro principios:
A) El sentido múltiple de la Escritura debe ser rechazado, aceptando
sólo el sentido literal.
B) Las interpretaciones tipológicas y alegóricas deben rechazarse,
excepto en aquellos casos en que el autor indica su propósito de expresar otro
sentido más que el literal.
C) Puesto que la Biblia tiene en común con el resto de la literatura
el sentido gramatical, éste debe determinarse de modo similar en ambos casos.
D) El sentido literal no puede ser determinado por un supuesto
sentido dogmático.
La escuela gramatical fue en
esencia sobrenaturalista, restringiéndose a sí misma a «las palabras mismas del
texto como la fuente legítima de auténtica interpretación y de verdad
religiosa» (Elliott).
Pero este método fue
parcial en el hecho de que proporcionó sólo una simple y pura interpretación
del texto, lo que no es siempre suficiente en la interpretación de la Biblia.
2. LA ESCUELA HISTÓRICA.
Ésta fue originada por Semler. Hijo de padres pietistas,
vino a ser, más o menos sin quererlo, el padre del Racionalismo. En su obra
sobre el Canon dirigió la atención a la verdad olvidada de la composición y
origen histórico-humano de la Biblia. En una segunda obra sobre la
interpretación del Nuevo Testamento, estableció ciertos principios de
interpretación.
Semler puso énfasis en el
hecho de que los distintos libros de la Biblia, y el Canon como un todo,
tuvieron un origen histórico y, por lo tanto, están condicionados por la
historia. De este hecho de que varios libros fueron escritos para diferentes
clases de personas sacó la conclusión de que contienen mucho que es simplemente
local y transitorio, sin haberse pretendido que tuvieren un valor normativo
para todos los hombres y en todos los tiempos. Aún más, vio en ellos una mezcla
de error y de verdad, puesto que Jesús y los apóstoles se acomodaron en algunos
asuntos al pueblo a quien se dirigían.
De ahí insistió en la
necesidad de tener en cuenta estas cosas al interpretar el Nuevo Testamento. Y
en respuesta a la pregunta de precisamente cuál es en la Biblia el elemento de
verdad que obligue y comprometa al hombre, respondió: «lo que sirve para
perfeccionar el carácter moral del hombre». Su enseñanza promovió la idea de
que las Escrituras son falible producción humana, y en esencia hizo a la razón humana
árbitro de la fe. Semler no dio origen a estas ideas, sino que simplemente se
hizo vocero del pensamiento que prevalecía en sus días.
3. TENDENCIAS RESULTANTES.
Aunque este período empezó
con dos escuelas opuestas, pronto se revelaron tres tendencias distintas en el
campo de la hermenéutica y de la exégesis. Un gran número de intérpretes
desarrollaron los principios racionalistas de Semler de una forma tal que
causaron que él mismo los rechazase. Otros despreciaron las posiciones extremas
del Racionalismo sea por adoptar un punto de vista intermedio, o bien por
volver a los principios de la Reforma. Otros hicieron énfasis en el hecho de
que el método gramático-histórico de interpretación debe ser suplementado por
algún principio que capacite al expositor a penetrar en el espíritu de la Escritura.
A. RACIONALISMO EXTREMO.
La semilla sembrada por
Semler produjo un racionalismo extremo en el campo de la exposición histórica.
Puede verse en los siguientes ejemplos:
(1) Paulus de Heidelberg asumió una posición puramente naturalista.
Otorgó «fidelidad práctica a la razón» y la consideró como la fuente de la
verdadera religión cristiana. Lo más notorio fue su interpretación de los
milagros y planteó dos interrogantes: (a) si ocurrieron o no; y
(2) si ocurrieron, cómo pudieron tener lugar. Y aunque respondió
afirmativamente a la primera, a la segunda respondió suprimiendo todo elemento
sobrenatural.
(2) Strauss se burló hasta el desprecio de la teoría de Paulus,
proponiendo en su lugar la interpretación mítica del Nuevo Testamento. Bajo la
influencia de Hegel, enseñó que la idea mesiánica de los judíos, con su
tendencia a lo milagroso, se desarrolló gradualmente en la historia de la
humanidad. En el tiempo de Jesús, la
expectación mesiánica estaba en el aire. La obra y enseñanzas del Maestro de Galilea
dejó tal impresión en sus discípulos, que después de su partida le atribuyeron
toda clase de palabras y hechos maravillosos, incluyendo la resurrección, que
esperaban había de tener lugar en el Mesías.
(3) Este punto de vista fue a su vez ridiculizado por F. C. Baur,
fundador de la escuela de Tubinga, quien enseño que el Nuevo Testamento se
originó según el principio hegeliano de tesis, antítesis y síntesis. Sostuvo
que la hostilidad entre los partidarios de Pedro y de Pablo condujo a la
producción de literatura rival, y finalmente a la composición de libros que
procuraban la reconciliación de los dos partidos opuestos. Como resultado se
observan, según él, tres tendencias en la literatura del Nuevo Testamento. Esta
teoría también estuvo de moda.
(4) En el siglo veinte, los asaltos de la crítica se concentran más
en el Antiguo Testamento que el Nuevo. La escuela de Graf-Kuenen-Wellhausen
trata de explicar el Antiguo Testamento por medio de lo que ha sido denominado
el proceso «objetivo-histórico», esto es, en concordancia con una filosofía evolucionista.
Su labor se caracteriza por una minuciosidad que despierta admiración, y por
una gran ingenuidad; pero también hay señales de que tiene un carácter
pasajero.
B. DOBLE REACCIÓN CONTRA EL
RACIONALISMO:
El Racionalismo no siguió
su camino sin encontrar oposición. Al cabo de un tiempo se produjo una clara
reacción doble.
(1) LA ESCUELA INTERMEDIARIA.
Aunque difícilmente se
podría afirmar que Schleiermacher fundó esta escuela, fue ciertamente su fuente
de origen. Su obra póstuma sobre hermenéutica no respondió a la expectación
general con la que se esperó. Él descartó la doctrina de la inspiración, negó
la validez permanente del Antiguo Testamento y trató a la Biblia como cualquier
otro libro.
Aun cuando no dudó de la
integridad substancial de la Sagrada Escritura, hizo una distinción entre lo
esencial y lo no esencial, y expresó la confianza de que la ciencia crítica
sería capaz de trazar la línea entre ambas. Pese a toda su insistencia sobre la
verdadera piedad del corazón, su labor exegética siguió principalmente los caminos
del Racionalismo.
Algunos de sus seguidores,
como De Wette, Bleek, Gesenius y Ewald, se inclinaron decididamente hacia el
Racionalismo. Pero otros fueron
más evangélicos y siguieron un camino intermedio, entre éstos están Tholuck,
Riehm, Weiss, Luecke, Neander y otros. Rechazaron enteramente la teoría de la inspiración
verbal, pero confesaron una profunda reverencia por la autoridad divina de la
Santa Escritura. Dice Lichtenberg: «Sin admitir la infalibilidad del Canon, ni
la inspiración plenaria del texto, y reservándose el derecho de someter ambas
cosas a la prueba de la crítica histórica, la Escuela de la Conciliación,
proclama con no menos énfasis la autoridad de la Biblia en materias de
religión».
(2) LA ESCUELA DE
HENGSTENBERG.
Naturalmente, el carácter
intermediario de la escuela anterior fue también su flaqueza. No sirvió para
poner coto al avance del Racionalismo. Una reacción más efectiva apareció en la
escuela de Hengstenberg, que volvió a los principios de la Reforma. Este hombre
creía en la inspiración plenaria de la Biblia, defendiendo en consecuencia su
absoluta infalibilidad. Se situó firmemente en los principios confesionales de
la Iglesia Luterana.
Es cierto que fue algo
violento en sus polémicas, dogmático en sus aserciones y ocasionalmente mostró
una tendencia a alegorizar con bastante libertad. Pero, en conjunto, su obra
exegética da evidencia de profunda erudición filológica e histórica, y de una
crédula comprensión de la verdad de la revelación divina. Entre sus discípulos
y seguidores encontramos a K. F. Keil, H㵥rnick y Kurtz.
C. INTENTOS POR IR MÁS ALLÁ
DEL SENTIDO HISTÓRICO-GRAMATICAL.
El resultado más permanente
de este período fue el establecimiento del método histórico-gramatical de
interpretación, el cual se encuentra representado en manuales de hermenéutica
como los de C. A. G. Keil, Davidson, P. Fairbairn, A. Immer y M. S. Terry. Pero gradualmente apareció una tendencia que no se da por
totalmente satisfecha con la interpretación histórico-gramatical y procura por
tanto suplementarla.
(1) Kant sostuvo que sólo la interpretación moral de la Biblia tiene
significado religioso. Según él, el mejoramiento ético del hombre debe ser el
principio controlador en la exposición de la Palabra de Dios. Cualquier cosa
que no responda a este propósito debe rechazarse.
(2) Olshausen defendió el «sentido más profundo de la Escritura».
Según él, éste no consiste en algo aparte del sentido literal, sino íntimamente
conectado con el primero e incluso basado sobre él. La manera de encontrar este
sentido más profundo es reconocer «la revelación divina en la Escritura y su punto
central, Cristo, en su viviente unidad con Dios, así como con la humanidad»
(Immer). Este sentido más profundo es la esencia de la revelación divina. Y aún
cuando lo promovía, Olshausen advirtió contra la antigua interpretación
alegórica. Hasta cierto punto, R. Stier siguió esta tendencia.
(3) Germar adoptó lo que él denominó como la interpretación
pan-armónica de la Escritura. En su teoría «exige una total armonía del
significado que se descubre en la Escritura, hasta donde ésta pueda considerarse
como revelación de Dios, con las palabras de Cristo, y con todo aquello que es
verdadero y cierto» (Reuss). Obviamente, este principio es verdadero hasta
cierto punto, pero deja lugar a especulaciones subjetivas respecto a lo que
tiene que ser reconocido o no como revelación de Dios, y entre las cosas
verdaderas y las que no lo son.
(4) T. Beck propuso la supuesta interpretación pneumática o
espiritual. Exigió que el intérprete tuviese un espíritu de fe. Según él, este
espíritu producirá la convicción de que las diversas partes de la Escritura
forman un todo orgánico. Y que las partes separadas de la Biblia deben ser
interpretadas a la luz de esta fisonomía, que se revela en aquellas partes de
la Escritura de significado no dudoso. Esto prácticamente equivale a decir que
la Escritura debe ser interpretada según la analogía de la fe.
La búsqueda de algún
principio de interpretación que sirva para complementar el sentido histórico
gramatical es también característica de las obras de Lutz, Hofmann, Klausen,
Landerer y otros. Confiadamente esperamos que el futuro traiga mayor unanimidad
sobre este particular entre aquellos que aceptan la Biblia como palabra
inspirada de Dios.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Cuál es la diferencia
entre inspiración plenaria y verbal?
2. ¿En qué formas distintas
se presenta la teoría de la inspiración parcial?
3. ¿Es posible para un
intérprete estar libre de presuposiciones?
4. ¿Es reconocido en la
Biblia el principio de acomodación? En tal caso, ¿cómo?
5. ¿Qué objeción seria existe
contra la teoría de acomodación de Semler?
6. ¿Cuál es la principal
característica del Racionalismo?
7. ¿Por qué se les llama
«teólogos intermediarios» a ciertos eruditos alemanes?
8. ¿Por qué es insuficiente
la interpretación histórico-gramatical?
LECCIÓN: 8
EL OBJETO DE LA HERMENÉUTICA SACRA ES PROPORCIONAR UN
CONCEPTO ADECUADO DE LA BIBLIA
El tratamiento lógico de la
Hermenéutica Sacra requiere
ante todo una descripción de su objeto: la
Biblia. La razón de esto se debe a que la hermenéutica especial debe
siempre adaptarse a la clase de literatura
a la cual se aplica. El carácter único de la Biblia, determinará también, en
cierta medida, los principios
que deben gobernar su interpretación. Esto no significa, sin embargo, que deben
describirse todas las
cualidades de la Biblia, sino sólo aquellas que afectan de un modo u otro su
interpretación.
PRIMERO.
LA INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA.
Cuando se discute el
carácter de la Biblia es del todo natural asignar el primer lugar a aquel gran principio
de nuestra Confesión, que dice: «Confesamos que esta Palabra de Dios no fue
enviada ni entregada por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios,
siendo guiados por el Espíritu Santo, la hablaron, como dice el apóstol Pedro.
Después, Dios, por un cuidado especial que Él lleva de nosotros y de nuestra
salvación, mandó a sus siervos los profetas y apóstoles, consignar por escrito
Su Palabra revelada; y Él mismo escribió con Su dedo las dos tablas de la Ley.
Por esta razón, a tales escritos los denominamos: santas y divinas Escrituras»
(Art. III de la Confesión Belga).
La Biblia fue inspirada
divinamente éste es el gran principio que controla la Hermenéutica Sacra y no
puede ser ignorado con impunidad. Cualquier teoría de interpretación que lo
descuide será esencialmente deficiente y no producirá un entendimiento de la
Biblia como Palabra de Dios.
Pero no seremos lo suficientemente
precisos si tan solo decimos que la Biblia es inspirada. El significado de la
palabra «inspiración» es indefinido y requiere mayor precisión. Entendemos por inspiración
aquella influencia sobrenatural que el Espíritu Santo ejerce sobre los escritores,
y por la que sus escritos reciben veracidad divina y constituyen una regla
suficiente e infalible de fe y práctica.
Significa, tal como lo
expresara el Dr. Warfield, que los escritores no obraron por iniciativa propia,
sino «movidos por iniciativa divina, y llevados por el poder irresistible del
Espíritu de Dios por sendas que él determinó, con el fin de cumplir su
propósito». Cuando se dice que los escritores fueron guiados por el Espíritu
Santo al escribir los libros de la Biblia, la palabra «escribir» debe
entenderse en su significado total. Incluye la investigación de documentos, la
recolección de hechos, el arreglo del material, la selección misma de las
palabras; de hecho todos los procesos que involucran la composición de un
libro.
La inspiración se distingue
de la revelación en el sentido restringido de comunicación inmediata de las
palabras de Dios. Lo primero asegura infalibilidad en la enseñanza, mientras
que lo último aumenta la acumulación de conocimiento; pero ambos deben ser
vistos como modos de revelación de Dios en el sentido más amplio, esto es,
modos por los cuales Dios da a conocer al hombre su voluntad, sus operaciones y
sus propósitos.
1. PRUEBA ESCRITURAL DE LA INSPIRACIÓN DIVINA.
Muchos intérpretes se
oponen decididamente a tal concepto de inspiración divina, la declaran una
teoría inventada por teólogos conservadores para poner a la Biblia de acuerdo
con sus nociones preconcebidas acerca de lo que debiera ser el carácter de la
Palabra de Dios. Pero es un gran error considerar la idea de inspiración divina
antes definida, como una teoría filosófica impuesta sobre la Biblia. El hecho
notable es que aún sigue siendo una doctrina escritural, tanto como las demás
doctrinas: de Dios y su Providencia, de Cristo y la expiación, etc.
La Biblia nos ofrece amplio
material para formular una doctrina sobre la Escritura. En los próximos
párrafos indicaremos brevemente las pruebas más importantes que nos da la Biblia
acerca de su inspiración.
A. LA BIBLIA NOS ENSEÑA
CLARAMENTE QUE LOS ÓRGANOS DE REVELACIÓN FUERON INSPIRADOS, CUANDO COMUNICARON
ORALMENTE AL PUEBLO LAS REVELACIONES QUE HABÍAN RECIBIDO.
Esto queda probado por lo siguiente:
(1) Las expresiones que la Biblia emplea para describir el estado y
función de los profetas son de tal naturaleza que implican una inspiración
directa. Esto no puede ser inferido de la palabra hebrea nabí, porque su derivación es
incierta. Pero el pasaje clásico de Éxodo 7:1 enseña claramente que el profeta es
una persona que habla por Dios al hombre; o más específicamente, alguien que
trae las palabras de Dios al hombre. Véase también Deuteronomio 18:18; Jeremías
1:9 y 2 Pedro 1:21. Además, se nos dice que el Espíritu de Dios vino, o cayó,
sobre los profetas; que la mano de Jehová fue fuerte sobre ellos; que recibieron
la Palabra de Dios y que fueron constreñidos a expresarla (Is. 8:11; Jer.
15:17; Ez. 1:3; 3:22 y 37:1).
(2) Las expresiones usadas por los profetas muestran claramente que
ellos mismos eran conscientes de que se dirigían al pueblo con la Palabra de
Dios en sus labios. Al descargar sus corazones ante las gentes a quienes eran
dirigidos, se daban cuenta del hecho de que Dios mismo había llenado sus mentes
con un mensaje que no se había originado en su propia conciencia. De ahí las
expresiones: «Así dice el Señor», «Oíd la palabra del Señor», «El Señor Dios me
mostró», «La palabra del Señor vino a».
(3) Hay otro notable detalle en los escritos proféticos que confirma
este hecho. Sucede que en muchos de los discursos en los que el profeta habla
en tercera persona de lo que Jehová dice, de improviso cambia abruptamente de
la tercera a la primera persona, sin siquiera añadir la fórmula de transición
«Así dice el Señor». En otras palabras, el profeta sorprende al lector
empezando a hablar como si fuese Dios.
Véase Isaías 3:4; 5:3ss; 10:5ss; 27:3; Jeremías 5:7; 16:21; Oseas 6:4ss; Joel
2:25; Amós 5:21; Zacarías 9:7; etc. Esto sería un atrevimiento muy grande de
parte de tales profetas, si no hubiesen estado absolutamente seguros de que
Dios estaba poniendo su propia palabra en sus bocas.
(4) Si nos volvemos al Nuevo Testamento, hallamos que Cristo prometió
a sus discípulos el Espíritu Santo para enseñarles todas las cosas y
recordarles todo lo que Él les había enseñado (Jn. 14:26). Esta promesa fue
cumplida en día de Pentecostés, y desde entonces los discípulos hablaron como
maestros infalibles. Sabían que sus palabras eran las palabras de Dios (1 Ts.
2:13), y se sentían seguros de que su testimonio era el testimonio de Dios (1
Jn. 5:9–12).
B. LA BIBLIA NOS ENSEÑA LA
INSPIRACIÓN DE LA PALABRA ESCRITA.
Lo dicho anteriormente crea
una presunción en favor de la inspiración de los órganos de la revelación al
escribir los libros de la Biblia. Si Dios juzgó necesario que ellos trajeran su
mensaje oral al pueblo bajo la dirección del Espíritu Santo, difícilmente podía
dejar de considerar como menos esencial, que sus escritos fueran preservados de
la misma manera. Pero no podemos darnos por satisfechos con esta evidencia
presuntiva. La Biblia enseña realmente la inspiración de la Palabra escrita. Es
verdad que no se puede citar un solo pasaje que afirme explícitamente la
inspiración de la Biblia entera, pero la evidencia es cumulativa, y no deja
dudas al respecto.
(1) En el tiempo del Nuevo Testamento, los judíos poseían ya una
colección de escritos técnicamente designados como hegrafē (la Escritura)
ohaigrafai (las Escrituras) (Ro. 9:17; Lc. 24:27). El Nuevo Testamento cita
repetidamente estahegrafē como teniendo autoridad divina. Para Cristo y sus discípulos una
cita de la hegrafē era el fin de
toda controversia. Su «escrito está» era equivalente a «Dios dice».
Además, tales escritos son
designados algunas veces de una forma que indica su carácter sagrado. Por
ejemplo: se les llama grafaishagiais (Ro. 1:2), y tahieragrámmata (2 Ti. 3:15). Además de esto, hasta se puede encontrar una
descripción que apunta directamente a su carácter divino. Son llamados «los
oráculos de Dios» (Ro. 3:2). Es perfectamente claro que el pasaje clásico de 2 Timoteo
3:16 habla de toda la Escritura como la revelación directa de Dios.
(2) El Nuevo Testamento contiene un número de citas del Antiguo en
las que se identifica a Dios y la Escritura como autores de lo dicho. Un
ejemplo notable se halla en Hebreos 1:5–13, donde se citan siete palabras del
Antiguo Testamento, declarando que fueron dichas por Dios. Véase también Salmo 2:7;
2 Samuel 7:14; Deuteronomio 32:43 (LXX) o Salmo 97:7; 104:4; 45:6, 7;
102:24–27; 110:1.
Mirando todos estos
pasajes, observamos que en algunos de ellos Dios es el que habla y en otros no;
pero en todos los casos lo que dice la Escritura es llanamente atribuido a
Dios. Además, en Romanos 9:17 y Gálatas 3:8 se citan las palabras del Antiguo
Testamento con la fórmula: «La Escritura dice» mientras que en los pasajes
citados (Éx. 9:16 y Gn. 22:18) es Dios quien habla. Tal identificación sólo es
posible sobre la base de un punto de vista estricto de inspiración.
(3) El locus classicus1
respecto a la inspiración de la Biblia se halla en 2 Timoteo 3:16. Para una interpretación
detallada de este versículo recomendamos los comentarios exegéticos. Unas pocas
observaciones serán aquí suficientes. En el contexto inmediato que precede, el
apóstol habla de la ventaja que tiene Timoteo de haber recibido una estricta
educación religiosa y que desde la niñez había sabido las Sagradas Escrituras,
esto es, el Antiguo Testamento. Y ahora en el versículo 16, el apóstol enfatiza
la gran importancia de tales Escrituras.
De ahí se desprende que hegrafē se refiere aquí
también al Antiguo Testamento en su totalidad. La palabra zeopneustos significa inspirado-por-Dios, es decir, el
producto del aliento creativo de Dios. La palabra griega pasa se puede traducir como «todo» o
«cada uno», que produce una diferencia insignificante, pues la primera enfatiza
la idea de totalidad y la segunda indica cada parte de ella. También algunos
traducen: «Toda Escritura es dada por inspiración de Dios y es provechosa »; y
otros: «Toda Escritura dada por inspiración de Dios es provechosa». Pero
tampoco entre estas dos traducciones hay gran diferencia, pues en ambas se afirma
o implica la inspiración del Antiguo Testamento.
(4) Otro pasaje importante es 2 Pedro 1:19–21, donde el apóstol
asegura a sus lectores que lo que les había sido dado a conocer acerca del
poder y la venida del Señor Jesucristo, no eran fábulas inventadas, sino la
palabra de testigos oculares. Y entonces añade que ellos tienen todavía un
mejor testimonio en la palabra profética (lo que el Dr. Warfield entiende como
todo el Antiguo Testamento). Se la llama «más segura» porque no es de
interpretación privada, o sea, el resultado de investigación humana, ni producto
del propio pensamiento del autor. Vino, no por voluntad humana, sino como un
don de Dios.
(5) Otro pasaje de considerable importancia es 1 Corintios 2:7–13.
Pablo se refiere al hecho de que la sabiduría de Dios, oculta desde la
eternidad y que sólo el Espíritu de Dios puede conocer, le había sido revelada
a él, y continúa diciendo: «Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas
por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu». Puesto que usa el
tiempo presente, esta expresión se aplica también a las cosas que estaba
escribiendo a los corintios.
C. LA BIBLIA ENSEÑA QUE LA
INSPIRACIÓN SE EXTIENDE TAMBIÉN A LAS PALABRAS EMPLEADAS POR LOS ESCRITORES.
Es un hecho bien conocido
que muchos que profesan creer en la inspiración de la Biblia, niegan enfáticamente
su inspiración verbal. Aceptan complacidos una inspiración parcial; por ejemplo,
que los pensamientos, y no las palabras son inspirados; o que lo son únicamente
los asuntos que pertenecen a la fe y a la vida. Otros limitan la inspiración
solamente a las palabras de Jesús. Algunos objetan al término «inspiración
verbal» que se presta a una teoría mecánica de la inspiración, y prefieren
emplear el término «inspiración plenaria».
No hay problema con esta
última expresión, si se entiende por ella que tal guía sobrenatural del
Espíritu Santo se extiende a la elección misma de las palabras de los escritos sagrados,
pues ciertamente la Biblia enseña esto, tanto por afirmaciones expresas como
por hechos sobreentendidos. Nótese especialmente lo siguiente:
(1) En el pasaje antes citado (b. 5), Pablo declara enseñar cosas
reveladas por el Espíritu de Dios, y añade: «no con palabras enseñadas por
sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu». Aquí, el apóstol se
refiere claramente a palabras individuales como palabras que el Espíritu Santo
enseña, y la repetición de palabras hace que su afirmación posea mayor fuerza.
(2) Cuando el Señor llama a Jeremías para su difícil tarea, le dice:
«He aquí yo he puesto mis palabras en
tu boca». Si Dios tuvo tan especial cuidado en cuanto a las palabras con que
Jeremías debía dar su revelación
a Israel, es natural presuponer que el mismo cuidado pondría en las palabras
por las cuales el profeta se
dirigiría de una forma permanente a generaciones futuras.
(3) Según Juan 10:33, los judíos estaban escandalizados porque Jesús
había declarado ser Dios. En su respuesta Jesús apela a una palabra de la
Sagrada Escritura (Sal. 82:6), donde los jueces del pueblo son llamados dioses, y hace notar al mismo tiempo
que la Escritura no puede ser abolida, sino que tiene una autoridad
irrefutable. Puesto que él basa su argumento en una sola palabra, es evidente
que con ello concede a cada palabra de la Escritura autoridad divina.
(4) En Gálatas 3:16, Pablo funda todo su argumento en el uso de un
singular en vez de un plural. Este argumento del apóstol ha sido atacado sobre
la base de que la palabra hebrea a la cual se refiere no puede ser usada en el
plural para referirse a la posteridad (véase Gn. 13:15). Pero esto no destruye
la validez de su argumento, pues el escritor del Génesis pudo haber usado otra
palabra o expresión plural que la que tenemos en nuestros códices. Y aunque así
fuera, el pasaje aún probaría que Pablo creía en la inspiración de las palabras
individuales de la Sagrada Escritura.
2. CÓMO SE RELACIONA LO DIVINO CON LO HUMANO EN LA AUTORÍA DE LA ESCRITURA.
De lo anterior, resulta
claro que en la producción de la Biblia operó un factor doble, el divino y el
humano. De manera que, surge el problema de cómo se relacionan los dos
mutuamente en la composición de los libros de la Biblia. Para expresarlo en forma
más concreta: ¿Fueron los escritores humanos, simplemente como una pluma en la
mano de Dios; simples amanuenses que escribieron lo que Dios dictaba? ¿Fue
suprimida la personalidad de ellos cuando les sobrevino el Espíritu de Dios y los
condujo a escribir según su deseo? ¿Estuvieron la memoria o imaginación,
entendimiento, juicio, deseos y voluntad de ellos totalmente inactivos cuando
el Espíritu Santo los condujo a escribir? A todas estas preguntas solamente
puede darse una respuesta, en vista de los hechos que tenemos en la Sagrada Escritura.
A. Los autores humanos de la Biblia no fueron simples máquinas o
amanuenses. El Espíritu Santo no redujo su libertad, ni anuló su
individualidad. Las siguientes pruebas son decisivas en este punto:
(1) En muchos casos los autores investigaron de antemano los asuntos
acerca de los cuales se proponían escribir. Lucas nos lo declara en el prefacio
de su Evangelio; y los autores de los libros de los Reyes y Crónicas se
refieren repetidamente a las fuentes de donde obtuvieron su información.
(2) Los escritores expresaron a menudo sus propias experiencias. Así
lo hizo Moisés en los primeros y últimos capítulos de Deuteronomio, y Lucas en
la segunda mitad de los Hechos de los Apóstoles. Los salmistas cantaron acerca
de pecados personales y de la gracia perdonadora que recibieron, de los peligros
que les rodearon y de las maravillosas liberaciones del Señor.
(3) Muchos de los libros de la Biblia tuvieron un carácter ocasional.
Su composición fue motivada por circunstancias externas y su carácter
determinado por la condición moral y religiosa de aquellos a quienes se
dirigían. En el Nuevo Testamento esto se aplica particularmente a las epístolas
de Pablo, Pedro y Judas; pero también, aunque en menor grado, a los otros
escritos.
(4) Los diversos libros se caracterizan por una notable diferencia de
estilo. Junto a la exaltada poesía de los salmos y los profetas, tenemos la
prosa común de los historiadores. Junto al hebreo puro de Isaías hallamos el
lenguaje arameico de Daniel; el estilo dialéctico de Pablo es bastante
diferente de la llana dicción de Juan.
B. Es perfectamente evidente, por tanto, que el Espíritu Santo haya
usado a los escritores de la Biblia tal como eran, y tal como Dios mismo los
había preparado para su tarea: con su idiosincrasia personal, su carácter y
temperamento, sus talentos y educación, sus gustos y preferencias; es decir,
sin suprimir la personalidad de ellos. Sin embargo, existe una importante
limitación, y es que el Espíritu Santo no podía permitir que la naturaleza
pecadora de ellos se expresara a sí misma.
De todo lo dicho, se
concluye que la Biblia tiene un aspecto divino y otro humano. Esto no equivale a
decir que junto al elemento divino tiene un elemento humano. No tenemos el
derecho a dividir la Biblia, asignando unas porciones a Dios y otras al hombre,
respectivamente. La Biblia es en todas sus partes, tanto en forma como en
sustancia y hasta la última tilde, un libro que viene de Dios. Al mismo tiempo
hay que reconocer que fue compuesta de principio a fin por instrumentos
humanos, siendo portadora de todas las marcas de sus autores humanos que son
compatibles con su infalibilidad. No podemos explicar el proceso de la
inspiración, aunque ciertas analogías pueden ayudarnos a comprender su
posibilidad. Es un misterio que no puede ser explicado, y tiene que aceptarse
por fe.
3. OBJECIONES CONTRA LA DOCTRINA DE LA INSPIRACIÓN VERBAL.
Muchas objeciones han sido
formuladas contra la doctrina de la inspiración verbal o plenaria. Y no debemos
subestimarlas, sino darles la debida consideración. Algunas parecen muy
plausibles, como las que se basan en los supuestos fenómenos de la Escritura,
tales como errores textuales, aparentes discrepancias, supuestas citas
incorrectas o mal aplicadas, así como dobletes.
Estas objeciones sacan su
fuerza del supuesto de que una teoría de la inspiración que se digne de ser
realmente científica debería estar basada en un estudio inductivo de todos
estos fenómenos. Esto significa que el hombre, en vez de aceptar con sencillez
la enseñanza de la Biblia respecto a su inspiración, quiere determinar por sí mismo
hasta dónde las Escrituras son inspiradas, y esto constituye en esencia una
actitud racionalista.
Debemos aceptar la
enseñanza de la Biblia como concluyente en este punto y así mismo en otros, y luego
ajustar estos fenómenos de la Escritura a la doctrina bíblica de la
inspiración. Y si la solución pareciera imposible al momento, debemos demostrar
nuestra fe esperando con paciencia alguna aclaración posterior. Recordemos
siempre las palabras del Dr. Warfield, que decía: «Es un principio lógico
establecido de que en tanto la debida evidencia por la cual se establece una
proposición permanezca irrefutable, todas las supuestas objeciones contra ella,
deben pasar de la categoría de objeciones contra la verdad de dicha
proposición, a la de dificultades que deben ajustarse a dicha verdad».
A. HAY, SIN EMBARGO, UN PUNTO
QUE MERECE BREVE CONSIDERACIÓN.
La afirmación de que las
Escrituras son, en cada detalle, infaliblemente inspiradas, sólo se refiere a
sus autógrafos, y no en el mismo sentido a los manuscritos que ahora poseemos,
a las presentes ediciones de la Biblia y a traducciones de ella. El texto
original (autógrafos) fue escrito bajo la guía divina y era, por tanto,
absolutamente infalible, pero no se pretende afirmar que un milagro perpetuo
haya venido preservando el sagrado texto de los errores de los copistas. Una
comparación entre los diversos manuscritos existentes revela claramente la presencia
de tales errores.
De ahí que algunos
pretenden sacar la conclusión de que, después de todo, la inspiración de la
Biblia tiene muy poca importancia y no nos garantiza la infalibilidad de su
contenido tal como lo poseemos actualmente. Pero recordemos que la única
conclusión que precede a los hechos recién mencionados es que, en la medida en
que haya errores de trascripción en la Biblia actual, permanecemos sin la
Palabra de Dios.
Sin embargo, permanece el
hecho de que y esto es muy importante, aparte de unos pocos y relativamente
insignificantes errores, estamos en posesión de la Palabra verbalmente
inspirada de Dios.
Entenderemos lo que esto
significa citando las palabras de Moisés Stuart y Garbett (citadas por Patton),
quienes hicieron un estudio especial del texto de la Sagrada Escritura. Stuart
afirma que «de las ochocientas mil variantes de la Biblia que han sido
clasificadas, cerca de setecientas noventa y cinco mil poseen variantes de
significado en hebreo y griego tan intrascendente como cuando comparamos en español
el dilema ortográfico de tener que escribir México o Méjico.
De las demás variantes,
algunas cambian el significado de ciertos pasajes o expresiones e incluso
omiten palabras y frases; pero ni una sola doctrina sufre alteración por ello;
no es necesario remover ningún precepto ni ningún hecho importante sufre
alteración debido a todas las variantes juntas». Y Garbett añade que «aún
cuando pusiéramos de lado toda palabra afectada por estas variantes, bastará
con que se admita la inspiración verbal de todo el resto; pues aquellas
palabras inspiradas en las cuales ninguna variante ha puesto una sombra de
duda, contienen la verdad de Dios de un modo tan completo y expresivo que negar
la inspiración resultaría una negación caprichosa y hasta incluso ridícula». Y
de acuerdo al Dr. Patton:
«Según nuestra opinión, el
texto autógrafo infalible ha sido perpetuado por el trabajo de los transcriptores
y sólo ha sufrido cambio en algunos detalles insignificantes a causa de los
errores de los copistas».
B. FINALMENTE, HAY MUCHOS
HERMENEUTAS Y EXÉGETAS QUE EN SUS TRABAJOS EXEGÉTICOS SE OPONEN DECIDIDAMENTE
AL A PRIORI DE LA INSPIRACIÓN DIVINA.
Inmer, fomenta el principio
de que «toda presuposición que en cualquier forma anticipe el resultado
exegético es inadmisible». Y advierte que «la creencia incondicional en la
autoridad e inspiración de las Escrituras» es presuponer demasiado. Sin
embargo:
(1) El mismo tiene que confesar seguidamente que ningún intérprete
puede deshacerse de todas las presuposiciones. Para ello tendría que salir de
sí mismo, cosa que es imposible. No puede substraerse a sus convicciones más
profundas, ni asumir una actitud indiferente respecto al autor a quien trata de
entender. Y por cierto un teólogo reformado no podrá apartarse de la firme
convicción, la que no es simplemente un asunto de la mente, sino del corazón,
de que la Biblia es la Palabra Infalible de Dios.
(2) La presuposición de que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios
y que tiene, por tanto, autoridad divina, aunque nos da la seguridad de que es
verdadera en cada una de sus partes y no puede contradecirse a sí misma, no
determina por lo general nuestra exégesis de cualquier pasaje particular en un
sentido u otro. Nos permite una gran libertad de movimiento y de decisión.
(3) Es un hecho notable que aquellos que tienen tales escrúpulos de
conciencia contra la presuposición de la inspiración divina en sus labores
exegéticas, se ven a menudo sujetos a otras presuposiciones en un grado mucho
mayor de lo que lo haría la doctrina de la inspiración. Una de las
presuposiciones de nuestros días, que ha producido mucho daño subvirtiendo el
más claro significado de muchos pasajes de la Escritura, es la teoría del
desarrollo evolutivo de la religión de Israel.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Fueron los instrumentos de la revelación inspirados solamente
cuando escribieron los libros de la Biblia, o también lo fueron en su enseñanza
oral?
2. ¿En qué se diferencia la inspiración de los profetas de la de los
apóstoles?
3. ¿Qué elementos se incluyen en la inspiración gráfica (Kuyper) o
transcriptiva (Cave)?
4. ¿En qué se diferencia la inspiración de los escritores de la de
sus escritos?
5. ¿Cuál es la diferencia entre la inspiración, digamos de Miguel de
Cervantes o Rubén Darío y la de David?
6. ¿Es esencial que la inspiración se extienda a las mismas palabras
empleadas?
7. ¿Qué objeciones surgen contra esta doctrina de la inspiración?
LECCIÓN: 9
SEGUNDO. UNIDAD Y DIVERSIDAD EN LA BIBLIA.
1. LOS
DIVERSOS LIBROS DE LA BIBLIA CONSTITUYEN UNA UNIDAD ORGÁNICA.
Debemos hacer énfasis aquí
en la palabra «orgánica». Esto significa que tal unidad no es simplemente mecánica,
como si consistiera en diversas partes preparadas con vistas a su mutua
relación (como las partes de un reloj), las cuales fueron en última instancia
recolectadas en un volumen. No debemos comparar la Biblia a una catedral
construida según los planos específicos de un arquitecto, sino a un árbol
corpulento, producto de un crecimiento progresivo.
La Biblia no fue hecha,
sino que creció; y la composición de sus diversos libros marca los peldaños de
su desarrollo progresivo. Es, en última instancia, el producto de una sola
mente, la expresión de un solo principio fructífero, ramificándose en diversas
direcciones. Sus diferentes partes son mutuamente dependientes y juntas,
sirviendo al organismo como un todo. La misma Escritura testifica de su unidad
en más de una forma. Observemos particularmente lo siguiente:
A. Los pasajes que hemos citado para probar la inspiración de la
Biblia, y muchos otros que pudieran añadirse, destacan el hecho de que la
Escritura tiene un autor primordial. Es en todas sus partes producto del
Espíritu Santo.
B. El contenido de la Biblia, a pesar de su variedad, revela una
unidad maravillosa. Todos sus libros tienen a Jesucristo como centro de su
unidad, todos ellos se refieren de alguna manera a la obra redentora y al
establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra. Además, todos concuerdan en
su enseñanza doctrinal y en su valor práctico para la vida. Ha sido una de las
maravillas de los siglos el que 66 libros, que surgieron gradualmente en el
transcurso de 1,600 años, revelen tan notable unanimidad.
C. El carácter progresivo de la revelación divina es también una
prueba firme de su unidad. El estudio de la teología bíblica o historia
revelationis, demuestra este hecho de un modo creciente. Las Escrituras revelan
el desarrollo de un solo pensamiento divino con varias subdivisiones, a saber,
el plan de la gracia de Dios en Jesucristo para la redención de los pecadores.
Nos muestran el capullo de la promesa divina abriéndose gradualmente hasta
convertirse en una hermosa flor. Cristo proyecta la sombra de su venida y
finalmente aparece en persona.
D. Las citas colectivas de la Escritura destacan también su unidad.
Los escritores del Nuevo Testamento a menudo ilustran o prueban alguna verdad
particular citando varios libros del Antiguo Testamento; con esto revelan la
convicción de que los distintos libros poseen la misma autoridad divina.
Hallamos ejemplos de esto en Romanos 3:10–18, donde Pablo cita Eclesiastés
7:20; Salmo 14:2–3; 5:10; 140:4; 10:7; Isaías 59:7, 8 y Salmo 36:2.
Para otros ejemplos véase Hebreos 1:5–13; 2:6–8, 12, 13. En relación
con el texto en Romanos, Turpie dice: «Esta referencia, formada con diversos
pasajes del Antiguo Testamento, nos da un ejemplo de cita combinada, y puesto que le precede un
«como está escrito» nos hace saber que los diversos escritos de donde fue tomada—esto
es, Salmos, Eclesiastés e Isaías— son igualmente
Sagrada Escritura y se hallan situados en el mismo plano. Si estas
afirmaciones fueran de diferente valor, ¿cómo podía el apóstol ponerlos todos
juntos?»7
E. De un modo indirecto, la unidad de la Escritura queda demostrada
por el hecho significativo de que los autores del Nuevo Testamento, al citar
del Antiguo Testamento, ocasionalmente alteran los pasajes citados o los
aplican en un sentido que no aparece en el Antiguo Testamento. Este proceder difícilmente
puede ser defendido, excepto si presuponemos que el Espíritu Santo sea el autor
de toda la Biblia, lo cual le da naturalmente el derecho de citar y aplicar sus
propias palabras como lo ve oportuno.
2. JUNTO
CON ESTA UNIDAD, SIN EMBARGO, LA BIBLIA REVELA TAMBIÉN LA MAYOR DIVERSIDAD.
Hay varias distinciones que
deben tenerse en cuenta al interpretar las Sagradas Escrituras.
A. LAS DIFERENCIAS ENTRE EL ANTIGUO Y EL NUEVO TESTAMENTO.
Éstos difieren en los
siguientes aspectos:
(1) Respecto al contenido. El
Antiguo Testamento contiene la promesa; el Nuevo Testamento el cumplimiento. El
primero señala a la venida de Cristo y nos conduce a él; el segundo parte de
él, señalando su completo sacrificio como la expiación por el pecado del mundo.
El Antiguo Testamento es el capullo; el Nuevo Testamento, la flor; o como lo
expresara San Agustín: «El Nuevo Testamento está oculto en el Antiguo y el
Antiguo nos es abierto en el Nuevo».
(2) En cuanto a la forma. El
Antiguo Testamento es profético, mientras que el Nuevo es apostólico. El elemento
simbólico, muy prominente en el primero, es reducido al mínimo en el segundo.
Además, el factor divino es más prominente en el Antiguo Testamento que en el
Nuevo. No se sabe quiénes fueron los autores humanos de muchos libros del
Antiguo Testamento y en los libros proféticos a menudo parecen sumergidos en su
autor divino. Además, el Espíritu Santo obra sobre ellos desde fuera. En el Nuevo
Testamento en cambio, el Espíritu Santo reside en la Iglesia y opera en los
apóstoles desde dentro. Por esto el factor divino se pierde de vista.
(3) En su lenguaje. El
Antiguo Testamento está escrito en lengua hebrea, con excepción de algunas partes
de Daniel y unos pocos versículos de Jeremías y Esdras; mientras que el Nuevo
Testamento está escrito en griego helenístico.
B. DISTINCIÓN ENTRE LOS VARIOS LIBROS DE LA BIBLIA.
El hecho de que el Espíritu
Santo empleara a profetas y apóstoles con sus idiosincrasias personales, sus
talentos naturales y su conocimiento adquirido, da naturalmente lugar a una
diversidad considerable. Cada autor puso en su libro un sello definido. Cada uno
desarrolló sus propios pensamientos de forma distinta, los presentó según la
ocasión requería y los expresó en su estilo característico. Hay una gran
diferencia, por ejemplo, entre Isaías y Jeremías, entre Pablo y Juan. No todos
tienen el mismo vocabulario ni escriben en el mismo estilo. Sus escritos no tienen
el mismo contexto histórico y no presentan la verdad desde el mismo punto de
vista. Cada libro de la Biblia tiene un carácter individual.
C. LA DIFERENCIA ENTRE LAS FORMAS FUNDAMENTALES DE LA REVELACIÓN DIVINA.
(1) Dios expresó parte de su revelación en forma de narración histórica. Es muy
importante recordar que los hechos históricos narrados en la Biblia forman
también parte esencial de la revelación divina y deben ser interpretados como
tales.
(2) Dios nos hizo conocer parte de su voluntad por medio de discursos o escritos didácticos. En el Antiguo Testamento, la hallamos
especialmente en la Ley y en la literatura sapiencial; mientras que en el Nuevo
Testamento se encuentra en las parábolas y discursos del Señor, así como en las
epístolas apostólicas.
(3) También Dios nos da una visión de los misterios de su consejo por
medio de la profecía. Ésta interpreta
los caminos de Dios en el pasado, revela su voluntad para el presente y abre
brillantes visiones del futuro para consolación del pueblo de Dios.
(4) Finalmente, él se revela también en la poesía, por la cual oímos
las vibrantes notas de una poderosa orquesta. El doctor Stuart Robinson dice
poéticamente: «Notas del conmovido corazón de Dios llevan el canto; y las
cuerdas de corazones humanos, tocadas por su gracia, son el coro que responde».
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Es la Biblia un libro planeado? En tal caso, ¿en qué sentido?
2. ¿Por qué constituye una unidad orgánica más bien que mecánica?
3. ¿Qué lazos de unión hay entre el Antiguo y el Nuevo Testamento?
4. ¿Por qué razón se enfatiza en nuestros días más bien la diversidad
que la unidad de la Biblia?
5. ¿Por qué deberían los intérpretes de la Biblia proceder sobre la
base de la unidad de la Biblia?
6. ¿Por qué deben tomar también en consideración su diversidad?
LECCIÓN: 10
TERCERO. LA UNIDAD DEL SIGNIFICADO DE LAS ESCRITURAS
Es muy importante entender
desde el principio que la Escritura tiene solamente un significado y es, por
tanto, susceptible a la investigación lógica y científica. Este principio
fundamental debe colocarse en primer plano, en oposición a la tendencia (que la
historia nos muestra y que persiste en algunas esferas aun en nuestro tiempo)
de aceptar diversos significados; tendencia que hace imposible la ciencia
hermenéutica y abre la puerta a toda clase de interpretaciones arbitrarias.
La ilusión del significado
múltiple viene principalmente del hecho de que se ha malentendido algunos
rasgos importantes de la Sagrada Escritura: tales como su lenguaje figurado,
sus aspectos misteriosos e incomprensibles, sus hechos, acciones y ritos
simbólicos, sus profecías con un doble o triple cumplimiento, y sus tipos de
realidades venideras.
1. BASES
PARA ESTE PRINCIPIO.
Debemos sostener que la
Escritura tiene tan sólo un significado propio, cualesquiera sean los diversos
significados que puedan tener las palabras por separado. Esto se desprende,
necesariamente, de las siguientes consideraciones:
A. LA VERACIDAD DE DIOS.
Es un principio estable
entre los hombres que un hombre veraz se exprese normalmente en lenguaje
inequívoco. La conciencia humana nunca ha aprobado el método equívoco de los
jesuitas. Y si un hombre veraz no haría uso, concienzudamente, de un doble
lenguaje, Dios, que es la verdad absoluta, no puede habernos dado una
revelación con la idea de engañarnos.
B. EL PROPÓSITO DE LA REVELACIÓN DE DIOS.
Dios revela su voluntad y
el camino de salvación a los hombres, a fin de ser glorificado en la redención
de los pecadores. Él tenía en mente un fin glorioso y misericordioso. En vista
de esto, es totalmente inconcebible que hubiese provisto para los hombres una revelación
dudosa, ya que esto destruiría el mismo propósito que procuró realizar.
C. LA NECESARIA CONGRUENCIA ENTRE LA REVELACIÓN DEL LOGOS EN LA MENTE DEL
HOMBRE, Y SU REVELACIÓN EN LA NATURALEZA Y EN LA ESCRITURA.
Es precisamente la adaptación
de la una a la otra lo que hace posible todo conocimiento. La Revelación, para
poder ser comprendida, debe ser racional. Sería el colmo de la inconsistencia
pensar que Dios se ha revelado a sí mismo de una forma razonable en la
Naturaleza, pero no en la Escritura, que constituye, según creemos, su más
perfecta revelación. Significaría que la verdad de la Biblia no podría ser
investigada por métodos lógicos, ni comprendida intelectualmente.
D. EL CARÁCTER DEL LENGUAJE HUMANO EN EL CUAL LA BIBLIA FUE ESCRITA.
La lógica de la mente
humana se refleja naturalmente en el lenguaje que el hombre usa. Y es
absolutamente extraño al carácter de este lenguaje que una palabra tenga dos,
tres o más significados en conexión con una proposición particular. De ser así,
toda comunicación entre los hombres sería enteramente imposible.
2.
SALVAGUARDAS CONTRA LA MALA INTERPRETACIÓN DE ESTE PRINCIPIO.
Pero aun cuando debemos
constantemente tener en cuenta el gran principio de que la Escritura tiene solamente
un significado propio, debemos guardarnos contra algunas malas
interpretaciones.
A. Es necesario distinguir entre el significado real de un pasaje de
la Escritura y el significado que le atribuyen diversos intérpretes. Las muchas
interpretaciones dadas a menudo a un solo pasaje no destruyen la unidad de
significado de la Escritura.
B. Debería distinguirse también entre el significado propio de un
pasaje y las diferentes formas en que puede ser aplicado. El mismo significado
puede ser usado prácticamente según las circunstancias, ya sea para advertir,
exhortar, consolar o reprender.
C. Es también de gran importancia saber distinguir entre el
significado literal y el místico, y comprender que ambos no constituyen un
significado doble, sino simple. Varios pasajes de la Sagrada Escritura tienen,
junto a su significado literal, un significado simbólico o típico. Las cosas
que se mencionan en la narración son símbolos o tipos de otras cosas. En todos
estos casos, el significado místico está basado sobre el literal, y constituye
el significado propio de la Palabra de Dios.
D. Finalmente, debe hacerse una cuidadosa distinción entre un doble
significado y el doble cumplimiento de cualquier profecía. Algunas profecías se
cumplen por medio de varios hechos o eventos sucesivos.
En tales casos, el primer
cumplimiento es parcial y típico de aquellos que aún no se han cumplido. Y es sólo
en el cumplimiento final que el significado de tales profecías quedará agotado.
Sin embargo, esto no nos da derecho para hablar de un significado doble en la
profecía.
Si se nos preguntara si es
permisible hablar de un significado más profundo de la Escritura (huponoia), daríamos una
respuesta afirmativa; pero es necesario guardarnos contra una mala interpretación.
Propiamente entendido, el significado más profundo de la Biblia no constituye
un segundo significado. En todos los casos este significado más profundo está
basado sobre el literal, y es el propio y verdadero significado de la
Escritura.
El significado real de la
Escritura no siempre se halla en su superficie. No es cierta la aserción de que
la intención de los autores humanos (determinada por el método
histórico-gramatical) agota siempre el significado de la Escritura, y que
representa en toda su plenitud, el significado del Espíritu Santo.
Muchos de los tipos del
Antiguo Testamento señalaban en última instancia realidades del Nuevo. Muchas
profecías alcanzaron su cumplimiento final en Jesucristo, aun cuando hubiesen
tenido cumplimiento parcial en el pasado, y muchos de los salmos dan expresión
al gozo o tristeza, no meramente de los poetas, sino del pueblo de Dios como un
todo, y en algunos casos a los sufrimientos y triunfos del Mesías. Estas
consideraciones nos conducen a lo que podríamos denominar como el significado
más profundo de la Sagrada Escritura.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Cómo ha podido originarse la teoría del significado doble o
triple de la Biblia en relación con su lenguaje figurado, y en relación con
tipos y símbolos o en conexión con sus profecías?
2. ¿Cómo fomentan algunos intérpretes la idea de un doble
significado?
3. ¿De qué se trata el supuesto «significado más profundo» del cual
debemos cuidarnos?
LECCIÓN: 11
CUARTO: EL ESTILO DE LAS ESCRITURAS: CARACTERÍSTICAS
GENERALES
El estilo de la Escritura
se discute aquí tan sólo de un modo muy general, y desde el punto de vista exegético
más bien que literario. Solamente indicamos aquellas peculiaridades que tienen
algo que ver con la interpretación de la Biblia, y que son más o menos únicas.
1.
SIMPLICIDAD DEL ESTILO DE LA ESCRITURA.
Tanto los eruditos
creyentes como incrédulos, han comentado a menudo sobre la simplicidad de la
Biblia. Los más elevados asuntos son tratados allí de una forma tan profunda
como simple, siendo el resultado inmediato una perfecta visión de la verdad. La
simplicidad de estilo es característica de la lengua hebrea y en cierta medida
también de la griega del Nuevo Testamento. Observemos lo siguiente:
A. En la lengua hebrea, casi todas las raíces consisten en tres
radicales. Hay sólo dos tiempos en los verbos: el perfecto y el imperfecto; y
sólo dos géneros: masculino y femenino, desconociéndose el neutro. Los verbos y
nombres compuestos son muy pocos y casi todas las oraciones son coordinadas.
B. La relación entre las distintas oraciones está indicada en muchos
casos por una simple cópulavav (y) en lugares donde la conexión lógica requeriría una conjunción
más específica. Puede ser explicativa («por tanto»), Amos 3:11; 4:10;
adversativa («mas» o «aunque»), Jue. 16:15, Sal. 28:3; inferente («entonces»,
«así que», «por lo tanto»), Ez. 8:18; causal («porque» o «debido a»), Sal.
5:12; y final («a fin de que»), principalmente en oraciones cohortativas y
yusivas. En el Nuevo Testamentokai se usa a menudo en todos estos sentidos.
C. El frecuente uso de las hendíadis,
en las cuales dos palabras conectadas por una conjunción expresan la
misma idea, como si se tratara de una sola palabra acompañada de algún
calificativo, p. ej., «y sirvan de señales para las estaciones, para días y
años» (Gn. 1:14); «una ciudad que es madre en Israel» (2 S. 20:19); «de la
esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga» (Hch. 23:6).
D. Hallamos a menudo un discurso directo donde debería esperarse el
indirecto. Véanse ejemplos en los siguientes lugares: 2 S. 13:32; Is. 3:6; Jer.
3:16; Sal. 2:3; Mat. 1:20, 23; 2:3, 5. (Como indicación de la simplicidad del
griego del Nuevo Testamento, véase más abajo, punto 5.)
2. EL
ESTILO VÍVIDO DE LA ESCRITURA.
La cultura del Cercano
Oriente se expresa por lo general de manera muy vívida. Los autores de la
Biblia no escapan de esta realidad cultural. Matizan en distintas formas la
revelación divina que llega por medio de ellos.
A. Revelan una tendencia resuelta a representar verdades abstractas
en formas concretas. Cualidades espirituales son a menudo descritas bajo la
figura de aquellas partes del cuerpo que pueden simbolizarlas. Por
consiguiente, se representan el poder y la ira de Dios por medio de la imagen
de su brazo y nariz, respectivamente; y se relaciona la expresión de su
benevolencia o desaprobación con la figura de hacer resplandecer o bien ocultar
su rostro. (Véase Sal. 89:13; 18:8; 4:6; 44:24.) Es probable que a veces la
representación del pecado se personifique en el pecador.
B. Perciben la naturaleza que les rodea como dotada de vida, y en
consecuencia la personifican repetidamente. Las cosas inanimadas son
representadas como masculinas o femeninas, y el género depende generalmente de
las cualidades que revela. Se le atribuye a toda la creación inteligencia y voluntad,
emociones y deseos. Ejemplos de tales descripciones animadas de la naturaleza
inerte se pueden encontrar en Sal. 19:2–3; 96:12; 98:8; Is. 55:12; y Ro.
8:19–22.
C. Los historiadores bíblicos no narran simplemente, sino que pintan
la historia. Hacen pasar los hechos ante los ojos del lector como en una vista
panorámica. Por ello, usan con frecuencia la palabra: «He aquí». Es muy
probable que esto explique el uso del imperfecto hebreo con un vay conversivo,
en narraciones continuadas que empezaron con un perfecto. La cultura del
Cercano Oriente prefería representar las acciones, no como completas en el
pasado, sino como en proceso de cumplimiento, como realizándose en el presente.
En el Nuevo Testamento se encuentran varios ejemplos de esto en el uso
extensivo del presente.
D. Algunas expresiones redundantes contribuyen al estilo vívido de
la Escritura. Por ejemplo: «Abrió su boca y habló»; «alzó sus ojos y vio»;
«alzó su voz y lloró»; «inclina tu oído y oye».
3. EL
AMPLIO USO DEL LENGUAJE FIGURADO.
Esto se debe en parte a la
incapacidad de describir cosas espirituales o celestiales en lenguaje literal,
y en parte por la preferencia oriental por las representaciones pictóricas y
plásticas; y también en parte por el deseo de variedad y belleza literaria.
Puesto que tendremos que
tratar más adelante del lenguaje figurado de la Biblia, dejaremos este tema de
momento.
4. EL
DISTINTIVO PARALELISMO DE ORACIONES, QUE CARACTERIZA GRAN PARTE DE LA POESÍA Y
PARTE DE LA PROSA BÍBLICA.
El obispo Lowth fuel el
primero en usar la expresión parallelismus
membrorum para describir esta peculiar característica del lenguaje bíblico,
de que «en dos líneas o miembros del mismo período, por lo general cosas
corresponden a cosas y palabras a palabras». Esta forma poética se encuentra
particularmente en los salmos, pero también en otros escritos poéticos y de
prosa. El obispo Lowth distingue tres clases de paralelismo, y el doctor Jebb
añadió una cuarta. Las ofrecemos a continuación:
A. Paralelismo sinónimo, cuando
la misma idea se repite en diferentes palabras. Estas pueden ser similares (Sal. 24:2; Job 6:5) o
idénticas (Pr. 6:2; Sal. 93:3).
B. Paralelismo antitético, cuando
el segundo miembro de una línea o versículo expresa el lado opuesto del mismo
pensamiento. Esta forma se encuentra especialmente en el libro de los
Proverbios. Puede ser simple (Pr.
14:34; Sal. 30:6) o bien compuesto (Is.
1:3, 19 y 20).
C. Paralelismo sintético, al
que se da también el nombre de constructivo y epitético. La segunda frase añade
algo nuevo a la primera, o la explica. El paralelismo puede ser
correspondiente, cuando la primera línea corresponde con la tercera, y la
segunda con la cuarta (Sal. 27:1; 35:26 y 27), o cumulativo, cuando existe una
acumulación de ideas sucesivas que conducen algunas veces a un clímax. (Sal. 1:1–2; Is. 55:6 y 7; Heb. 3:17).
D. Paralelismo invertido o
quiástico, el cual se define como un paralelismo construido en orden
inverso, cuyos hemistiquios se ubican en forma de quiasmo. (Véase Pr. 23:15–16;
10:4 y 5; 13:24).
5.
ASPECTOS CARACTERÍSTICOS DEL LENGUAJE DEL NUEVO TESTAMENTO.
Por último, el lenguaje del
Nuevo Testamento tiene ciertas características. No es el griego puro del
período clásico, sino el griego helénico, a menudo llamado koinē o lenguaje común. Por mucho
tiempo se sostuvo la idea de que el lenguaje del Nuevo Testamento había sido
fuertemente influenciado por el griego de la Septuaginta, y por medio de ésta,
por el hebreo y arameo. El predominio de esta postura fue desafiado por
eruditos como Deismann, Moulton y Milligan, Robertson y Goodspeed.
Bajo su influencia
prevaleció por un tiempo la opinión de que el griego del Nuevo Testamento
contiene apenas algún verdadero hebraísmo. Hoy, sin embargo, el péndulo se
inclina hacia otra dirección. Debido a las investigaciones de C. C. Torrey y su
escuela, prevalece de nuevo el primer punto de vista que reconocía una fuerte
influencia del arameo en el griego koinē
del Nuevo Testamento. La cuestión todavía no
está resuelta definitivamente y, por tanto, no puede hablarse con seguridad de
los varios factores que moldearon el lenguaje del Nuevo Testamento.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿En qué difiere el estilo
de los libros históricos del de los proféticos y poéticos?
2. ¿Qué diferencias
características hay entre el estilo de Marcos y el de Lucas?
3. ¿Por qué se llama
hebraísta al estilo de Juan?
4. ¿Qué contrastes
característicos hay en los escritos de Juan?
5. ¿Qué contrastes se
encuentran en las epístolas de Pablo?
LECCIÓN: 12
QUINTO: LA POSICIÓN EXEGÉTICA DEL INTÉRPRETE LA
RELACIÓN DEL INTÉRPRETE CON EL OBJETO DE SU ESTUDIO.
A diferencia de la Iglesia
de Roma, las iglesias de la Reforma, aceptaron el importante principio de que
cada individuo tiene el derecho de investigar e interpretar por sí mismo la
Palabra de Dios. Es verdad que también mantuvieron que a la iglesia, en virtud
de su protestas doctrinal, le
ha sido confiada la importante tarea de preservar, interpretar y defender la
Palabra de Dios, para cuya suprema tarea ha sido capacitada por el Espíritu
Santo; pero repudiaron la idea de que toda interpretación eclesiástica es, por
sí misma, infalible y obligatoria para las conciencias.
Las interpretaciones de la Iglesia
tienen autoridad divina tan sólo hasta donde armonizan con las enseñanzas de la
Biblia como un todo, y cada individuo debe juzgar por sí mismo esta realidad.
Los protestantes niegan que Dios haya constituido la Iglesia, por medio de sus
partes designadas, como intérprete especial de la Divina
Palabra, y mantienen que
cada cristiano tiene el privilegio de estudiar e interpretar por sí mismo la Sagrada
Escritura. Esta posición se basa en:
(1) pasajes tales como Deuteronomio 13:1–3; Juan 5:39 (si el verbo es
indicativo); y Gálatas 1:8 y 9;
(2) en el hecho de que Dios declara a cada hombre responsable por su
propia fe y conducta; y
(3) en el hecho adicional de que la Sagrada Escritura no se dirige
exclusivamente, ni aun principalmente, a los oficiales de la Iglesia, sino al
pueblo que constituye la Iglesia de Dios.
Este principio también da a
entender que la actitud del intérprete con respecto al objeto de su estudio,
debe gozar de perfecta libertad.
La Iglesia de Roma
restringió sucesivamente esta libertad:
(1) por una traducción de la
Biblia aprobada por la Iglesia;
(2) por la tradición,
especialmente por el consensus omnium
patrum;
(3) por las decisiones de los
Concilios; y:
(4) por los fallos infalibles
del Papa.
Los protestantes nunca
aceptaron, al menos en principio, semejante teoría; aunque en la práctica han
revelado, ocasionalmente, cierta tendencia a permitir que la dogmática o
principios confesionales señoreen sobre la interpretación de la Biblia. Es
innecesario decir que cada intérprete debe tener en cuenta las labores
exegéticas de edades pretéritas, que se cristalizaron en los credos, y que no
debe apartarse con ligereza de aquellos puntos de doctrina que han venido a ser
communis opinio. Pero jamás
deberá permitir que el fruto de dicha exégesis se convierta en su norma. No
puede legítima ni consistentemente permitir que la Iglesia domine la conciencia
en materias de interpretación.
Pero, aunque es cierto que
el intérprete debe ser perfectamente libre en sus labores, no debe confundir su
libertad con libertinaje literario. Es libre, ciertamente, de toda restricción
y autoridad externa, pero no es libre de las leyes inherentes al objeto de su
interpretación. La Palabra escrita lo restringe en todas sus exposiciones, y no
tiene el derecho de atribuir sus pensamientos a los autores del texto sagrado.
Este principio es generalmente reconocido hoy día. Es muy distinto, sin
embargo, cuando se sostiene que la libertad del intérprete está limitada por el
hecho de que la Biblia es inspirada, y, por tanto, palabra de Dios plenamente
consistente. No obstante, este principio debe ser reconocido por todos los
intérpretes reformados.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Quién fue el primero en defender el derecho al juicio privado?
2. ¿Cómo propusieron los reformadores arreglar las diferencias de
interpretación?
3. ¿Tiene el intérprete que se adhiere a cierto credo el derecho de
apartarse de él en sus exposiciones?
4. ¿A qué medidas debe recurrir en caso de conflicto entre su
interpretación de la Biblia y su credo?
LECCIÓN: 13
LA INTERPRETACIÓN GRAMATICAL
PRIMERO.
EL SIGNIFICADO DE CADA PALABRA
La Biblia fue escrita en
lenguaje humano y, por tanto, debe ante todo ser interpretada gramaticalmente.
En el estudio del texto el intérprete puede proceder de dos maneras. Puede
empezar por la oración gramatical como un todo, por la expresión del
pensamiento del escritor como una unidad, y entonces descender a los detalles,
a la interpretación de conceptos y palabras separadas. O bien puede empezar con
estas últimas, y gradualmente ascender a la consideración del argumento o pensamiento
como un todo.
Desde un punto de vista
puramente lógico y psicológico es preferible el primer método. Pero, por
razones prácticas es aconsejable empezar la interpretación de literatura extranjera
con un estudio de las palabras por separado, así que seguiremos este orden en
nuestra exposición. Tres cosas son dignas de ser consideradas aquí:
1. LA ETIMOLOGÍA DE LAS PALABRAS.
El significado etimológico
de las palabras merece primera atención; no por ser lo más importante para el
exégeta, sino porque procede, lógicamente, a todos los otros significados. Como
regla, no es aconsejable que el intérprete se extienda mucho en investigaciones
etimológicas. Este trabajo es muy difícil y puede ser dejado a los
especialistas.
Además, el significado
etimológico de una palabra no siempre da luz sobre su significado en el presente.
Al mismo tiempo, es aconsejable que el expositor de la Sagrada Escritura tenga
en cuenta la etimología establecida de una palabra, ya que ello puede, en
algunos casos, ayudar a determinar su significado real, o iluminarlo de modo
sorprendente. Pensemos, por ejemplo, en las palabras hebreas kofer, kippurim , ykapporet , las que
traducidas significan respectivamente: «rescate», «redenciones» y «expiaciones»
o «propiciatorio».
Todas ellas se derivan de
la raíz kafar, que significa
«cubrir», y contienen la idea de redención o expiación cubriendo la falta
cometida. La sangre redentora de Cristo cubre al pecado o al pecador, lo cual
era tipificado por la sangre de los sacrificios del Antiguo Testamento. O
tomemos, del Nuevo Testamento, la palabra ekklesia , derivada deek- ykalein . La palabra designa a la
iglesia, tanto en la Septuaginta como en el Nuevo Testamento, y señala al hecho
de que ella consiste en un pueblo que ha sido «convocado de entre», es decir,
de entre el mundo para que le rinda una devoción especial a Dios.
En la edición inglesa, después de
este párrafo, el autor ofrece un ejercicio de investigación etimológica. Hemos incluido
una adaptación de dicho ejercicio para propósitos de referencia. Ejercicio:
Búsquese el significado original de las siguientes palabras:
2. EL USO CORRIENTE DE LAS PALABRAS.
El significado corriente de
una palabra es mucho más importante para el intérprete que su significado
etimológico. A fin de interpretar la Biblia correctamente, se debe estar
familiarizado con los significados que las palabras adquieren en el curso del
tiempo, y con el significado en el cual las usan los autores bíblicos. Es muy
importante entender este punto.
Podría pensarse que se
puede lograr fácilmente esto consultando algún buen diccionario lexicográfico,
el cual ofrecería, por lo general, tanto el significado original como los
significados derivados de las palabras, y generalmente señalaría el significado
de su uso en cada pasaje determinado. Para la mayoría de casos, consultar un
diccionario lexicográfico nos ofrecería información perfectamente verídica. Al
mismo tiempo, se debe tener presente que no podemos confiar con absoluta
certeza en dichos diccionarios, especialmente cuando tratan con detalles
particulares.
Estos diccionarios ofrecen
simplemente los resultados de las labores exegéticas de varios intérpretes con
opiniones dispares que el lexicógrafo tuvo que evaluar y decidir al respecto.
Es muy posible, y en algunos casos perfectamente evidente, que la elección de
significado haya sido determinada por los prejuicios dogmáticos del autor.
Tregelles nos advierte acerca de este peligro en el preámbulo de la segunda
edición de su Gesenius: «De aquí se desprende la peculiar importancia
mencionada anteriormente, de prestar la debida atención a la filología hebrea.
Un conocimiento real del
lenguaje, o por lo menos la habilidad de usar de un modo propio las obras de
escritores competentes, mostrará a menudo que la aserción dogmática de que el
significado de una palabra u oración en hebreo debe ser algo muy especial, no
es más que un petitio principii4
inventado en favor de ciertas conclusiones a las que se quiere llegar. Pero
cualquier erudito competente podrá ver, no sólo que tal significado extraño no
es necesario, sino que a veces es inadmisible, a menos que se nos permita
recurrir a conjeturas muy arbitrarias.
La manera en que algunos
han introducido dificultades en la cátedra de filología hebrea, ha sido asignando
nuevos y extraños significados a palabras hebreas, afirmando que tales
significados deben ser los
correctos en determinados pasajes (y en ningún otro lugar); limitando el
significado de una raíz o palabra, para así dar a entender que existe algún
error por parte de los autores sagrados».
Si el intérprete tiene
alguna razón para dudar del significado de una palabra, tal como aparece en el diccionario
lexicográfico, tendrá que investigar por sí mismo. Tales trabajos son sin duda
muy fructuosos, pero en extremo difíciles, por causa de que:
(A) Algunas palabras tienen varios significados, algunos literales y
otros figurados;
(B) El estudio de palabras análogas en otras lenguas requiere cuidadosa
distinción, y no siempre nos ayuda a fijar el significado exacto de una
palabra, ya que las palabras correspondientes en otras lenguas no siempre
tienen exactamente el mismo significado original y derivado;
(C) En el estudio de las palabras del Nuevo Testamento es imperativo
tener en cuenta, no solamente el koinē escrito, sino también elkoinē
hablado;
(D) No siempre es seguro determinar qué significado tiene una palabra
en el Nuevo Testamento, deduciendo su significado del a Del hebreo: חָטָא (pecar); אָבָה (estar dispuesto); צַדִּיק (persona justa o piadosa); קָהָל (asamblea, congregación); עֵדָה (congregación, asamblea). Del griego: κληρονομία; μακροθυμία; εὐτραπελία; σπερμολόγος.
Griego clásico, ya que el
cristianismo ha impuesto, en muchos casos, un nuevo significado a tales palabras. Además, es precario asumir que una
palabra tiene siempre el mismo significado en la Sagrada Escritura. Dios se ha revelado a nosotros y nos
ha «hablado muchas veces y de muchas maneras».
Su revelación fue progresiva, y puede haber
enriquecido el significado de las palabras en el curso de su desarrollo.
Pero no importa cuán
difícil pueda ser esta tarea, no debe disuadir al intérprete. De ser necesario,
debe realizar por sí mismo un estudio completo de la palabra, y la única manera
para hacerlo es por el método inductivo. Será de su incumbencia;
(A) Buscar con la ayuda de una concordancia hebrea o griega los
lugares en que se menciona tal palabra;
(B) Determinar el significado de la palabra en relación con cada uno de
los pasajes en que ocurre, y:
(C) Hacer esto por medio de ayuda interna más bien que externa.
Los diversos significados
de una palabra irán apareciendo poco a poco, a medida que avanzamos en nuestro
estudio. El intérprete debe precaverse, sin embargo, de formular conclusiones precipitadas,
y nunca debería basar su inducción en una sola parte del material que existe al
respecto.
Tal estudio inductivo puede capacitarle
para:
(A) Determinar si el significado dado por un determinado diccionario
lexicográfico es correcto o incorrecto;
(B) Tener certeza respecto a algún significado que el diccionario
señala como dudoso; y:
(C) Descubrir un significado que no se había atribuido antes a tal palabra.
Las denominadas hapaxlegomena constituye una
dificultad especial. Puede ser de dos clases:
(A) Absoluta, cuando una palabra se encuentra sólo una vez en toda
la literatura conocida; y:
(B) Relativa, cuando se encuentra una sola vez en la Biblia.
La primera es
particularmente difícil para el intérprete. El origen de tales palabras se
pierde a menudo en la oscuridad y su significado sólo puede ser determinado de
un modo aproximado por el contexto en que ocurre y por la analogía de palabras semejantes
en la misma u otras lenguas. Véase, por ejemplo, la palabra epiousios en Mateo 6:11 y
Lucas 11:3, y pistikos en Marcos 14:3 y Juan 12:3.
3. EL USO DE PALABRAS SINÓNIMAS.
Todo lenguaje contiene
sinónimos y antónimos. Las palabras sinónimas son las que tienen el mismo
significado o bien concuerdan en uno o más de sus significados, aunque difieran
en otros. A menudo concuerdan en su significado fundamental, pero dan expresión
a diferentes aspectos del mismo. El uso de los sinónimos sirve para embellecer
el lenguaje, ya que permite al autor variar sus expresiones. Además, enriquece
el lenguaje permitiendo expresar de un modo más minucioso los diversos matices
y aspectos de cualquier idea.
Las lenguas en que fue
escrita la Biblia son ricas en sinónimos y en expresiones sinónimas. Es lamentable
que en las traducciones, éstas no hayan podido ser retenidas. En algunos casos
era totalmente imposible, pero en otros podía hacerse. Pero aun cuando algunas
de las diferencias más sutiles se pierdan en la traducción, el intérprete jamás
debe perderlas de vista. Debe más bien estar atento a todas las ideas
relacionadas que la Biblia contiene, y ser ágil para advertir lo que tienen en común
y aquello en que difieren. Éste es el sine
qua non de un conocimiento eficaz y entendido de la revelación bíblica.
Para ello se deben
aprovechar las obras de referencia disponibles en español. Pero estas obras no son
exhaustivas, y existe la posibilidad de que sus distinciones no convenzan al
intérprete. En tales casos tendrá que hacer un estudio inductivo por sí mismo,
lo cual es extremadamente difícil. En el prefacio a la octava edición de su obra,
Trench nos da algunas valiosas indicaciones sobre el modo de proceder en tal
investigación.
Algunos ejemplos nos
ilustran la importancia de distinguir cuidadosamente el significado exacto de las
palabras sinónimas. En Isaías 53:2 se usan tres palabras para expresar la
ausencia de gloria externa en la vida del siervo del Señor. Allí leemos: «no
hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le
deseemos» (RV60). La primera palabra (to’ar)
significa «forma», con la idea adicional de belleza; y, por lo tanto, se
refiere a la belleza corporal.
Compárese 1 Samuel 16:18.
La segunda (hadar) se refiere a
un adorno, y aplicada a Dios nos describe su majestad. Más que a una forma
física, la palabra señala la manera en que el Señor aparecería entre los
hombres, esto es, en un estado de humillación. Y la tercera (mar’eh , dera’ah , «ver»), se refiere
algunas veces a una apariencia externa que es la expresión de (y, por tanto, se
halla en armonía con) un ser interior esencial. El significado de esta profecía
parece ser que el aspecto externo del Señor no sería tal como los judíos esperaban
del Mesías.
El Nuevo Testamento nos
provee de un buen ejemplo en Juan 21:15–17. Cuando el Señor resucitado le
preguntó al desanimado Pedro sobre su amor hacía él, empleó dos palabras: agapaō y fileō. Trench nos da la
distinción entre ambas con las siguientes palabras: «La primera expresa un apego
más razonable en cuanto a lo que se elige y selecciona, significando que el
objeto elegido es digno de dicha consideración; o también, en el significado de
que la persona es digna de tal aprecio, pues es un benefactor, o algo parecido.
Mientras que la segunda,
sin que con ello se le considere necesariamente como un apego irrazonable, da
menos razón de sí misma, es más bien un afecto instintivo de los sentimientos o
afectos naturales, e implica mayor pasión». La primera, basada sobre la admiración
y el respeto, es un amor controlado por la voluntad y de carácter duradero;
mientras que la última, basada en el afecto, es un amor impulsivo y susceptible
a enfriarse fácilmente.
Pues bien, cuando el Señor
pregunta a Pedro: «¿Me amas?», usa la primera palabra agapaō. Pero Pedro no se atrevió
a responder afirmativamente a la pregunta de que si amaba al Señor con un amor
permanente, capaz de los mayores triunfos en los momentos de tentación. Así que
al responder, empleó la palabra fileō. El Señor repite la pregunta y Pedro responde de la misma manera.
Entonces el Salvador desciende al nivel de Pedro y en la tercera pregunta usa
la segunda palabra, como si dudara aún del filein de Pedro. No es extraño que éste se entristeciera y
apelara al conocimiento omnisciente del Señor.
Estos ejemplos bastan para
probar la gran importancia del estudio de los sinónimos. Aquí se abre un
interesante campo de estudio al intérprete. Pero precisamente porque este
estudio es tan fascinante, puede ser también peligroso. Las palabras sinónimas
tienen un significado especial, a la vez que general, y el expositor no debería
proceder sobre el principio de que, en todas partes donde se empleen tales
palabras, se puede hacer énfasis sobre su significado distintivo; pues, si así
lo hace, puede encontrarse enfrascado en toda clase de interpretaciones
caprichosas e imaginarias.
El contexto en que se halla
la palabra, los predicados que se le atribuyen y los modificativos que se
añaden, todo esto debe determinar si una palabra ha de ser entendida en su
significado general o especial. Solamente en el caso de que dos o tres
expresiones sinónimas se encuentren en el mismo pasaje, es razonable suponer
que hay algún significado especial entre ellas que requiere atención.
En la edición inglesa, después de este
párrafo, el autor ofrece un ejercicio de investigación etimológica. Hemos incluido
una adaptación de dicho ejercicio para propósitos de referencia.
SEGUNDO:
SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS EN SU CONEXIÓN—USUS LOQUENDI.
En el estudio de las
palabras por separado, la cuestión más importante no es la de su significado etimológico,
ni siquiera la de los diversos significados adquiridos gradualmente. El punto
esencial es su significado particular en relación con el pasaje en que ocurren.
El intérprete debe
determinar si las palabras son usadas allí en su significado general o
particular, y si son empleadas en forma literal o figurada. El estudio del uso
figurado de las palabras queda para otro párrafo. En el estudio de las palabras
en conexión con el pasaje en que ocurren, el intérprete debe proceder bajo los
siguientes principios:
1. «EL LENGUAJE DE LA ESCRITURA DEBE SER INTERPRETADO SEGÚN SU SIGNIFICADO
GRAMATICAL, Y EL SIGNIFICADO DE CUALQUIER EXPRESIÓN, PROPOSICIÓN O DECLARACIÓN,
HA DE SER DETERMINADO POR LAS PALABRAS QUE EN ELLA SE EMPLEAN».
En última instancia, el
sólido fundamento de nuestra teología se basa solamente en el significado
gramatical de la Sagrada Escritura. El conocimiento teológico será falso en
proporción con su desviación del significado sencillo de la Biblia. Aunque esta
regla es perfectamente evidente, es, sin embargo, violada constantemente por
aquellos que permiten que sus ideas preconcebidas dominen la interpretación de
la Biblia.
Por medio de forzada
exégesis procuran poner el significado de la Escritura de acuerdo con sus
teorías u opiniones favoritas. Los racionalistas se oponen abiertamente a ello
cuando afirman que la historia de la caída es un mito; y los milenarios hacen
lo mismo cuando pretenden encontrar en 1 Tesalonicenses 4:16, la prueba de una
doble resurrección. El intérprete debe guardarse cuidadosamente contra este
error y mantenerse concienzudamente sobre el terreno del significado sencillo
de las palabras.
2. UNA PALABRA SOLAMENTE PUEDE TENER UN SIGNIFICADO FIJO EN CONEXIÓN CON
EL PASAJE EN QUE OCURRE.
Esto puede parecer tan
evidente que no necesitamos ni mencionarlo; pero la experiencia nos enseña que
vale la pena llamar la atención a este asunto. El deseo de pretender ser
original y profundo, y de sorprender a la gente sencilla con exposiciones
fantásticas, nunca oídas, sirve de tentación a los intérpretes para perder de
vista esta simple regla de interpretación. Sucede con frecuencia que no importa
en qué pasaje pudiera aparecer una palabra, igual se le atribuye todos los
significados que pudiese tener en lo abstracto. Tal modo de proceder debe ser
juzgado como puramente arbitrario. Su peligro e insensatez puede ilustrarse en
unos pocos ejemplos.
Ejercicio: Investíguese el uso de los
siguientes sinónimos:
A Antiguo Testamento: עֵדָה y קָהָל, Levítico 4:13; עָוֹן, חַטָּאת y פֶּשַׁע, Salmo 32:5; דַּלy אֶבְיוֹן , Proverbios גֶּבֶר ; 14:31 y אָדָם , Jeremías 17:5.
B Nuevo Testamento: δέησις, προσευχήy εὐχαριστία, 1 Timoteo 2:1; χάριςy ἔλεος, 2 Timoteo 1:2; σοφίαy φρόνησις, Efesios 1:8; μορφήy σχῆμα, Filipenses 2:7; μόχθοςy κόπος, 1 Tesalonicenses 2:9.
La palabra griega sarks puede significar:
(A) La parte sólida del
cuerpo, excepto los huesos (1 Co. 15:39; Lc. 24:39);
(B) Toda la sustancia del
cuerpo, cuando es sinónima de soma (Hch. 2:26; Ef. 2:15; 5:29);
(C) La naturaleza animal o
sensual del hombre (Jn. 1:13; 1 Co. 10:18); y:
(D) La naturaleza humana dominada por el pecado, aquella que es sede
y medio de los deseos pecaminosos (Ro. 7:25; 8:4–9; Gá. 5:16, 17).
Si un intérprete atribuyera
todos estos significados a la palabra sarks
que se encuentra en
Juan 6:53, atribuiría, en
un significado ético, pecado a Cristo, a quien la Biblia nos lo presenta
carente de pecado.
La palabra hebrea nakar significa:
(A) no saber, ser ignorante;
(B) mirar alguna cosa como
extraña o poco conocida; y:
(C) saber, o estar familiarizado con alguna cosa.
Los significados primero y
tercero son opuestos. De ahí resulta perfectamente claro que si un expositor
tratara de combinar estos diversos significados en la interpretación de un
mismo pasaje, como Génesis 42:8, se perdería el contraste que dicho texto
contiene, y el resultado de tal interpretación sería el más absoluto absurdo.
Este método de
interpretación fue adoptado por Coccejus, quien defendió el principio de que
todos los significados posibles de una palabra de la Biblia tienen que unirse y
ser tenidos en cuenta en la interpretación de cualquier pasaje. Pero el
intérprete debe guardarse de tan arbitrario proceder.
3. CASOS EN LOS QUE VARIOS SIGNIFICADOS DE UNA PALABRA SE UNEN Y PRODUCEN
UN SIGNIFICADO MÁS PLENO, SIN CONTRADECIR LA REGLA PRECEDENTE.
A. Algunas veces una
palabra se usa en su significado más amplio, de tal modo que incluye sus significados
especiales, aunque estos no se enfaticen. Cuando en Juan 20:21, Jesús
les dijo a sus discípulos: «Paz
a vosotros», quiso decir paz en el significado más amplio de la palabra, es
decir, paz con Dios, paz con la
conciencia, paz los unos con los otros, etc. Y cuando en el capítulo 53:4,
Isaías dijo: «Ciertamente llevó
él nuestras enfermedades», sin duda alguna se quiso referir a las enfermedades espirituales de las que el Siervo
del Señor libra a su pueblo. Pero en Mateo 8:17 se nos dice que esta palabra fue cumplida en el
ministerio de sanidad de Cristo. La frase de Isaías significa, por tanto, no sólo que el Siervo del Señor libró a
su pueblo de los males espirituales, sino también de sus consecuencias físicas.
B. Hay también casos en que el significado especial de una palabra
incluye otro, sin hallarse en conflicto con el propósito y relación del pasaje
en el cual se encuentra. Bajo tales circunstancias, es perfectamente legítimo
unir los dos significados. Cuando Juan el Bautista dice: «He aquí el Cordero de
Dios que quita el pecado del
mundo», emplea una palabra (airo)
que significa:
(1) tomar, recoger, y:
(2) quitar.
En este pasaje predomina
claramente este último significado; pero naturalmente incluye también el otro.
Jesús no hubiera podido quitar nuestro pecado, sin haberlo él mismo recogido.
C. Ocasionalmente, un autor emplea una palabra atestada de significado,
tratando de indicar mucho más de lo que realmente expresa.
Esto ocurre especialmente
en la sinécdoque, cuando la parte es puesta por el todo. Así, cuando el
Salvador les enseña a sus discípulos a orar, diciendo: «El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy», la palabra pan, sin duda, significa todas las necesidades de la
vida en general. Y cuando la Ley dice: «No matarás», prohíbe, según la
interpretación de Jesús, no simplemente el asesinato, sino el odio y el rencor.
El intérprete debe tener cuidado,
sin embargo, en no combinar varios significados de una palabra de un modo
arbitrario. Puede haber casos en que dos o más significados de una palabra
aparentemente encajan bien en un pasaje, viéndose tentado a tomar el camino
fácil de combinarlos. Pero esto no sería buena exégesis. Muenscher sostiene
que, en tales casos, se debe preferir el significado más amplio y variado. Es
mejor, sin embargo, no llegar a ninguna conclusión hasta que un estudio más
completo garantice la mejor elección.
4. SI UNA PALABRA SE USA EN EL MISMO PASAJE MÁS DE UNA VEZ, ES NATURAL
SUPONER QUE TENGA EL MISMO SIGNIFICADO EN TODO EL PASAJE.
Normalmente, el autor no
usará una palabra con dos o tres significados distintos dentro de un mismo pasaje.
Esto generaría confusión. Sin embargo, hay unas pocas excepciones a esta regla.
En unos pocos pasajes, ciertas palabras se repiten con un cambio de
significado; pero dichos casos son tan poco comunes que apenas existe el
peligro de interpretarlos mal. El carácter del contexto hace suficientemente
claro que la palabra no tiene el mismo significado en ambos casos.
Los siguientes ejemplos
bastarán para ilustrar esta regla: Mateo 8:22: «Deja que los muertos entierren a sus muertos»; Romanos 9:6: «Pues no todos
los de Israel son Israel» (traducción literal); 2 Corintios 5:21: «Al que no conoció
pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia
de Dios en él».
TERCERO.
AYUDAS INTERNAS PARA LA EXPLICACIÓN DE LAS PALABRAS.
Aquí surge la cuestión
¿cómo un intérprete puede descubrir mejor el significado de una palabra en un
pasaje dado? Puede pensarse que el modo más efectivo es consultando un
diccionario o un buen comentario, y en muchos casos esto puede ser suficiente;
pero en otros puede ser necesario que el expositor juzgue por sí mismo. Cuando
esto ocurra, tendrá que apelar al uso de ayudas internas. Las siguientes son
dignas de consideración:
1. LAS DEFINICIONES O EXPLICACIONES QUE LOS AUTORES MISMOS DAN A SUS
PALABRAS, CONSTITUYEN LA AYUDA MÁS EFICAZ.
Nadie conoce mejor el
significado de una palabra que su propio autor. Los siguientes ejemplos nos
aclaran esto: Génesis 24:2: «Y dijo Abraham a un criado suyo, el más viejo de su casa», a lo cual
añade el escritor a modo de explicación: «que era el que gobernaba todo lo que
tenía». 2 Timoteo 3:17: «A fin de que el hombre de Dios sea perfecto», y se explica con:
«enteramente preparado para toda buena obra». Hebreos 5:14: «Pero el alimento
sólido es para los que han alcanzado madurez» (o los perfectos), lo cual se explica
con la siguiente frase: «para los que por el uso tienen los sentidos
ejercitados en el discernimiento del bien y del mal».
2. EL SUJETO Y EL PREDICADO DE UNA PROPOSICIÓN SE EXPLICAN MUTUAMENTE.
En Mateo 5:13 leemos: «Si
la sal se desvaneciere»; el significado del verbo moranzei, que también
significa hacerse necio (Véase Ro. 1:22), es determinado por el sujetos al . En Romanos 8:19–23, los
distintos predicados limitan el significado del sujeto creación. El versículo 20 excluye a los ángeles buenos; los
versículos 19–21 excluyen a los malos; los mismos versículos hacen imposible
incluir a los hombres malos, mientras que el versículo 23 excluye también a los
hijos de Dios. La idea se halla, por tanto, limitada a la creación irracional e
inanimada.
3. EL PARALELISMO PUEDE SERVIR PARA DETERMINAR EL SIGNIFICADO DE UNA
PALABRA.
Esto se aplica
especialmente al paralelismo sinónimo y al antitético. En el Salmo 7:13 leemos:
«Asimismo ha preparado armas de
muerte», que es aclarado por: «Y ha labrado saetas ardientes». En Isaías
46:11, el Señor dice que llama «desde oriente al ave» y luego lo explica en el paralelismo:
«y de tierra lejana al varón de mi consejo». Asimismo en 2 Timoteo 2:13 Pablo
afirma que Dios «permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo».
La primera expresión
explica la segunda, lo cual en Lucas 9:23 significa sacrificar los placeres y
los intereses personales. En Proverbios 8:35 se lee: «El que me halle, hallará
la vida», pero en la oración antitética paralela, en el versículo siguiente se añade:
«Mas el que peca contra mí, defrauda su alma». La primera explica la segunda y
muestra claramente que el verbo jata’ (pecar)
en este pasaje se usa de acuerdo a su significado original, es decir, «no dar
en el blanco». Por tanto, una traducción alterna podría ser «más el que no da
conmigo».
4. LOS PASAJES PARALELOS CONSTITUYEN TAMBIÉN UNA AYUDA IMPORTANTE.
Se dividen éstos en dos
clases: paralelo verbal y real. «Cuando la misma palabra ocurre
en una conexión similar, o con referencia al mismo asunto general, el paralelo
se denomina verbal. Paralelos reales son aquellos pasajes similares en los
cuales el parecido o identidad consiste, no en palabras o frases, sino en
hechos, asuntos, sentimientos o doctrina».
Los paralelos verbales establecen
puntos de uso lingüístico común, mientras que los paralelos reales sirven para
explicar puntos de interés histórico, ético o dogmático. De momento, sólo nos
referiremos a los paralelos verbales, que pueden servir para explicar una
palabra oscura o desconocida. Es posible que ni la etimología de una palabra,
ni la conexión en que se halla, sean suficientes para determinar su significado
exacto. En tales casos, es de gran importancia estudiar los pasajes paralelos,
en los cuales la misma palabra se halla en una conexión semejante, o con
referencia al mismo asunto general. Cada pasaje consultado debe, por supuesto,
ser estudiado en su propio contexto.
Al emplear la ayuda de
pasajes paralelos, el intérprete debe estar seguro de que son realmente paralelos.
Según lo que afirma Davidson: «No basta que se encuentre en ambos el mismo
término o frase; debe haber similitud de sentimientos». Por ejemplo, entre
Jonás 4:10 y 1 Tesalonicenses 5:5 no hay paralelo, aunque en ambos se halla la
expresión «hijo de la noche» (en el texto hebreo y griego respectivamente); ni
lo hay tampoco entre Proverbios 22:2 y 29:13, aunque a menudo son considerados
como tales.
Además, es necesario que la
frase o expresión que necesita ser explicada sea más clara en un pasaje que en
el otro, pues es imposible explicar un pasaje oscuro por medio de otro
igualmente oscuro. Es caso innecesario hacer notar aquí que el intérprete
debería guardarse cuidadosamente contra el error de tratar de ilustrar un
pasaje perfectamente claro por medio de uno que lo es menos. Este proceder lo
siguen a menudo aquellos que están interesados en escapar de las afirmaciones
de la Biblia.
Además, aun cuando pueden
aportarse pasajes paralelos de cualquier lugar de la Escritura, es aconsejable
observar cierto orden. El intérprete debería buscar paralelos, antes que todo,
en los escritos del mismo autor, ya que, como señala Davidson: «las mismas
peculiaridades de concepto y de expresión suelen repetirse en distintas obras
procedentes de la misma persona». Además, las obras de los escritores
contemporáneos deberían ser consultadas antes que los escritos de otros
tiempos.
Por último, el significado
común nos dice que los escritos de la misma clase tienen prioridad sobre
aquellos que pertenecen a clases diferentes.
Para ilustrar el uso de
pasajes paralelos, distinguiremos entre los que son llamados así propiamente, y
los que lo son impropiamente.
A. Paralelos de palabras, denominados así con propiedad. En
Colosenses 1:16 leemos: «Porque en él (Cristo) fueron creadas todas las cosas». En vista de que la
obra creativa se le atribuye aquí a Cristo, algunos se han aventurado en la
opinión de que la expresión «todas las cosas» (panta ) se refiere a toda la nueva creación, pese a que el
contexto favorece más bien la idea de que se trata del universo. Ahora bien, se
plantea el problema de si hay algún otro pasaje en la Biblia en el cual se le
atribuya a Cristo la obra de la creación, en cuyo caso la posibilidad de que se
refiera a la nueva creación queda excluida.
Tal pasaje se encuentra en
1 Corintios 8:6, donde la frase tapanta se aplica a todas las cosas creadas, y se atribuye equitativamente
la obra creadora al Padre y al Hijo. En Isaías 9:6 el profeta dice: «Porque un
niño nos es nacido … y se llamará su nombre.… Dios fuerte ( el-gibbor )». Gesenius no
encuentra aquí referencia alguna a Dios, y traduce la frase como «héroe
poderoso». Pero en Isaías 10:21 se emplea la misma frase en un contexto que
sólo puede referirse a la Deidad. Juan 9:39 contiene la afirmación: «Para
juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven,
sean cegados».
La palabra krima (juicio), por lo general,
indica juicio de condenación; pero en este caso la cláusula final exige un
significado más amplio, y surge la pregunta en cuanto a si alguna vez se usó
esta palabra con tal significado. Romanos 11:33 nos ofrece la respuesta, pues
la misma palabra tiene allí sin duda un significado general.
B. Paralelos de palabras o frases impropiamente denominados de este
modo. Pueden ser considerados como paralelos impropios los que no tienen
expresiones o palabras iguales, sino sinónimas. Aquellos casos en que una
expresión es más completa en un pasaje que en otro, pueden también catalogarse dentro
de esta clasificación. Ejemplos: En 2 Samuel 8:18 leemos: «y los hijos de David
eran los cojanim » (que se
traduce generalmente como sacerdotes).
Gesenius afirma que esta palabra significa siempre sacerdotes, pero Fuerst replica que puede significar príncipes o prefectos, en el significado político. Esta última opinión
encuentra apoyo en el pasaje paralelo de 1 Crónicas 18:17, donde en una enumeración
similar a la de 2 Samuel 8, leemos: y los hijos de David eran los príncipes (ri’shonim ).
En el evangelio de Mateo
8:24 leemos: «y he aquí que se levantó un granseismos ». En griego,
esta palabra significa «terremoto», pero el contexto parece indicar algo
diferente, y esto lo confirman los pasajes paralelos de Marcos 4:37 y Lucas
8:25, donde se usa la palabra lailaps , que significa «gran tempestad de viento». Asimismo, en Hebreos
1:3 leemos: «habiendo efectuado la purificación de henauuestotruos pecados por medio de sí mismo»d (i’heautou ). Esta
expresión cargada de significado d, i’, la explica el pasaje paralelo de Hebreos 9:26, que dice: «… por
el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado».
En la edición inglesa, después de
este párrafo, el autor ofrece un ejercicio de investigación etimológica. Hemos incluido
una adaptación de dicho ejercicio para propósitos de referencia.
Ejercicio: Determine el significado
de las siguientes palabras según la relación en que se encuentran y con la ayuda
de los recursos internos que fueron mencionados: οἰκία(casa)
2 Corintios 5:1; πίστις(fe) Hebreos 11:1;καταπέτασμα(velo) Hebreos 10:20; ἐπελεύσεταιἐπὶσὲ(vendrá sobre ti) Lucas 1:35; מוֹסְדוֹת תֵּבֵל (los cimientos del mundo) Salmo 18:15; Ἰουδαῖος(judío) Romanos 2:28–29; ἐγένετο (fueron
hechas) Juan 1:3, compárese con Colosenses 1:16; יָפִיחוּ (ponen … en llamas) Proverbios 29:8; στοιχεῖα τοῦκόσμου(los rudimentos del mundo) Gálatas
4:3, compárese con el v. 9; τὰκρυπτὰ τοῦσκότους(lo oculto de las tinieblas) 1
Corintios 4:5; σὰρξ καὶαἷμα(carne y sangre) 1
Corintios 15:50; compárese Mateo 16:17 con Gálatas 1:16.
CUARTO.
EL USO DE PALABRAS FIGURADAS.
1. TROPOS PRINCIPALES USADOS EN LA SAGRADA ESCRITURA.
En la presente sección no
nos referimos a figuras de sintaxis o de pensamiento, sino a aquellas figuras
de expresión que comúnmente se denominan «tropos», en las que una palabra o
expresión es usada con un sentido distinto del que le corresponde. Se basan en
el parecido que tengan o en alguna relación específica. Los principales
«tropos» son: la metáfora, la metonimia y la sinécdoque.
A. La metáfora. Se podría decir que es una comparación tácita. Es
una figura de dicción en la cual se compara un objeto con otro afirmando que es
ese otro o describiéndolo como si fuera el otro. Se diferencia del símil en que
no menciona la palabra que indica la semejanza. Las metáforas son muy comunes
en la Biblia. En el Salmo 18:2 hallamos 6 metáforas en un solo versículo. Jesús
emplea esta figura de dicción cuando dice a los fariseos: «Id, y decid a
aquella zorra», Lucas 13:32.
Hay dos clases de metáforas en la Biblia que se refieren a la divinidad, las
cuales merecen especial atención:
(1) El antropopatismo, y:
(2) el antropomorfismo.
En el primer caso, se
atribuyen a Dios emociones, pasiones y deseos humanos. (Véase Gn. 6:6; Dt.
13:17; Ef. 4:30). En el segundo caso se le asignan extremidades humanas y
actividades físicas. (Véase Éx. 15:16; Sal. 34:16; Lm. 3:56; Zac. 14:4; Stg.
5:4). Sin duda hay mucho de metafórico en la descripción del cielo como una
ciudad, con calles de oro y puertas de perlas, en la cual el árbol de la vida
produce fruto mes tras mes; y en la representación de los tormentos eternos
como «el gusano que no muere», «fuego que nunca se apaga» y «humo del tormento
que sube por los siglos de los siglos».
B. Las metonimias también son numerosas en la Biblia. Esta figura,
así como la sinécdoque, se basa en una relación, más que en una semejanza. En
el caso de la metonimia, esta relación es más bien mental que física, se usa
para relaciones de causa y efecto, progenitor y posteridad, sujeto y atributo,
signo y cosa significada. Pablo dice en 1 Tesalonicenses 5:19: «No apaguéis al Espíritu», queriendo referirse a las
manifestaciones especiales del Espíritu (la causa por el efecto). Cuando en la
parábola del rico y Lázaro, Abraham dice: «A Moisés y a los profetas
tienen», Lucas 16:29, naturalmente se refiere a sus escritos (la causa
por el efecto). En Isaías 22:22, «la llave
de la casa de David» indica la idea de control sobre la casa real. La
circuncisión recibe el nombre de pacto
en Hechos 7:8, porque era la señal del pacto (el objeto de la señal por
la señal misma).
C. La sinécdoque se parece en algo a la metonimia, pero su figura se
funda más bien en una relación física que mental. En esta figura hay cierta
identidad entre lo que se expresa y lo que se quiere dar a entender.
La parte sustituye al todo
o el todo por la parte; el género por la especie o la especie por el género; el
individuo por la clase o la clase por el individuo; un plural por su singular,
o un singular por su plural. Por ejemplo, se dice que Jefté fue enterrado «en
las ciudades de Galaad» (Jue.
12:7), queriendo dar a entender, por supuesto, una sola ciudad de aquella
región.13 Cuando el profeta dice en Daniel 12:2: «Y muchos de los que duermen
en el polvo de la tierra serán despertados», ciertamente no tenía la intención
de afirmar la idea de una resurrección parcial. Cuando Lucas nos informa en
Hechos 27:37 que había en el barco «doscientas setenta y seis almas», no quiere decir que había
espíritus desencarnados a bordo del barco.
2. RECURSOS INTERNOS PARA DETERMINAR SI LA INTENCIÓN ES OFRECER UN
SIGNIFICADO LITERAL O FIGURADO.
Es de vital importancia que
el intérprete sepa cuándo una palabra se usa según su significado figurado o
literal. En el relato de los Evangelios, notamos que los judíos e incluso los
discípulos de Jesús, a menudo erraban desastrosamente al interpretar de un modo
literal lo que el Señor decía en forma figurada. Véase Juan 4:11, 32; 6:52; Mt.
16:6–12. Incluso, no haber podido entender el lenguaje figurado que el Señor
usó cuando dijo: «Esto es mi cuerpo», se convirtió en una profusa fuente de
división entre las iglesias de la Reforma. Por tanto, es importantísimo que el
intérprete llegue a tener certeza en este punto. Las siguientes consideraciones
pueden ayudarle a decidir la cuestión.
A. Hay ciertos escritos en los que el uso del lenguaje figurado es
imposible a priori. Entre tales
escritos se encuentran las leyes y toda clase de medios legales, escritos
históricos, obras estrictamente filosóficas y científicas, y confesiones de fe.
Tales escritos tienen el propósito principal de ofrecer la mayor precisión y
claridad posible, y en ellos la belleza de lenguaje es una consideración
secundaria. Sin embargo, es necesario tener presente que la prosa de los
orientales es mucho más figurativa que la de los pueblos occidentales.15
B. Hay una antigua y repetida regla hermenéutica que afirma que se
debe entender toda palabra según su significado literal, a menos que tal
interpretación literal implique una manifiesta contradicción o absurdo. Debe
observarse, sin embargo, que en la práctica esta regla no va más allá que
apelar al criterio racional de cada individuo. Lo que parece absurdo e
improbable a uno, puede ser considerado como perfectamente simple y razonable
para otro.
C. Los medios más importantes para determinar si una palabra se usa
en forma literal o figurada, son los recursos internos antes referidos. El
intérprete debe sujetarse estrictamente al contexto inmediato, teniendo en
cuenta los modificativos que acompañan a una palabra, el carácter del sujeto de
la oración y los predicados que se le atribuyen, el paralelismo (si lo hay) y
los pasajes paralelos.
3. PRINCIPIOS ÚTILES PARA INTERPRETAR EL LENGUAJE FIGURADO DE LA BIBLIA.
Aquí surge la cuestión
acerca de la interpretación del lenguaje figurado de la Biblia. Aun cuando el
intérprete debe emplear los recursos internos normales ya mencionados, hay
ciertos puntos especiales que no debemos pasar por alto.
A. Es importantísimo que el intérprete tenga un claro concepto de
las cosas en las cuales se basan tales figuras, o de donde son sacadas, ya que
el uso de los tropos se basa en ciertas relaciones y semejanzas. El lenguaje
figurado de la Biblia se deriva especialmente de:
(1) las características
geográficas de la Tierra Santa;
(2) las instituciones
religiosas de Israel;
(3) la historia del antiguo
pueblo de Dios, y:
(4) la vida diaria y
costumbres de los distintos pueblos que aparecen en la Biblia.
Por ende, debemos entender estos
elementos, para poder interpretar correctamente las figuras que de ellos se
derivan. En el Salmo 92:12 leemos: «El justo florecerá como la palmera; Crecerá
como cedro en el Líbano». El expositor no podrá interpretar bien este pasaje si
no está familiarizado con las características de la palmera y el cedro. Si
quiere explicar el Salmo 51:7: «Purifícame con hisopo, y seré limpio», debe
tener algún conocimiento del método de purificación ceremonial de Israel.
El autor ofrece una generalización
muy extrema de las culturas del Cercano Oriente y del Occidente.
B. El intérprete debe esforzarse por descubrir la idea principal, el
tertium comparationis,16 sin
dar demasiada importancia a los detalles. Cuando los autores bíblicos emplean
figuras como las metáforas, por lo general están pensando en uno o más puntos
específicos de coincidencia o semejanza. Y aun cuando el intérprete pueda
hallar más puntos de contacto, debe limitarse a aquellos que el autor tenía en mente.
Por ejemplo, en Romanos 8:17, a modo de consolación Pablo afirma: «Y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo».
Es perfectamente evidente
que se refiere a las bendiciones que los creyentes reciben junto a Cristo de
parte del Padre común de ambos. Sería ir demasiado lejos hacer que la metáfora
contenida en la palabra «heredero» implique la muerte del Padre como testador.
El grave peligro de aplicar a una figura todas sus circunstancias particulares,
se percibe claramente del pasaje en Apocalipsis 16:15, donde leemos: «He aquí,
yo vengo como ladrón». El contexto ayudará a determinar en cada caso hasta
dónde debe aplicarse la figura.
C. En relación con el lenguaje figurado que se refiere a Dios y a
las cosas eternas, el intérprete debe tener en cuenta que todas las figuras
ofrecen una expresión muy inadecuada de la realidad perfecta. Se dice que Dios
es Luz, Roca, Fortaleza, Torre Alta, Sol y Escudo. Todas estas figuras aportan
alguna idea de lo que Dios es para su pueblo; pero ninguna de ellas, ni todas
ellas en conjunto, dan una idea completa de lo que es Dios. Y cuando la Biblia
representa a los redimidos vestidos con el ropaje de salvación o de justicia,
coronados con la corona de la vida, llevando palmas de victoria, las figuras
dan alguna idea de la gloria futura de ellos, aunque sea muy imperfecta.
D. Uno puede en cierta medida comprobar si entiende las figuras de
la Biblia, tratando de expresar en lenguaje literal los pensamientos que
comunican. Pero es necesario tener en mente que una gran parte del lenguaje
figurado de la Biblia no puede ser expresado de un modo literal. Esto se aplica
particularmente a lo que se refiere a Dios y a las cosas eternas. Un diligente
y cuidadoso estudio de la Biblia nos servirá mejor que cualquier otra cosa a
entender dicho lenguaje figurado.
QUINTO.
LA INTERPRETACIÓN DEL PENSAMIENTO.
De la interpretación de
palabras separadas vamos ahora a las palabras en su relación mutua o de pensamiento.
De momento, sin embargo, sólo nos referiremos a la expresión formal del
pensamiento, no a su contenido material. La exposición de este último lo
reservaremos para la interpretación teológica e histórica. La explicación del
pensamiento se denomina algunas veces «interpretación lógica». Procede sobre el
supuesto de que el lenguaje de la Biblia, como todo lenguaje, es producto del espíritu
humano, que se desarrolló bajo la guía providencial. Siendo así, es
perfectamente evidente que la Biblia debe ser interpretada según los mismos
principios lógicos que se aplican a la interpretación de otros escritos.
Ejercicio: ¿Qué figuras han usado los
escritores en los siguientes pasajes y cómo deben ser interpretadas? Génesis
49:14; Números 24:21; Deuteronomio 32:40; Job 34:6; Salmo 26:6; Salmo 46:9;
Salmo 108:9; Eclesiastés 12:3, Jeremías 2:13; Jeremías 8:7; Ezequiel 7:27;
Ezequiel 23:29; Zacarías 7:11; Mateo 3:5; Mateo 5:13; Mateo 12:40; Romanos 6:4;
1 Corintios 5:7–8.
Los puntos que merecen
consideración aquí son:
(1) los modismos y figuras de
pensamiento;
(2) el orden de las palabras
de una oración;
(3) el significado especial de
los diversos casos y preposiciones;
(4) la conexión lógica de las
distintas cláusulas y oraciones, y:
(5) el desarrollo del
pensamiento a lo largo de todo el pasaje.
1. LOS MODISMOS Y FIGURAS ESPECIALES DE PENSAMIENTO.
Cada lengua tiene ciertas
expresiones características que se llaman modismos. La hebrea no es una
excepción a la regla, y algunos de sus modismos se trasfieren al Nuevo
Testamento. Se hace uso frecuente de la hendíadis.
Es así como el texto hebreo
de 1 Samuel 2:3, literalmente dice: «No multipliquéis, no habléis». Evidentemente,
esto significa: «No multipliquéis palabras». Otro ejemplo de hendíadis es la que Pablo dice en su
defensa ante el Sanedrín; el texto griego literalmente dice: «… acerca de la
esperanza y de la resurrección de los muertos yo estoy siendo juzgado». Evidentemente
quiere decir: «de la esperanza de la resurrección» (Hechos 23:6). Entonces,
también es un semitismo el que un sustantivo en caso genitivo tome el lugar de
un adjetivo.
Por ejemplo, Moisés objeta
contra Dios de que no es «hombre de palabras», esto es, no era «hombre
elocuente» (Éx. 4:10). Pablo, escribiendo a los tesalonicenses, habla de «la
paciencia de la esperanza» (1 Ts. 1:3), cuando lo que quiere significar es:
paciencia en la esperanza, o esperanza que se caracteriza por tener paciencia.
Además, cuando en el
Antiguo Testamento ocurren juntas las palabras lo’kol deben traducirse no todo(s); pero cuando son separadas
por palabras intermedias, deben traducirse, ninguno, nada. Sería un gran error traducir el Salmo 143:2: «No
todo ser viviente será justificado en tu presencia», aunque sea ésta la
traducción literal. El significado claro es: «ningún ser viviente será
justificado en tu presencia». Véase también Salmo 103:2.
Casos similares se
encuentran en el Nuevo Testamento. Véase Mateo 24:22; Marcos 13:20; Lucas 1:37;
Juan 3:15–16; 6:39, 12:46; Romanos 3:20; 1 Corintios 1:29; Gálatas 2:16; 1 Juan
2:21; Apocalipsis 18:22.
Hay también varias figuras
de pensamiento que merecen especial atención:
A. Algunas figuras promueven una viva representación de la verdad
que se trata de expresar.
(1) El símil. Cuán
vívido es el cuadro de completa destrucción que se nos da en el Salmo 2:9:
«Como vasija de alfarero los desmenuzarás». En Isaías 1:8 se nos describe un
cuadro de absoluta soledad: «Y queda la hija de Sión como enramada en viña».
Véase también Salmo 102:6 y Cantares 2:9.
(2) La alegoría es
simplemente una metáfora ampliada, y debe ser interpretada por los mismos principios.
Hallamos ejemplos en el Salmo 80:8–15; Juan 10:1–18. Terry hace la siguiente distinción
entre alegoría y parábola: «La alegoría consiste en el uso y aplicación
figurada de algún hecho o historia que podría ocurrir, mientras que la parábola
usa las palabras en su significado literal y su relato nunca traspasa los
limites de lo que podría ser un hecho real. La alegoría en cambio usa
continuamente palabras en significado metafórico, y su relato es claramente
ficticio, no importa cuán posible pudiera ser».
B. Otras figuras procuran brevedad de expresión. Son el resultado de
la rapidez y energía de la mente del autor, que se esfuerza por omitir todas
las palabras superfluas.
(1) La elipsis. Consiste
en la omisión de una palabra o palabras que completan la construcción
sintáctica de una oración, pero como éstas pueden suplirse o sobreentenderse
fácilmente por el contexto, no son indispensables para entender el significado
de la oración. Moisés ora diciendo: «Vuélvete, oh Jehová; ¿hasta cuándo?» (¿nos
abandonarás?). La expresión breve y abrupta revela la emoción del poeta. Para otros
ejemplos, véase 1 Corintios 6:13; 2 Corintios 5:13; Éxodo 32:32; Génesis 3:22.
(2) La braquilogía es
otra forma concisa o abreviada de expresión, la cual consiste, especialmente en
omitir o no repetir una palabra, cuando tal repetición sería necesaria para
completar la construcción gramatical, pero no para entender su significado. En
esta figura la omisión no es tan notoria como en la elipsis. Por ejemplo, el
apóstol dice en Romanos 11:18: «No te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe
que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz (te sustenta) a ti». En 1 Juan 5:9
leemos: «Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de
Dios (que el de los hombres)».
(3) La constructio
praegnans, en la cual una preposición se une a un verbo manifiesto,
cuando en realidad pertenece a otro verbo no manifiesto, pero que se puede
considerar lógicamente como consecuencia del otro. Por ejemplo, el texto hebreo
del Salmo 74:7 dice literalmente: «Han echado fuego a tu santuario, han profanado el tabernáculo de tu nombre
a tierra». Pero la idea debe completarse
con verbos como asolándolo o echándolo a tierra. Pablo dice en 2
Timoteo 4:18: «(el Señor) me preservará (llevándome) hacia su reino celestial».
(4) El zeugma consiste
en dos sustantivos a los cuales se aplica un solo verbo, pese a que solamente
uno de ellos (por lo general el primero) concuerda con el verbo. Por ejemplo,
Pablo dice literalmente en 1 Corintios 3:2: «Os di a beber leche, y no alimento
sólido». Y en Lucas 1:64 se dice literalmente de Zacarías: «Inmediatamente fue
abierta su boca y su lengua». Al suplir el traductor o el intérprete las palabras
que faltan, debe tener mucho cuidado en que éstas no modifiquen el significado
de la frase.
C. Otras figuras tienen por objeto suavizar una expresión. La razón
de ellas suele ser la delicadeza del autor o un sentimiento de modestia.
(1) El eufemismo. En
lugar de usar las palabras claras y precisas que corresponden, el eufemismo prefiere
sustituirlas por otras más suaves o menos ofensivas. Por ejemplo: «Y habiendo
dicho esto, durmió» (Hch. 7:60).
(2) La litotes. Afirma
una cosa por medio de negar lo opuesto a ella. Así leemos que el salmista exclama:
«Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios» (Sal. 51:17).
Isaías dice: «No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare
(Is. 42:3).
(3) La meiosis está
estrechamente relacionada con la litotes. Algunos eruditos creen que las dos
son idénticas; otros consideran la litotes como una especie de meiosis. Es una
figura de dicción, en la cual se dice menos que lo que se quería decir. Véase 1
Tesalonicenses 2:15; 2 Tesalonicenses 3:2 y Hebreos 13:17.
D. Finalmente, hay figuras que dan más agudeza a una expresión o la
fortalecen. Éstas suelen ser el resultado de una justa indignación o de una
imaginación muy viva.
(1) La ironía censura
o ridiculiza, bajo la apariencia de ofrecer un cumplido o halago. Véase Job
12:2; 1 Reyes 22:15; 1 Corintios 4:6. Hay casos en la Biblia en que la ironía
llega al sarcasmo. Véase 1 Samuel 26:15; 1 Reyes 18:27 y 1 Corintios 4:8.
(2) La epizeuxis refuerza
la expresión por la simple repetición de una palabra (Gn. 22:11; 2 S. 16:7; Is.
40:1).
(3) La hipérbole ocurre
frecuentemente en la Biblia, y consiste en una exageración retórica (Gn. 22:17;
Dt. 1:28; 2 Cr. 28:4). Salmo 90:13.
2. EL ORDEN DE LAS PALABRAS EN UNA ORACIÓN.
«El orden de las distintas
palabras de una oración», dice Winer, «es determinado generalmente por el orden
en el cual se han formado los conceptos, y por la más íntima relación que
algunas partes de la oración tienen entre sí». Ocurre con frecuencia, sin
embargo, que los escritores bíblicos, por una razón u otra, se apartan del
orden.
En algunos casos lo hacen
para lograr efectos retóricos; en otros, para poner ciertos conceptos en más estrecha
relación con otros. En algunos casos el deseo de dar énfasis a una palabra les
induce a tal transposición. Tales casos son de particular importancia para el
intérprete. El contexto revelará, generalmente, la razón del por qué se ha
producido dicho cambio.
En la lengua hebrea, el
orden de una oración verbal es: predicado, sujeto y objeto. Si en una oración como
ésta, el complemento u objeto va primero, o el sujeto es puesto al principio o
al fin, es altamente probable que dicho complemento directo o sujeto sea
enfático. El primer lugar es siempre el más importante en la oración, pero la
palabra enfática puede también ocupar el último lugar. Harper nos ofrece las
siguientes variaciones del orden sintáctico normal:
(A) Objeto, predicado y sujeto. Este orden da énfasis al objeto o
complemento directo (1 R. 14:11).
(B) Objeto, sujeto y predicado, orden que también da énfasis al
objeto (Gn. 37:16).
(C) Sujeto, objeto y predicado, lo cual coloca el énfasis sobre el
sujeto (Gn. 17:9).
(D) Predicado, objeto y sujeto, que también da énfasis al sujeto (1
S. 15:33).
En las oraciones nominales,
que describen una condición más bien que una acción, el orden normal es: sujeto
y predicado, toda vez que el predicado sea un nombre. El orden regular se
encuentra, por ejemplo, en Deuteronomio 4:35: «Jehová (él) es Dios». Pero en
Génesis 12:13, el autor se aparta del orden normal: «Di, te ruego, mi hermana
eres». Aquí el predicado se hace enfático.
Pero la lengua hebrea tiene
todavía medios más efectivos para indicar un énfasis. En cuanto a esto, el uso
del infinitivo absoluto es bastante conocido que no necesita ilustración. Si el
hebreo quiere enfatizar a un sustantivo, lo coloca como absoluto al principio
de la oración, para representarlo después, en su propio lugar, mediante un
pronombre. Por ejemplo, Génesis 47:21 literalmente dice: «al pueblo, pasar
hízolo». Lo mismo sucede en el Salmo 18:30, que dice literalmente: «Dios,
perfecto es el camino de él». Algunas veces una idea se expresa primeramente
por medio de un pronombre y luego un sustantivo la resume, como en Josué 1:2: «a
la tierra que yo les doy, a los hijos de Israel».
Principios similares se
aplican en la interpretación del Nuevo Testamento. En el lenguaje griego el sujeto
con sus modificadores ocupa comúnmente el primer lugar, y es seguido por el
predicado y sus anexos. El complemento directo generalmente sigue el verbo; el
adjetivo al sustantivo al cual pertenece; y el genitivo al nombre que los
gobierna. Si se cambia el orden, significa con toda probabilidad que quiere
darse énfasis a alguna palabra.
Un caso claro de esto
ocurre cuando el predicado es puesto primero, como en Romanos 8:18: «no son
comparables las aflicciones del tiempo presente». Véase también Mateo 5:3–11; 2
Timoteo 2:11. Con el mismo propósito, a veces se coloca en primer plano el
complemento directo, como en Lucas 16:11: «las verdaderas (riquezas), ¿quién os
las confiará?» Véase también Juan 9:21 y Romanos 14:1.
El mismo fin se consigue
poniendo un genitivo antes del nombre que lo gobierna, o un adjetivo
calificativo antes del sustantivo al que pertenece. Por ejemplo, en el original
griego, literalmente dice en Romanos 11:13: «Yo soy de los gentiles un
apóstol». Véase también Romanos 12:19 y Hebreos 6:16. Así también, en el texto
griego de Mateo 7:13 el adjetivo va primero: «entrad por la estrecha puerta».
3. EL SIGNIFICADO ESPECIAL DE LOS CASOS Y LAS PREPOSICIONES.
El expositor debe observar
particularmente ciertas combinaciones de palabras, tales como frases
preposicionales, y frases en las que ocurre un genitivo o dativo. Debe
cuestionarse preguntas como éstas: El genitivo de Ezequiel 12:19: «La violencia
de todos los que habitan en
ella», ¿es un genitivo objetivo o subjetivo? ¿Y qué diremos de Abdías 10, «a
violencia de tu hermano Jacob»
y de Génesis 18:20: «el clamor de Sodoma y Gomorra»? ¿Qué clase de genitivo
tenemos en Isaías 37:22: «la virgen de la hija de Sión»? ¿Son los siguientes
genitivos, subjetivos u objetivos? Juan 5:42: «El amor de Dios»; Filipenses
4:7: «La paz de Dios», y Romanos 4:13: «La justicia de la fe». ¿Cómo deben
interpretarse, en Romanos 8:23: «las primicias del Espíritu» y en Apocalipsis
2:10: «La corona de la vida»?
El dativo presenta también
algunas interrogantes. Bastarán unos pocos ejemplos. ¿Es el dativo de Romanos
8:24: «Porque (o en) esperanza somos salvos» modal o instrumental? El dativo
que encontramos en Filipenses 1:27: «combatiendo unánimes por (o por medio de)
la fe del evangelio», ¿debe ser considerado un dativo commodi20 o instrumentalis?
Las frases preposicionales
pueden también suscitar importantes preguntas. El significado especial de
algunas preposiciones depende del caso con el cual son usadas. Además, hay
algunas preposiciones que tienen un significado similar, y sin embargo revelan
diferencias propias. El intérprete no puede despreciar estas sutiles
distinciones.
Puesto que la preposición
ocupa un lugar mucho más importante en el griego que en el hebreo, vamos a
limitarnos a ejemplos del Nuevo Testamento. En 1 Corintios 15:15: «Y somos
hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de ( kata ) Dios que él resucitó a
Cristo». ¿Es correcta la traducción «de» o debería ser «contra» (según Meyer) o
«por», como en Mateo 26:63?
¿Cuál es el significado de
la misma preposición en Romanos 8:27, katazeon
; y en Hebreos 11:13: «Todos éstos murieron en (
kata ) fe»? ¿Se
debería traducir este último pasaje como: «en», «conforme a» o bien «con esa
fe», como proponen algunos comentaristas? ¿Qué significa la preposición apo en
Hebreos 5:7: «fue oídoapo temor? ¿Cuál debiera ser la traducción?: apo = de, desde, «fue oído y librado de su temor» (constructio praegnans); apo = por, «fue oído por lo que temía»;apo = a causa de, «fue oído a causa de su temor reverente». ¿Cómo
se debe interpretar la preposición griega en que aparece en la frase «en
Cristo» de Romanos 8:2 y Gálatas 1:22 y 2:17? ¿Y la preposición eis en la expresión «en el
nombre» de Mateo 28:19? ¿Se usan indistintamente las preposición eseis yen en el griego o siempre
poseen éstas un significado distinto? ¿Cuál es el significado deeis cuando la siguen verbos
estáticos, y deen después de verbos de movimiento?
¿Cuál es la diferencia
entre diatesjaritos (Ro. 12:3) y diatenjarin (Ro. 15:15)? ¿Cuál es el significado de día en Juan 6:57: «él también vivirá di’emé? En Romanos
3:30, San Pablo dice que Dios justificará a los de la circuncisión por (ek) la fe, y a los de la incircuncisión por (día) la fe». ¿Cuál es la diferencia entre
ambos? ¿Cómo difieren las preposiciones: anti ,huper yperi , cuando se usan en
relación a la obra de Cristo, en conexión con el pecado, o en favor de los
pecadores? Compárese Mateo 20:28; 1 Corintios 15:3; Romanos 5:6; Gálatas 1:4.
¿En qué se diferencian huper yperi cuando se usan
en relación a la oración por otras personas? Véase Mateo 5:44 y 1
Tesalonicenses 5:25.
4. LA CONEXIÓN LÓGICA ENTRE LAS DISTINTAS CLÁUSULAS Y ORACIONES.
Es absolutamente necesario
que el intérprete tenga un claro concepto de la relación lógica que tienen
entre sí las diversas cláusulas y oraciones. Para este fin tendrá que estudiar
el uso de los participios y las conjunciones.
A. LA RELACIÓN QUE EL
PARTICIPIO INDICA. ESTA PUEDE SER:
(1) Modal. Mateo
19:22: «… se fue, estando triste»; y en Hechos 2:13: «… otros, burlándose,
decían».
(2) Causal: Hechos
4:21: «… les soltaron, no hallando nada» (porque no hallaron motivo alguno).
(3) Condicional: Romanos
2:27: «Y la incircuncisión cumpliendo la Ley (si cumple la Ley), ¿no te juzgará
a ti?»
(4) Concesiva: Romanos
1:32: «Los cuales conociendo el juicio de Dios (pese a que lo conocen), no sólo
hacen tales cosas ».
(5) Temporal: En este
caso el participio expresa una acción antecedente, simultánea o consecuente a
la del verbo principal.
Se pueden suscitar
importantes cuestiones exegéticas en relación a esto. En Juan 3:13, el Señor le
dice a Nicodemo: «… nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo,
el Hijo del Hombre, que está (participio presente) en el cielo».22 ¿Es correcto
traducir este participio por está,
o debería ser estaba? En 2
Corintios 8:9, el apóstol dice: «porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo
que, siendo (participio presente) rico, por amor de vosotros se hizo pobre».
¿Es correcta esta traducción o debería ser «pese a que era rico»?
La respuesta a este tipo de
preguntas depende del contexto. El participio, en sí mismo, no expresa tiempo.
La única interrogante que surge es la de su tiempo relativo en referencia al
verbo finito principal. Las siguientes reglas, tomadas de la obra de Burton,
serán muy útiles:
(A) «Si la acción del participio antecede a la del verbo, el
participio por lo general precede al verbo, pero no de un modo invariable. Tal
participio comúnmente se hallará en el tiempo griego aoristo, aunque ocasionalmente
en el tiempo presente».
(B) «Si la acción del participio es simultánea con la del verbo, puede
preceder o seguir al verbo (más frecuentemente lo último). El participio estará
por supuesto en tiempo presente». (Esta afirmación de Burton necesita ser
corregida, ya que hay muchos casos en el Nuevo Testamento en que el participio aoristo
denota una acción simultánea o
coetánea con la del verbo principal. Compárese Mt. 22:1 y Hch. 10:33).24
(C) «Si la acción del participio es posterior a la del verbo
principal, casi siempre se rige por la acción del verbo; el tiempo del
participio es entonces determinado por la idea de la acción en lo que se
refiere a su progreso». (Pero realmente no hay pruebas para hablar de un
aoristo de acción posterior).
B. LA RELACIÓN QUE LAS
CONJUNCIONES INDICAN.
Los medios principales para
conectar cláusulas y oraciones, son las conjunciones. Éstas nos indican con
claridad y estrictez la relación lógica que los pensamientos guardan entre sí.
Su valor como herramientas interpretativas crece en la medida que logren ser
más precisas.
Pero mientras más
significados tengan, más difícil será poder determinar la relación precisa que
indican. La conjunción hebrea vav , que sirve como conjuntio
generalis, es de poca ayuda. Otra dificultad proviene del hecho de que
en ciertos casos, aparentemente se usa una conjunción en lugar de otra.
La conjunción joti , sirve para introducir
tanto una oración causal como una objetiva, y esto suscita la interrogante de
si debe traducirse «porque» o «pues». Generalmente el contexto resuelve la interrogante.
La diferencia es mínima si se traduce de uno u otro modo en Juan 7:23, pero es
diferente el caso en Romanos 8:21. El apóstol dice: «Porque la creación fue
sujetada a vanidad; no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó
en esperanza; pues (o porque) la creación misma será libertada».
Aquí todo depende del
concepto que se dé a la conjunción joti
, para determinar si las últimas palabras
describen el contenido de la esperanza o dan razón de la misma. Algunos
gramáticos pretenden que jina es
siempre final en el Nuevo Testamento y, por tanto, introduce una cláusula de propósito.
Pero aunque este es, sin duda, su significado usual, no se puede mantener que
sea así en todos los casos.
Los hay, en los cuales es
prácticamente equivalente ajoti . Véase Mateo 10:25, Lucas 1:43, Juan 4:34. Además, se usa también
según el sentido ecbático,26 para expresar un resultado esperado. Éste es el
caso de Gálatas 5:17, «… para que no hagáis lo que quisiereis»; y en 1 Tesalonicenses
5:4, «Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que (jina) aquel día os sorprenda como
ladrón».
Aunque es verdad que los
autores bíblicos se apartan, a veces, del uso ordinario de una Conjunción y
debemos estar listos a admitirlo— el intérprete nunca debe apresurarse en
atribuir a una conjunción un significado que no está garantizado
lingüísticamente. Es un proceder arbitrario traducir ki en Isaías 5:10, «porque», ya que no se sabe que esta
conjunción tenga un significado explicativo y el significado usual es
perfectamente apropiado.
En la interpretación de
Lucas 7:47, «Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados
porque ( joti ) amó mucho»,
algunos expositores han expresado su punto de vista dogmático atribuyendo a la
conjunción un significado equivalente a la conjunción griega«dio» (por cuanto), pese a que
jamás ocurre según este significado.
Debemos tener en cuenta que
la pretensión de algunos exegetas antiguos de que los escritores del Nuevo
Testamento confundieron a menudo las conjunciones y usaron, por ejemplo, de en lugar de gar y viceversa, es totalmente
injustificada. Un estudio más cuidadoso mostrará por lo general que las escogieron
con un criterio selectivo. Consúltense a tal respecto varias gramáticas del
Nuevo Testamento.
Además, es necesario evitar
el error de que una conjunción siempre conecta un pensamiento con el que le
precede inmediatamente. En Mateo 10:31 leemos: «Así que no temáis; más valéis
vosotros que muchos pajarillos». E inmediatamente sigue: «Cualquiera pues que
me confesare delante de los hombres». Esto último no es una inferencia que
provenga del versículo 31, sino que se deriva de todo lo que se vino diciendo
desde el versículo 16. Igualmente, en Efesios 2:11–13, el «por tanto» con que
empieza el pasaje no conecta el versículo 11 con el 10, sino con los versículos
1–7.
Finalmente, hay pasajes que
no se conectan por medio de conjunciones. En algunos casos, no se relacionan de
manera lógica y carecen de conjunción como vemos en Lucas 16:15–18. Compárese
el versículo 16 con Mateo 11:12, 13; el versículo 17 con Mateo 5:18; y el
versículo 18 con Mateo 5:32.
Sin embargo, en otros casos
se hallan claramente conectados, como puede verse en Mateo 5:2–11; y Juan
1:8–10. En tales casos es necesario descubrir la conexión por medio de un
estudio concienzudo del desarrollo del pensamiento y de la ubicación de las
palabras en la oración.
5. EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO DE UNA SECCIÓN ENTERA.
No es suficiente que el
intérprete fije su atención en las cláusulas y oraciones por separado; debe
familiarizarse con el pensamiento general del escritor u orador. Algunas veces
esto pondrá a prueba su habilidad para seguir el razonamiento de los autores
bíblicos. No nos referimos a las dificultades peculiares de la interpretación
de los libros proféticos. Otras partes de la Escritura presentan también sus
cruces interpretum.
Los pensamientos separados
pueden parecer desconectados cuando, de hecho, están íntimamente relacionados
entre sí. En algunos casos parece que el curso del pensamiento no concuerda con
las leyes de la lógica. A veces el discurso en conjunto parece contradictorio.
Un solo ejemplo nos servirá para ilustrar esta dificultad. En Juan 3 vemos que
Nicodemo se acerca a Jesús diciéndole: «Rabí, sabemos que has venido de Dios
como Maestro; pues ningún hombre puede hacer las señales que tú haces si no
está Dios con él». ¿Cómo se relaciona la respuesta de Jesús en el versículo 3
con estas palabras?
En el versículo 4, Nicodemo
declara que no entiende a Jesús. ¿Responde el Señor su pregunta en los
versículos 5 al 8? El fariseo repite la pregunta en el versículo 9 y Jesús
expresa asombro por la ignorancia de aquél en el versículo 10. ¿Por qué resalta
Jesús el hecho de que él sabe lo que habla, esto es, acerca de la incredulidad
de los judíos, incluyendo a Nicodemo, y de su venida del cielo y a su futura
exaltación en la cruz, para la salvación de los creyentes? ¿Contienen también
los versículos 16–21 palabras de Jesús? Véase también Juan 8:31–37 y Gálatas
2:11–21.
Denota un método simbólico
de hablar, por el cual se ilustra una verdad moral o espiritual por medio de
una analogía sacada de la experiencia común. Pero mientras la parábola es
esencialmente una comparación, un símil; no todos los símiles son parábolas. La
parábola se limita a lo real, y en sus imágenes no se excede de los límites de
lo probable, es decir, de un hecho que podría suceder.
Mantiene los dos elementos
de comparación distintos, uno «exterior» y otro «interior», y no atribuye las
cualidades y relaciones del uno al otro. A este respecto difiere de la alegoría
que es, de hecho, una metáfora ampliada y contiene su interpretación en sí
misma. El Señor tuvo un doble propósito al usar las parábolas: revelar las
verdades del Reino de Dios a sus discípulos, y ocultarlas de aquellos que no tenían
visión apta para las realidades del mundo espiritual.
En la interpretación de las
parábolas hay tres elementos que deben tenerse en cuenta:
A. EL ÁMBITO QUE ABARCA LA
PARÁBOLA, O EL ASUNTO QUE ES OBJETO DE LA ILUSTRACIÓN.
Es de importancia primordial
que el intérprete tenga bien en claro cuál es el propósito de la parábola. En
su esfuerzo por descubrirlo, no debe perder de vista la importante ayuda que la
Biblia misma puede ofrecerle:
(1) La ocasión en que fue pronunciada la parábola puede ilustrar su
objeto y significado. Por ejemplo: uno puede explicar Mateo 20:1ss. por lo que
dice Mateo 19:27; así Mateo 25:13 explica Mateo 25:14ss.; y Lucas 16:14 explica
Lucas 16:19–31. Asimismo Lucas 10:29; 15:1–2; y 19:11, explican las parábolas
que introducen.
(2) El objeto de la parábola se puede expresar claramente en la
introducción, como en Lucas 18:1.
(3) Ciertas expresiones al final de la parábola pueden también
indicar su significado. Véase Mateo 13:49; Lucas 11:9 y 12:21.
(4) Una parábola similar puede indicar el asunto que ha de ser
ilustrado en el caso de otra. Compárese Lucas 15:3ss. con Mateo 18:12ss. El
versículo 14 de Mateo 18 contiene una indicación valiosa.
(5) En muchos casos, sin embargo, el intérprete tendrá que descubrir
el propósito de la parábola estudiando cuidadosamente el contexto.
B. LA REPRESENTACIÓN FIGURADA
DE LA PARÁBOLA.
Una vez determinado el
objetivo de la parábola, la representación figurativa requiere un estrecho
escrutinio. La narración formal que busca a la vez.
C. EL TERTIUM COMPARATIONIS.
Finalmente se debe
descubrir el tertium comparationis, o
sea, el punto exacto de comparación. Hay en cada parábola algún aspecto del
Reino de Dios, algún deber particular o algún peligro a evitar, que la parábola
trata de mostrar por medio de todas sus imágenes.
Mientras el intérprete no
haya descubierto este punto, no puede esperar entender la parábola, y no
debería tratar de explicar ninguno de sus rasgos particulares, pues éstos
solamente pueden ser vistos en su verdadera luz cuando son contemplados en
relación con la idea central. Además, debe tenerse gran cuidado de no atribuir
un significado espiritual independiente a todos los detalles de la parábola.
Es imposible afirmar de un
modo preciso hasta dónde debe llegar un expositor en cuanto a esto. La pregunta
sobre qué precisamente pertenece al contenido ético o doctrinal de la parábola
y qué es simple adorno, es una interrogante que no admite una respuesta tajante.
Mucho debe dejarse al significado común. El intérprete debe esforzarse en hacer
esta distinción de un modo cuidadoso. La falta de ello ha llevado a interpretaciones
fantásticas y arbitrarias.
De un modo general la regla
dada por Immer puede ser de utilidad: «Aquello que sirve a la intención o
pensamiento central de la parábola, podemos decir que pertenece a su contenido
doctrinal, pero lo que no tiene que ver con ello de un modo directo, es simple delineación
o adorno». En cuanto a esto, es ilustrativo estudiar las explicaciones que el
Señor mismo dio de la parábola del Sembrador y de la del trigo y la cizaña.
SEXTO:
AYUDAS INTERNAS PARA LA INTERPRETACIÓN DEL PENSAMIENTO.
La Biblia misma contiene
algunas ayudas para la interpretación lógica de su contenido, y el intérprete
no debería desaprovechar su uso.
En la edición inglesa, después de este
párrafo, el autor ofrece un ejercicio de investigación hermenéutica.
Hemos incluido una adaptación de
dicho ejercicio para propósitos de referencia.
Ejercicio: ¿Qué expresiones
idiomáticas se encuentran en los siguientes pasajes: Gn. 1:14, 19:9, 31:15;
Jer. 7:13; Gá. 2:16; Jn. 3:29; Ap. 2:17 y 18:22? Identifique e interprete las
figuras de pensamiento que se encuentran en los siguientes pasajes: Job 12:2;
Sal. 32:9, 102:7; Pr. 14:34; Is.
42:3, 55:12; Mt. 7:24–27; Hch. 4:28; Jn. 21:25; Ro. 9:29; 1 Co. 4:8; 11:22, y 2
Co. 6:8–10.
¿Qué cambio importante en el orden de
las palabras se encuentra en los pasajes siguientes: Sal. 3:5 (en el texto hebreo);
18:31 (en el texto hebreo); 74:17; Jer. 10:6; Mt. 13:28; Jn. 17:4; 1 Co. 2:7; 2
Ti. 2:11; Heb. 6:16; 7:4?
Observe los siguientes ejemplos de anacolutos en Gn. 3:22; Sal.
18:48–49; Zac. 2:11; Ro. 8:3; Gá. 2:6; 2 P. 2:4– 9.
Explique los genitivos y dativos que
se encuentran en los siguientes pasajes: Gn. 47:43; 1 R. 10:9; Pr. 20:2; Ro. 1:17;
10:4; Col. 2:18; Ro. 8:24.
¿Cuál es el significado de las
siguientes preposiciones griegas: día, en Ro. 3:25; 1 Co. 1:9; Heb. 3:16; Ap. 4:11;
en, en
Mt. 11:11; Hch. 7:29; Ap. 5:9; anti, en Mt. 2:22; 20:28; huper en Gá. 1:4; 2 Co. 5:21; Heb. 5:1; peri , en 1 Co. 16:12; 3 Jn. 2; eis , en Mr. 1:39; Hch. 19:22; 20:29, y
Jn. 8:30?
¿Cómo se relacionan el participio y
el verbo finito en 1 Co. 9:19; 11:29; Mt. 1:19; 27:49; Lc. 22:65 y Hch. 1:24?
¿Cuál es el significado de las
siguientes conjunciones griegas: kai , en Mt. 5:25; Jn. 1:16; 1 Co. 3:5; allá , en 1 Co. 15:35; 2 Co. 11:1; joti , en Mt. 5:45; Jn. 2:18; gar , en Mt. 2:2; Jn. 9:30;de , en 1 Co. 15:13; 4:7;jina en Jn. 4:36; 5:20; Ro. 11:31; 1 Ts.
5:4.
1. EL ÁMBITO ESPECIAL DEL AUTOR.
Con esto nos estamos
refiriendo al fin que perseguía el autor al escribir la porción particular de
su obra que estudiamos. Los autores bíblicos tenían, por supuesto, un propósito
definido cuando compusieron las diversas partes de sus escritos, procurando con
ello desarrollar alguna idea especial. Por tanto, es natural suponer que
escogían aquellas palabras y expresiones que mejor se adaptasen para expresar
el sentir que se proponían, en apoyo de su argumento general.
Es por esto que un
conocimiento concienzudo del objetivo especial del autor arrojará luz sobre los
detalles más pequeños, como son el uso de participios, conjunciones,
preposiciones y frases adverbiales. Es casi innecesario recalcar que así como
las palabras y expresiones de un pasaje particular deben estudiarse a la luz
del objetivo especial del autor, así también este objetivo debe a su vez estudiarse
teniendo como trasfondo el propósito general de todo el libro. Más adelante,
cuando lleguemos al capítulo de la interpretación histórica, trataremos el tema
del propósito general de un libro.
La cuestión aquí es cuál
sería el mejor método para descubrir el objetivo especial de cada pasaje.
Esto no es siempre fácil.
Algunas veces el autor lo expresa claramente. El propósito particular del cántico
de Moisés, contenido en Deuteronomio 32, está claramente indicado en el
capítulo 31:19–21.
En Romanos 11:14, Pablo les
dice a sus lectores por qué se dirige a los gentiles en aquella porción particular
de su escrito, y prosigue a explicarles que Dios los ha adoptado. Pero en la
mayoría de los casos el objetivo especial no se señala y el intérprete
encontrará necesario leer y releer toda una sección, juntamente con el contexto
que precede y que le sigue, a fin de descubrir tal propósito que tenía en
mente.
Muchas veces la conclusión
a la cual llega el autor en la conexión, mostrará el propósito que tenía en
mente. Esto es particularmente cierto en los escritos de Pablo, en los cuales predomina
el razonamiento lógico. Véase Romanos 2:1; 3:20, 28; 5:18; 8:1; 10:17; Gálatas
3:9; 4:7, 31.
Además, será muy
beneficioso que el intérprete note cuidadosamente qué fue lo que ocasionó la argumentación
de cierta sección. Recordemos que la ocasión que motivó un pasaje va de la mano
con su propósito. Por ejemplo, entenderemos mucho mejor qué propósito tenía
Pablo cuando escribió el pasaje clásico respecto a la humillación y exaltación
de Cristo en Filipenses 2:6–11, cuando lo estudiemos a la luz de lo que precede
en los versículos 3 y 4. Allí el apóstol amonesta a los filipenses: «Nada
hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada
uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo
propio, sino cada cual también por lo de los otros».
Luego prosigue: «Haya,
pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús», con lo cual
hace evidente que desea presentar a Cristo a los filipenses como aquel que se humilló
a sí mismo para servir a los demás; que no procuró exclusivamente su propio
bien, sino el de los otros; y que por medio de su más profunda humillación
ascendió a la excelsa gloria.
2. LA CONEXIÓN.
Ningún énfasis será
suficiente para hacer ver lo importante que es tener en cuenta lo precedente y
lo que sigue, la conexión cercana y remota de un pasaje. Es la conditio sine que non de toda sana
exégesis. Y, sin, embargo, esto se olvida con mucha frecuencia, especialmente
por aquellos que usan la Biblia como una colección de textos de prueba. La
división del contenido de la Escritura en capítulos y versículos es siempre
perjudicial a este concepto.
En consecuencia, muchos
pasajes de la Biblia han sido mal interpretados a lo largo del tiempo y estos
vicios han pasado de generación a generación. Los siguientes pasajes pueden
servir de ejemplo: Proverbios 28:14; 31:6; Jeremías 3:14b.; Zacarías 4:6b.;
Mateo 4:4b.; 10:19; 2 Corintios 3:6b. Ninguna interpretación que descuide la
conexión que un pasaje tiene con su contexto merece el nombre de «exégesis».
La conexión no es siempre
de la misma clase. Debemos considerar cuatro tipos de conexión:
(A) Puramente histórico. Cuando
un relato histórico sigue a otro con el cual está relacionado genética e ideológicamente
(Mt. 3:13–17; 4:1–11).
(B) Histórico-dogmático. Esto
ocurre cuando se conecta un discurso o enseñanza dogmática con un hecho
histórico (Jn. 6:1–14 y 26–65).
(C) Lógico. Cuando los
pensamientos o argumentos son presentados en un orden estrictamente lógico (Ro.
5:1ss.; 1 Co. 15:12–19).
(D) Psicológico. Cuando
la conexión depende de la asociación de ideas.
Esto a menudo produce un aparente
rompimiento del hilo del pensamiento (Heb. 5:11ss.).
A. Cuando se estudie la conexión, debe ponerse una esmerada atención
a las conjunciones. Si se descuida esto, el intérprete puede perder de vista
cosas muy importantes. Nos abstenemos de dar ejemplos aquí, pero consúltese lo
que ya dijimos acerca del uso de las conjunciones. En algunos casos la
conjunción misma puede producir incertidumbre, en cuyo caso el expositor tendrá
que depender del contexto general. Por ejemplo: la conjunción griega de puede ser continuativa o
adversativa, por lo cual no podemos estar seguros de si Juan 3:1 introduce a
Nicodemo como una ilustración o como una excepción.
B. Por regla general debe buscarse la conexión en el contexto más
cercano posible. Pero en el caso de que un pasaje no ofrezca buen significado
cuando se le conecta con lo que precede inmediatamente, debe entonces
consultarse el contexto más remoto. Algunos comentaristas conectan Romanos 2:16
con el versículo 15. Pero esta construcción es muy dudosa, por lo que es
preferible retroceder hasta el versículo 12 ó 13, y considerar las frases
intermedias como un paréntesis. Por otra parte, algunos exegetas unen
innecesariamente Romanos 8:22 con el versículo 19, pese a que ofrece
perfectamente un buen significado si se le conecta con el versículo 21.
C. Cuando la conexión no es clara a primera vista, el intérprete no
debe concluir precipitadamente que se ha producido algún cambio en el curso del
pensamiento, debe más bien detenerse a reflexionar. Una consideración atenta
puede hacer evidente que el cambio es sólo aparente cuando, en verdad, el
pasaje continúa con el mismo tema. En 1 Corintios 8, Pablo habla del uso de la
libertad cristiana como adiáfora.29 Ahora bien, en 9:1 parecería que Pablo se
aparta de dicho tema para comenzar una defensa de su apostolado con las
palabras: «¿No soy apóstol, no soy libre?». Pero aquí no hay tal cambio, pues
su argumento es que él, como apóstol de Jesucristo, tiene muchos derechos y
libertades, pero los usa con prudencia a fin de hacer su obra más fructífera.
D. El intérprete debe estar atento para descubrir los paréntesis,
digresiones y anacolutos. Todos éstos interrumpen de alguna forma la conexión
sintáctica de las palabras. Con el paréntesis se introducen detalles de tiempo,
lugar o breves circunstancias secundarias, después de lo cual la oración
continúa como si no hubiese habido interrupción. Así leemos en Génesis 23:2: «Y
murió Sara en Quiriat-arba (que es Hebrón, en la tierra de Canaán) y vino
Abraham a hacer duelo por Sara y a llorarla». Véase también Isaías 52:14–15;
Daniel 8:2; Hechos 1:15.
La digresión difiere del
paréntesis en que es más larga y consiste en desviarse de la línea principal de
argumentación, para introducirse en alguna ramificación de ideas colaterales o
bien para proseguir con un tema poco relacionado con el argumento principal que
venía desarrollándose. Hay un ejemplo notable de esto en Efesios 3:2–13, que
algunos lo extenderían incluso hasta 4:1. Véase también 2 Corintios 3:14–17 y
Hebreos 5:10–7:1.
El anacoluto consiste en un
traslado brusco desde una construcción sintáctica a otra, dejando inconclusa la
primera. Con frecuencia el anacoluto es el resultado de un razonamiento muy
vigoroso o de emociones fuertes. Véase Zacarías 2:11; Salmo 18:47, 48; Lucas
5:14; 1 Timoteo 1:3. Sólo de vez en cuando un anacoluto ocurrirá junto a un
paréntesis o digresión, pero en este caso el problema será doble. En Romanos
5:12, el apóstol dice: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres por
cuanto todos pecaron».
Ahora bien, todos
esperaríamos que hubiese continuado con algo como: «del mismo modo por un
hombre, Jesucristo, entró la justicia, y por la justicia la vida». Pero el
apóstol deja inconclusa la idea del versículo 12, y cuando vuelve a ella en el
versículo 18, empieza una construcción nueva.
E. En aquellos casos en que la conexión no es evidente, surge la
cuestión de si el pasaje que ha de ser interpretado contiene una reflexión
sobre o una respuesta a los pensamientos (como algo distinto a las palabras) de
las personas a quienes se habla; o si no es posible que haya allí una conexión
psicológica.
Un cuidadoso estudio de los
discursos y conversaciones del Salvador pone de manifiesto que él a menudo
respondió a los pensamientos, más que a las palabras de sus oyentes. Véase
Lucas 14:1–5; Juan 3:2; 5:17, 19, 41; 6:26. Muchos comentaristas creen que los
versículos 12 y 13 de Miqueas 2, son una interpolación debido a su aparente
falta de conexión con el contexto. Pero es posible hallar aquí una conexión
psicológica. El profeta amonesta al pueblo contra los profetas que les prometen
abundantes cosechas de vino y cidra, lo que era muy deseado por muchos. Así
que, la idea de este bien material da ocasión al profeta para hablar de las
verdaderas bendiciones que el Señor quiere derramar sobre su pueblo.
F. El intérprete debe aceptar con satisfacción las explicaciones que
los mismos autores ofrecen de sus propias palabras o de las palabras de los
interlocutores, a quienes introducen en el contexto. No es necesario que
afirmemos que son ellos los mejor calificados para hablar con autoridad a este
respecto. Ejemplos de tales interpretaciones se encuentran en Juan 2:21; 7:29 y
12:33; Romanos 7:18; Hebreos 7:21.
3. EL PARALELISMO PUEDE AYUDAR TAMBIÉN EN LA
INTERPRETACIÓN DEL PENSAMIENTO.
Al usar este método, el
expositor debe precaverse contra dos errores. Por un lado, el de cree que cada
una de las cláusulas paralelas tiene un significado totalmente distinto una de
la otra. Éste es el extremo al que llegaron algunos de los antiguos
intérpretes, ya que consideraban con impropio de la sabiduría del Espíritu
Santo que repitiera los mismos sentimientos
pensamientos. Por el otro lado, debe evitar la suposición de que tal
paralelismo es mera tautología, conteniendo los miembros paralelos exactamente
la misma idea.
Es erróneo pensar que hay
completa identidad de significado entre los miembros de un paralelismo
sinónimo, o un contraste perfecto entre los miembros de un paralelismo
antitético. Con respecto al primero, Davidson hace notar con razón: «Algunas
veces un miembro expresa de un modo general, lo que el otro declara de una
manera particular, o viceversa.
En uno puede aparecer el
género, y en el otro la especie; el uno expresa una cosa afirmativamente, el otro
negativamente; el uno figuradamente, el otro literalmente; el uno hace una
comparación, el otro contiene su aplicación; el uno expresa un hecho, el otro la
manera en que ocurrió».
Es por tanto, plenamente
evidente que la función exegética del paralelismo, consiste «en dar una idea
general del significado de una cláusula, más bien que una especificación
precisa o minuciosa». Al emplearla, el intérprete debe estar seguro de la
relativa lucidez de los miembros paralelos, no sea que cometa el error de
tratar de iluminar lo menos oscuro por medio de lo más oscuro y difícil de
entender.
Si un miembro es figurado y
el otro literal, debemos usar el último para explicar el primero. Unos pocos
ejemplos pueden servirnos para ilustrar el uso del paralelismo. En el Salmo
22:27 leemos: «Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la
tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti». El
paralelismo hace aquí perfectamente evidente que «los confines de la tierra»
equivalgan a las naciones distantes o gentiles.
El Salmo 104:6 contiene la
siguiente expresión enigmática: «Con el abismo, como con vestido, la cubriste»,
pero esta expresión se aclara con las palabras que siguen: «Sobre los montes
estaban las aguas». En Juan 6:35 Jesús dice: «Yo soy el pan de vida; el que a
mí viene nunca tendrá hambre». Aquí surge la pregunta respecto a qué tipo de
«venir» se refiere el Señor. Pero el siguiente miembro del paralelismo la
responde: «El que en mí cree , no tendrá sed jamás».
En 2 Corintios 5:21
hallamos un paralelismo antitético: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo
hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él». ¿Quiere
decir el apóstol que Cristo fue hecho pecado por nosotros en un sentido ético o
en sentido legal? La antítesis: «Para que nosotros fuésemos hechos justicia de
Dios en él», contiene la respuesta, ya que ésta sólo puede entenderse en un
sentido legal.
SEPTIMO:
AYUDAS EXTERNAS PARA LA INTERPRETACIÓN GRAMATICAL.
1. LIBROS.
Tales recursos consisten en
libros que pueden ayudar de un modo valioso al intérprete en su estudio de la
Sagrada Escritura. Entre ellos debemos distinguir: las gramáticas de los
idiomas originales, los diccionarios lexicográficos, las concordancias, los
comentarios exegéticos y explicativos, etc. Véase el apéndice de esta obra.
2. EL USO CORRECTO DE COMENTARIOS.
Unas cuantas acotaciones al
respecto pueden ser útiles acerca del uso adecuado de comentarios.
A. Cuando trate de explicar un pasaje, el intérprete no debe
recurrir inmediatamente al uso de comentarios, ya que esto anularía totalmente
su originalidad y a veces podría confundirle más bien que ayudarle. Debe tratar
primero de interpretar el pasaje independientemente, recurriendo a las ayudas internas
que hemos mencionado, y a las externas como gramáticas, concordancias y
diccionarios lexicográficos.
B. Si después de haber hecho un buen estudio original del pasaje
siente la necesidad de consultar uno o más comentarios, debe evitar los
llamados comentarios prácticos, por muy buenos que sean, ya que éstos tienen
por objeto la edificación, más bien que la interpretación científica.
C. Facilitará grandemente su tarea sí al recurrir a los comentarios,
lo hace siempre con preguntas definidas. Esto es posible solamente después de
una cierta cantidad de estudio original preliminar, pero obviará la necesidad
de leer todo lo que los comentaristas hayan dicho sobre el pasaje que trata de interpretar.
Además, cuando se acude a los comentarios con cierta idea en la mente, se está
mejor preparado para escoger entre las opiniones, a veces contradictorias, que
uno encuentre.
D. Si el estudiante consiguiera dar una explicación aparentemente
satisfactoria sin la ayuda de comentarios, es aconsejable comparar su
interpretación con la dada por otros; y si descubre que su interpretación va en
contra de la opinión general en algún punto particular, será prudente, por su
parte, volver a estudiar el pasaje para ver si al formular su opinión tuvo en
cuenta todos los datos disponibles, y si sus conclusiones son, por tanto,
correctas en cada detalle. Puede descubrir algún error, que le obligue a
revisar su propia opinión. Pero si encuentra que cada paso que dio estuvo bien
fundado, debe mantener su interpretación, a pesar de todo lo que otros
comentaristas puedan decir.
LECCIÓN: 14
LA INTERPRETACIÓN HISTÓRICA
PRIMERO:
DEFINICIÓN Y EXPLICACIÓN.
Este estudio nos lleva a
una nueva división de la Hermenéutica. Es verdad, dice Davidson: «Que la interpretación
gramatical y la histórica, rectamente comprendidas, son sinónimas. Las leyes
especiales de la gramática, en conformidad con las cuales los escritores sagrados
usaron el lenguaje, fueron resultado de sus propias circunstancias
particulares, y tan solo la disciplina histórica podrá hacernos retroceder
hasta aquellas circunstancias». Pero aunque es sin duda un hecho que ambas se
hallan estrechamente entretejidas y no pueden ser del todo separadas, es
necesario mantenerlas separadas y distintas en nuestra discusión.
No debemos confundir la
interpretación histórica que aquí expondremos con las teorías acomodaticias de
J. S. Semler, ni con la interpretación histórico-crítica de nuestros días, que
se basa en la filosofía de la evolución aplicada a la historia. El término es
usado aquí para referirnos al estudio de las Escrituras a la luz de las
circunstancias históricas que ponen su sello en los diferentes libros de la Biblia.
Immer la denomina «la verdadera explicación». Distinguiéndose de la
interpretación gramatical y lógica que se aplica al aspecto formal de la
Escritura, o sea, el lenguaje en que fue moldeada la interpretación histórica
se refiere al contenido material de la Biblia. Procede, pues, sobre los
siguientes supuestos.
1. PRESUPOSICIONES BÁSICAS PARA LA INTERPRETACIÓN HISTÓRICA.
A. La Palabra de Dios se originó de un modo histórico y, por tanto,
sólo podrá entenderse a la luz de la historia. Esto no significa que todo lo
que contiene puede ser explicado históricamente. Como revelación sobrenatural
de Dios contiene, naturalmente, elementos que trascienden los límites de la historia;
pero sí significa que el contenido de la Biblia ha sido determinado, en gran
parte, históricamente; y para esta parte debe buscarse su explicación en la
historia.
B. Jamás podrá entenderse plenamente una palabra, hasta que se la
comprenda como una palabra viva, esto es, tal como se originó en el alma del
autor. Esto incluye lo que se denomina la interpretación psicológica, que es de
hecho una subdivisión de la interpretación histórica.
C. Es imposible entender un autor e interpretar sus palabras
correctamente, a menos que se le considere a la luz de su fondo histórico. Es
verdad que el ser humano, en cierto sentido, controla las circunstancias de su
vida y determina su carácter; pero también es verdad que de un modo
considerable es producto de sus circunstancias históricas. Por ejemplo, todo
ser humano pertenece a algún pueblo y tierra y pertenece a alguna época.
D. El lugar, tiempo, circunstancias y la forma de concebir el mundo
y la vida que se tenía entonces, influenciarán los escritos producidos bajo
tales condiciones de tiempo, lugar y circunstancias. Esto se aplica igualmente
a los libros de la Biblia, particularmente a los históricos o de carácter
ocasional. En todo el ámbito de la literatura no hay libro que iguale a la
Biblia en lo que se refiere a tocar la vida humana en todos sus aspectos.
2. REQUERIMIENTOS RESPECTO AL EXEGETA.
En vista de estas
presuposiciones, la interpretación histórica requiere lo siguiente del
intérprete.
A. El intérprete debe tratar de conocer al autor cuya obra trata de
explicar: su parentela, su carácter y temperamento, sus características intelectuales,
morales y religiosas, así como las circunstancias externas de su vida. Debería
de igual modo tratar de conocer a los personajes presentados en los libros de
la Biblia y los lectores originales.
B. Le corresponde reconstruir, tanto como sea posible, por medio de
los antecedentes históricos que tiene a mano, y con la ayuda de las hipótesis
históricas el medio ambiente dentro del cual se originaron los escritos
particulares que estudia. En otras palabras, debe reconstruir el mundo del
autor. Para esto tendrá que informarse respecto a los accidentes físicos del
país donde los libros fueron escritos, y sobre el carácter, historia,
costumbres, moral y religión del pueblo entre quienes o para quienes fueron escritos.
C. Hallará que es importantísimo considerar las diversas influencias
que determinaron más directamente el carácter de los escritos que estudia,
tales como: los lectores originales, el propósito que el autor tenía en mente,
la edad del autor, su formación intelectual y las circunstancias especiales en
que el libro fue compuesto.
D. Además, tendrá que trasladarse mentalmente al siglo que vio nacer
el escrito y a sus condiciones orientales. Tiene que ponerse él mismo en el
lugar del autor y tratar de penetrar en su misma alma, como si él estuviera
viviendo su vida y pensando sus pensamientos. Esto significa que tendrá que
evitar cuidadosamente el error, bastante común, de trasladar al autor al tiempo
presente y hacerle hablar el lenguaje del siglo XX. Si no evita esto, correrá
el peligro, como lo expresara Mc Pheeters, de que «la voz que oiga sea meramente
el eco de sus propias ideas». Su regla deberá ser siempre non ex subjecto, sed ex objecto sensum quaerit.
SEGUNDO:
CARACTERÍSTICAS PERSONALES DEL AUTOR O INTERLOCUTOR.
1. ¿QUIÉN ES EL AUTOR?
En la interpretación
histórica de un libro, esta pregunta es siempre la primera. Algunos de los
libros de la Biblia mencionan sus autores, otros no. De ahí la pregunta: ¿quién
es el autor? Aun si sólo se le tiene como un mero asunto de un nombre, no es
siempre fácil hallar la respuesta. Pero en relación a la interpretación
histórica, la pregunta es mucho más significativa, porque el mero conocimiento
de un nombre no proporciona al exégeta ninguna ayuda sustancial. Tiene más bien
que procurar familiarizarse con el autor mismo, esto es, su carácter, su
temperamento, su disposición y modo habitual de pensar.
Debe tratar de penetrar en
los secretos de su vida interna a fin de entender tanto como sea posible los
motivos que controlaron su vida, y así adquirir una visión de sus pensamientos,
decisiones y acciones. Debe conocer algo acerca de la profesión del autor, la
cual pudo haber ejercido una fuerte influencia en él, en sus costumbres y su
lenguaje. Las palabras de Elliot son aquí muy oportunas: «Basta con decir
marinero, soldado, mercader, operario, clérigo o abogado, para traer a la mente
diversos tipos de hombres, cada uno de los cuales tiene su modo de ser, sus
expresiones familiares, sus representaciones peculiares, su forma favorita de
ver cada cosa; en resumidas palabras, cada uno de ellos tiene un carácter
especial como hombre».
El mejor medio para conocer
a las personas es asociarse con ellas. Del mismo modo, la manera más efectiva
para conocer a un autor es estudiar sus escritos diligentemente, y poner
particular atención a sus toques personales y observaciones incidentales que
tengan que ver con su vida y carácter. Quien quiera conocer a Moisés, debe
estudiar el Pentateuco, particularmente sus últimos cuatro libros y poner especial
atención en pasajes como Éxodo 2–4; 16:15–19; 33:11; 34:5–7; Números 12:7, 8; Deuteronomio
34:7–11; Hechos 7:20–35; y también Hebreos 11:23–29.
Estos pasajes bíblicos
aclaran la identidad del mediador del Antiguo Pacto, su liberación providencial,
sus ventajas educacionales y su ardiente amor por su pueblo en desgracia.
Además lo retratan claramente como el hombre que, aunque impulsivo y asertivo
en su juventud, aprendió a ser humilde y paciente durante un largo período de
espera; un hombre que titubeaba en encargarse de una empresa muy grande, y sin
embargo, bien calificado para ser líder; de grandes alcances intelectuales,
pero de carácter humilde; un hombre a quien su pueblo calumnió y de quien abusó
considerablemente, pero que amó a los suyos con un amor ardiente y
desinteresado, soportando sus reproches con gran paciencia. En resumidas
palabras, un héroe de la fe.
Para conocer a Pablo será
necesario leer su historia según la relata Lucas, y también sus epístolas.
Debe ponerse especial atención
a pasajes como Hechos 7:58; 8:1–4; 9:1, 2, 22, 26; 26:9; 13:46–48; Romanos
9:1–3; 1 Corintios 15:9; 2 Corintios 11; 12:1–11; Gálatas 1:13–15; 2:11–16;
Filipenses 1:7, 8, 12–18; 3:5–14; 1 Timoteo 1:13–16. En estos pasajes la figura
de Pablo aparece como producto, en parte de la diáspora, en parte de la escuela
rabínica de Gamaliel. Hombre totalmente versado en la literatura judía, que
tenía el coraje de sus convicciones; escrupuloso perseguidor de la Iglesia,
pero también verdadero penitente convertido, dispuesto a confesar el error de
su camino; un leal siervo de Jesucristo, ansioso de emplear su vida en el
servicio de su Señor; ardiendo de celo por la salvación de sus parientes
carnales, pero también lleno del mismo infatigable celo y oración para la
salvación de los gentiles; un hombre dispuesto a negarse a sí mismo para que
Dios pudiera recibir toda la gloria por medio de Jesucristo.
El conocimiento íntimo del
autor del libro facilitará la comprensión de sus palabras, habilitará al intérprete
a entender, y quizá a establecer de un modo conclusivo, cómo las palabras y
expresiones nacieron en el alma del autor. Iluminará ciertas frases y oraciones
de un modo inesperado y las hará parecer más reales con la fuerza viva de sus
circunstancias. Jeremías aparece delante de nosotros, en la Biblia, como un
hombre de carácter sensitivo e impulsivo, que trata de apartarse del
cumplimiento de su deber.
Este conocimiento nos
ayudará a interpretar y entender la belleza tierna y patética que caracteriza
ciertas partes de sus escritos y también para apreciar su ira apasionada al
reprender a los enemigos (11:20; 12:3; 15:10ss.; 17:15–18), su queja de que el
Señor no revela el poder de su brazo y su maldición del día de su nacimiento
(20:7–18). Al apóstol Juan, de carácter evidentemente tempestuoso y vehemente,
le vemos desviado alguna vez por la ambición egoísta, y tan celoso en su obra
para el Señor que se muestra severo con aquellos a quienes consideraba
competidores y enemigos de Jesús.
Pero los defectos naturales
de su carácter fueron reformados por la gracia. Su amor fue santificado, su
celo llevado por conductos propios. Fue un hombre que bebió profundamente en la
fuente del agua de la Vida, y reflexionó más que los otros en los maravillosos
misterios de la vida del Salvador. Esto explica, en gran parte, la diferencia
entre su Evangelio y los Sinópticos, y también sus exhortaciones a la necesidad
de permanecer en Cristo y amar a Cristo y a los hermanos. Al leer la profecía
de Amós será de gran ayuda tener presente el simple hecho de que era un pastor
de Tecoa; ello ayudará a comprender mucho de sus expresiones figurativas.
Ezequiel no habría escrito como lo hizo en los capítulos 40–48 de su profecía,
si no hubiese sido uno de los sacerdotes en destierro, profundamente conocedor
del ritual del Templo, y preocupado por el hecho de que la pasada gloria de Sión
había desaparecido.
2. ¿QUIÉN ES EL INTERLOCUTOR?
Otra cuestión oportuna es:
¿quién es el interlocutor que aparece en el libro? Los autores bíblicos
introducen a menudo interlocutores en sus escritos, y es de vital importancia
que el expositor distinga escrupulosamente entre las palabras del autor y las
de aquellas personas que intervienen en la narración. En los libros históricos
la línea de demarcación es generalmente tan clara que no puede haber confusión
en cuanto a esto; sin embargo, hay algunas excepciones. Por ejemplo: Es
bastante difícil determinar si las palabras que hallamos en Juan 3:16–21 fueron
dichas por Jesús a Nicodemo, o si son una adición explicativa de Juan. En los
profetas, por lo general las repentinas transiciones desde lo humano a lo
divino son fácilmente reconocidas por el cambio de la tercera a la primera
persona. Véase: Oseas 9:9, 10; Zacarías 12:8–10; 14:1–3.
Algunas veces aparece un
diálogo en el cual el escritor discute con un oponente imaginario (diatriba).
Tales casos deben ser tratados cuidadosamente, pues si no se distingue
correctamente la persona que habla, serios errores pueden generarse. Véase:
Malaquías 3:13–16; Romanos 3:1–9. La regla siguiente será aquí valiosa: El
escritor del libro debe ser considerado el locutor, hasta que alguna clara
evidencia muestre lo contrario. Y cuando el intérprete detecte claramente quién
es el locutor en contraste con el autor, deberá tratar de averiguar la mayor
información posible y por todos los medios posibles.
Personajes como Abraham,
Isaac, Jacob, José, Samuel, Job y sus amigos, y grupos de personas como los
fariseos, los saduceos y los escribas, deben ser objeto de especial estudio.
Cuanto más se conozca de estos personajes, más se podrá entender lo que dicen.3
TERCERO:
CIRCUNSTANCIAS SOCIALES DEL AUTOR.
Las circunstancias sociales
abarcan todas aquellas cosas que no son peculiares al autor mismo, sino que él
comparte con sus contemporáneos. Estas cosas son de un carácter más bien
general.
1. CIRCUNSTANCIAS GEOGRÁFICAS.
Las condiciones climáticas
y geográficas influyen a menudo en el pensamiento, el lenguaje y las figuras
que usa un escritor, dejando una huella en sus producciones literarias. De ahí
que el intérprete de la Biblia debe estar especialmente familiarizado con la
geografía del Oriente Próximo, de donde provienen los autores bíblicos. Es muy
importante que él entienda el carácter de las estaciones, los vientos, las
épocas de lluvia, así como la diferencia de temperatura entre los valles y las
cumbres de las montañas.
Debe tener también algún
conocimiento de los productos de la tierra: sus árboles, clases de flores y de
plantas, granos, vegetales y frutos; los animales más comunes, tanto salvajes
como domésticos, sus insectos y aves nativas. Las montañas, valles, lagos,
ríos, ciudades y aldeas, caminos y llanuras. El intérprete debe estar
familiarizado con estas cosas y su ubicación.
Para el estudio de los
rasgos permanentes de la Tierra Santa, vale la pena aprovechar los diccionarios
y atlas bíblicos más recientes (véase el apéndice). Pero para la información
sobre detalles.
En la edición inglesa, después de
este párrafo, el autor ofrece un ejercicio de investigación histórica. Hemos incluido
una adaptación de dicho ejercicio para propósitos de referencia.
Ejercicio: Léanse los salmos
siguientes a la luz del carácter y experiencias de David: Salmo 23, 24, 32, 51,
72, 132. ¿En qué forma determinan el carácter y la historia personal de Oseas,
el carácter de su profecía? ¿En qué forma el carácter individual de Pablo,
Pedro y Santiago aparecen en sus respectivos escritos?
¿Quién es el personaje que habla en
Isaías 53, Oseas 5 y 6; Habacuc 2; Salmo 2, 22 y 40? más variables como son los frutos, productos del suelo, el lugar
donde se ubicaban sus ciudades y pueblos, libros clásicos como los de Josefo y Eusebio
(Onomasticon) tienen más valor. Este estudio es esencial, especialmente en vista de que los
orientales vivían generalmente muy apegados a la naturaleza, viéndola como animada con vida y
estando muy predispuestos al uso del simbolismo.
Los discursos y parábolas de Jesús están llenos de
figuras simbólicas de la naturaleza, que ilustran verdades espirituales. Jesús compara el Reino de Dios al
grano de mostaza (Mt. 13:31–32), a Israel con una higuera (Lc. 13:6–9). Habla de sí mismo como de
«la vid verdadera» y de su Padre como «el labrador» (Jn. 15:1).
Es totalmente evidente, y
no necesita ninguna prueba, el hecho de que el expositor debe estar familiarizado
con los aspectos físicos de Palestina; su clima, su topografía, su producción,
etc. ¿Cómo puede de otro modo explicar declaraciones tales como el «rocío de
Hermón que desciende sobre los montes de Sión» (Sal. 133:3), si no está
familiarizado con el efecto que la nieve de la cumbre del Hermón causa sobre la
niebla que constantemente se levanta de las cañadas que están a sus pies?
¿Cómo interpretará
expresiones tales como: «La gloria del Líbano» y «la excelencia del Carmelo y
de Sarón», si no tiene ningún conocimiento de su exuberante vegetación e
insuperable belleza? ¿Cómo puede explicar el uso de carros en el Reino del
Norte (1 R. 18:44ss.; 22:29ss.; 2 R. 5:9ss.; 9:16; 10:12, 15), y su ausencia
del Reino del Sur? ¿Cómo puede dar cuenta del éxito de David en eludir la persecución
de Saúl, a pesar de hallarse en ciertos momentos a una distancia que permitía
hablarse el uno al otro, si no conoce la topografía del país? Solamente la
familiaridad con las estaciones le capacitará para interpretar pasajes como
Cantares 2:11: «He aquí el invierno ha pasado, la lluvia se fue», y Mateo
24:20: «Orad para que vuestra huida no sea en invierno».
2. CIRCUNSTANCIAS POLÍTICAS.
Las condiciones políticas
de un pueblo dejan también una profunda impresión en su literatura nacional. La
Biblia contiene amplias evidencias de esto también, y por lo tanto es muy
necesario que el expositor se informe acerca de la organización política de las
naciones que juegan un papel importante en ella. Su historia nacional, sus relaciones
con otras naciones y sus instituciones políticas, deben ser objeto de un
estudio cuidadoso. Una atención particular debe ser dedicada a los cambios
políticos en la vida nacional de Israel.
Únicamente la historia
podrá arrojar luz sobre el por qué no le fue permitido a Israel afligir a los moabitas
y amonitas (Dt. 2:9, 19). La posición dependiente de Edom en los días de
Salomón y Josafat, explica cómo es que estos reyes podían construir navíos en
Ezión-geber, en la tierra de Edom (1 R. 9:26; 22:47–48; 1 Cr. 18:13; 2 Cr.
8:17, 18). Pasajes como 2 Reyes 15:19; 16:7; Isaías 20:1, encuentran su
explicación en el creciente poder de los asirios y en la expansión gradual de
este imperio, como se ha revelado especialmente por las inscripciones de sus
reyes.
Las palabras de Rabsaces en
2 Reyes 18:21 e Isaías 36:6, aclaran el panorama, dado el hecho de que había un
partido egipcio influyente en Judea durante el reinado de Ezequías (Is.
30:1–7). Para poder interpretar correctamente los escritos post-exílicos deberá
tenerse en cuenta el cambio radical que sufrieron la posición y la constitución
política de Israel. Pasajes como Esdras 4:4–6; Nehemías 5:14, 15; Zacarías
7:3–5; 8:19; Malaquías 1:8, sólo pueden ser explicados a la luz de la historia
contemporánea.
Al pasar del Antiguo
Testamento al Nuevo, el intérprete encara una situación para la cual no estaría
preparado, a no ser que haya estudiado el período intertestamentario.
Encontramos en el Nuevo Testamento a los romanos como el poder dominante, y que
los idumeos gobiernan la heredad de Jacob. Partidos de los cuales no se oye
nada en el Antiguo Testamento ocupan ahora el lugar central.
Hay un Sanedrín judío que
decide sobre asuntos de suma importancia y una clase de escribas que
prácticamente han suplantado a los sacerdotes, como maestros del pueblo. Así
que, se levantan interrogantes de todo tipo. ¿Cómo estaba constituido en aquel tiempo
el Estado Judío? ¿Por qué ironía de la historia eran los idumeos los
gobernantes del pueblo judío? ¿Qué limitaciones impuso la soberanía del
gobierno de Roma al gobierno judío? ¿Tenían los partidos existentes algún
significado político? y si así era ¿qué es lo que buscaban? Un estudio de la historia
pasada de Israel dará respuesta a estas preguntas. Pasajes como Mateo 2:22–23;
17:24–27; 22:16–21; 27:2, y Juan 4:9, sólo pueden ser explicados a la luz de la
historia.
3. CIRCUNSTANCIAS RELIGIOSAS.
La vida religiosa de Israel
no siempre se movió en el mismo plano, no siempre se caracterizó por una
verdadera espiritualidad. Había épocas de elevación espiritual, pero éstas eran
pronto seguidas por períodos de degradación moral y religiosa. Así, las generaciones
que sirvieron a Dios con espíritu humilde y reverente eran sucedidas con
frecuencia por adoradores de ídolos, o por gentes que buscaban satisfacción en
un servicio hipócrita de labios.
La historia de la religión
de Israel, considerada en su totalidad, revela deterioro más que progreso; retroceso
en vez de evolución.
El período de los jueces
fue uno de sincretismo religioso, producto de la unión del servicio a Jehová con
la adoración de los baales cananitas. En los días de Samuel la orden de los
profetas empezó a hacerse sentir y a ejercer una influencia benéfica en la vida
espiritual de la nación. El período de los Reyes se caracterizó en Judá por
repetidas épocas de decadencia y despertamientos.
La adoración en los lugares
altos y a veces una flagrante idolatría, era el pecado dominante del pueblo.
Durante el mismo período el pecado típico del Reino del Norte fue la adoración
del becerro de oro, acrecentado en los días de Acab por la adoración de
Melqart, el Baal fenicio. Después del destierro, la idolatría fue rara en
Israel; pero su religión degeneró en un frío formalismo y una ortodoxia muerta.
Estas cosas deben tenerse
en cuenta cuando se interprete pasajes que se refieren a la vida religiosa del
pueblo. Además el intérprete debe estar familiarizado con las instituciones
religiosas y con las prácticas de Israel, según las reglas de la Ley Mosaica.
Tales pasajes como Jueces 8:28, 33; 10:6; 17:6, solo podrán entenderse a la luz
de la historia contemporánea. En 1 Samuel 2:13–17 el escritor mismo ofrece una
explicación histórica de la manera cómo los hijos de Elí burlaban la ley Mosaica.
La pregunta de por qué Jeroboam erigió becerros en Dan y Betel, sólo podrá
responderse históricamente.
Es la historia la que puede
contestar la pregunta de por qué los reyes piadosos y los profetas de Judá estaban
constantemente combatiendo la adoración en los lugares altos, mientras que los
profetas de Israel rara vez condenaron esta práctica. Sin el necesario
conocimiento histórico, el expositor encontrará imposible entender la palabra
del ángel a Manoa: «El niño será nazareo a Dios» (Jue. 13:7).
Sólo la historia ayuda a
comprender la referencia de Jeremías al valle de Hinom, como «Valle de la Matanza»
(Jer. 19:6; compárese con 7:31–33); la mención de Miqueas de los «Estatutos de
Omri» (Miq. 6:16); la recomendación de Jesús al leproso: «Ve y muéstrate al
sacerdote» (Mat. 8:4); su referencia a «los tañedores de flautas y la gente
haciendo bullicio» (Mt. 9:23); y el incidente con los que «vendían bueyes,
ovejas y palomas y los cambistas de moneda en el templo» (Jn. 2:14).
También la historia le facilitará
explicar expresiones como: «Somos sepultados juntamente con él para muerte con
el bautismo» (Ro. 6:4); y «nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada
por nosotros» (1 Co. 5:7). La gran importancia del conocimiento histórico se
revela en pasajes como 1 Corintios 15:29, ya que se refiere a una costumbre de
la cual no tenemos ningún conocimiento cierto.
CUARTO:
CIRCUNSTANCIAS PECULIARES A LOS ESCRITOS.
Además de las
circunstancias generales de la vida del autor, hay algunas de carácter más
especial que influyeron en sus escritos de un modo directo. La interpretación
sólida requiere, por supuesto, que éstas sean tomadas especialmente en
consideración.
1. LOS OYENTES Y LECTORES ORIGINALES.
Para la comprensión
correcta de un escrito o discurso es de vital importancia saber a quién fue
escrito o dirigido. Esto se aplica particularmente a aquellos libros de la
Biblia que son de carácter ocasional, tales como los libros proféticos, y las epístolas
del Nuevo Testamento. Es del todo natural que estos escritos se adaptasen a las
circunstancias especiales y a las necesidades particulares del lector o
lectores originales.
El escritor por necesidad
tuvo que tomar en cuenta el lugar geográfico de los destinatarios, así como su
posición histórica y social, sus relaciones industriales y comerciales, sus
ventajas educacionales y sociales, su carácter moral y religioso, sus
idiosincrasias propias, sus prejuicios y modo de pensar peculiar. El autor
dejará ver en su escrito el conocimiento que tiene de estas cosas. Esto explica
en gran parte las típicas diferencias que encontramos entre los evangelios
sinópticos.
La deserción de los gálatas
explica la severidad de la epístola que Pablo les escribió. La abnegada
devoción que los filipenses tenían para con el gran apóstol de los gentiles, y
la fidelidad a su doctrina, explica la nota fundamental de gratitud y gozo que caracteriza
la carta que recibieron de parte de Pablo, el prisionero.
La condición de los
lectores originales no solamente determina el carácter general del escrito,
sino que explica también muchos de sus detalles particulares. Las divisiones en
Corinto dieron evidentemente ocasión para que Pablo les dijese: «Todo es
vuestro, sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, todo es vuestro; y vosotros de
Cristo y Cristo de Dios» (1 Co. 3:20–23). Y donde el apóstol dice en 1
Corintios 15:32, «Si como hombre batallé contra las fieras», probablemente
muestra que la forma de lucha que esta expresión sugiere era común en Corinto.
La condición especial de la
Iglesia de Galacia explica el por qué Pablo, que circuncidó al mismo Timoteo,
les escribe: «He aquí yo Pablo os digo que si os circuncidáis, Cristo no os
aprovecha para nada» (Gá. 5:2). Así como también el por qué escribió a los
colosenses, más bien que a otras iglesias: «En él habita corporalmente toda la
plenitud de la Deidad» (Col. 2:9). Un conocimiento íntimo de los lectores
originales iluminará a menudo las páginas de un escrito que habla a ellos de
una manera fuerte e inesperada. El mismo principio se aplica a los oyentes de
un discurso incluido en los relatos bíblicos; así que ellos también deben ser
objeto de un estudio especial.
2. EL PROPÓSITO DEL AUTOR.
Los escritores de los
Libros Sagrados tenían, naturalmente, algún propósito en mente al dar a luz su
producción; y el intérprete debe esforzarse por retener este propósito firmemente
en su memoria en todo tiempo, ya que es natural pensar que la mente del
escritor estuvo fija constantemente en dicho fin, el cual también le guió en la
selección de su material y en la expresión de sus pensamientos.
Por tanto, saber qué se
proponía el autor con lo que escribió, no solamente ayudará a comprender el
libro en su totalidad, sino que aclarará los detalles del mismo. Elliott señala
con razón: «El descubrimiento de este objetivo completará las frases
abreviadas, arrojará luz sobre las oscuridades y ayudará a descubrir el
verdadero significado cuando existan varias interpretaciones posibles. Este
conocimiento ayudará también a distinguir lo literal de lo figurado, lo
relativo de lo absoluto y los pensamientos principales de los secundarios».
No es siempre fácil
determinar el propósito que tiene un escrito. En algunos casos, el intérprete tendrá
que depender de alguna tradición eclesiástica que no siempre es digna de
confianza, por lo que deberá aceptarla con ciertas reservas. En otros casos, el
autor mismo expresa el propósito de su libro, como Salomón en Proverbios 1:2–4;
Lucas en 1:1–4; Juan en su evangelio 20:31 y Apocalipsis 1:1; Pedro en 1 Pedro
5:12.
En otros casos el
conocimiento de los lectores originales y las circunstancias en que vivieron,
así como la ocasión que dio lugar a la composición del libro, ayudará a
descubrir su propósito, como es el caso de 1 Corintios, 2 Tesalonicenses y
Hebreos. Pero hay también casos en que solamente la lectura repetida de un libro
ayudará a descubrir su objetivo. Ciertas expresiones y todas las observaciones que se
repiten lo pondrán a veces de manifiesto.
La diez veces repetida
fraseeleh («estas son las
generaciones») de Génesis 2:4, 5:1, 6:9, 10:1, 11:10, 11:27, 25:19, 36:1, 37:2,
caracteriza a este libro como el del nacimiento o principio de las cosas. Las
repetidas referencias del Evangelio de Juan al modo como los discípulos fueron
llevados a creer en Cristo, y la incredulidad de otros, señala el objetivo de
este Evangelio. (Véase 2:11; 6:64, 68; 7:38; 12:16; 14:1; 16:31; 17:8; 20:29).
El juicio que se anuncia
contra los reyes de Israel y Judá al mencionar la muerte de ellos, señala el
hecho de que los libros de los Reyes fueron escritos para hacer patente cuán
poco se elevaron los líderes políticos, y por eso también el pueblo mismo, para
alcanzar la altura de la norma divina.
3. LA EDAD DE SU VIDA, LAS CIRCUNSTANCIAS ESPECIALES, EL ÁNIMO Y FORMA DE
PENSAR, QUE TENÍA EL AUTOR CUANDO ESCRIBIÓ SU OBRA,
Son todas cosas importantes
que debemos tener presentes. Mientras que, por un lado, debemos guardarnos
contra los extremos de algunos racionalistas irreverentes, como los que
pretenden que evidentemente Juan escribió su primera epístola cuando era
demasiado viejo para pensar clara y lógicamente, por el otro debemos tener
siempre presente que el Espíritu de Dios empleó a los escritores sagrados de un
modo orgánico, y no hizo a un joven escribir como un viejo, ni a un viejo como
a uno que está en los albores de la vida.
Es tan sólo natural que las
producciones literarias de aquellos que no habían cruzado todavía el meridiano
de la vida se caracterizaran por su originalidad y virilidad, y que los
escritos de aquellos que ya habían pasado a sus años de declive se caractericen
por una visión seria de la vida, y por su sabiduría experimental. Compárese
Gálatas con 2 Timoteo, y compárese los discursos de Pedro en los Hechos de los
Apóstoles con su segunda epístola. Estúdiese también el discurso de despedida
de Moisés (Dt. 31, 32) y las últimas palabras de David (2 S. 23:1–7).
Las circunstancias
históricas del autor y su estado de ánimo influencian también a sus escritos.
Esto se aplica, no sólo a los libros de la Biblia, sino a los discursos y
alocuciones que ésta registra. Es imposible interpretar la conmovedora elegía
de David con ocasión de la muerte de Saúl y Jonatán si no es a la luz de una
profunda reverencia por el ungido del Señor y su gran amor a Jonatán (2 S.
1:19–27).
¿Cómo podrá alguien dar una
explicación adecuada de las lamentaciones de Jeremías sin estar familiarizado
con la grave situación de la ciudad santa y la aflicción y angustia del
desconsolado profeta? El sentimiento verdadero y la belleza incomparable del
Salmo 137 sólo pueden ser comprendidos por aquel que se da cuenta de la gran
devoción que los desterrados piadosos tenían por la ciudad de Jerusalén (véase
también Jn. 14:16; Fil. 1:12–30; 2 Ti. 4:6–18).
Pero al mismo tiempo que el
intérprete debe aplicar con todo gusto cualquier conocimiento histórico que
tenga a mano, en su interpretación de la Biblia, debe evitar dejarse llevar en
forma desenfrenada por su imaginación en la exposición de la Escritura. Lo que
es puramente fruto de la imaginación nunca debe ser presentado como verdad
histórica.
QUINTO:
AYUDAS PARA LA INTERPRETACIÓN HISTÓRICA.
1. INTERNA.
Los principales recursos
para la interpretación histórica de la Sagrada Escritura, se hallan en la
Biblia misma. Distintamente de otros escritos, ella contiene la verdad absoluta
y, por lo tanto, merece que prefiramos su información a todo lo que pueda ser
recogido de otras fuentes. Esta observación no es superflua, en vista del hecho
de que muchos se inclinan a dar más crédito a las voces de la vetusta
antigüedad, que se han hecho audibles por los recientes descubrimientos
arqueológicos, que a la infalible Palabra de Dios. Pero el expositor de la
Biblia, esmerado y creyente, debe preguntarse ante todo, ¿qué dice la Sagrada
Escritura?
En 2 Crónicas 30:1, el rey
Ezequías manda a todo Israel y a Judá guardar la Pascua, y si el intérprete
desea más claridad en cuanto a esta fiesta, no debe acudir a Josefo en primer
lugar, sino a pasajes de la Escritura como Éxodo 12:1–21; Levítico 23:4–14;
Números 28:16ss.; Deuteronomio 16:1–8. Según la profecía del ángel a Manoa,
Sansón estaba destinado a ser nazareo.
¿Pero qué era un nazareo?
La respuesta a esta pregunta se halla en Números 6. Sofonías pronuncia su
juicio contra «los que juran por Moloc»; 1 Reyes 11:5, 7, 33 hablan de éste
como dios de los amonitas, y Levítico 18:21 y 20:2–5 señalan el hecho de que
era adorado con sacrificios humanos. En el Nuevo Testamento encontramos el
partido de los saduceos y esto suscita la pregunta: ¿qué caracterizaba a tales
personas?
Los siguientes pasajes
darán, por lo menos, una respuesta parcial a tal pregunta: Mateo 22:23; Marcos 12:18;
Lucas 20:27; Hechos 23:8. Los samaritanos son mencionados repetidamente, y nos
preguntamos otra vez: ¿quiénes eran? El estudio de pasajes como 2 Reyes
17:24–41; Esdras 4, y Nehemías 4, nos ilustran en cuanto a ello.
2. EXTERNA.
Si el expositor ha agotado
los recursos de la Escritura y todavía necesita mayor información, debe
entonces volverse a las fuentes seculares que tiene a su alcance.
A. Las inscripciones o los epígrafes. Éstas son, sin duda, muy importantes.
Dan a conocer al mundo la historia de períodos relativamente desconocidos, y
sirven a menudo para corregir detalles históricos erróneos. De aquí que sería
imprudente para el intérprete desestimar la información que éstas nos proporcionan.
(1) Para el Antiguo
Testamento. Las inscripciones cuneiformes poseen la mayor importancia:
los relatos de la creación y el diluvio, las tabletas de Tel-el-Amarna, el
Código de Hammurabi y las inscripciones de los grandes reyes asirios y
babilónicos. Sin embargo, no deben considerarse como absolutamente dignos de
confianza desde un punto de vista histórico. Por ejemplo, existe el consenso
general de que los relatos de aquellos reyes son exagerados, ya que fueron
redactados con el propósito de engrandecer y glorificar a tales monarcas, más
bien que dar cuenta de la verdad histórica (véase la bibliografía que aparece
en el apéndice).
(2) Para el Nuevo
Testamento. En este caso, las inscripciones en papiros egipcios y en las
ostraca, y en aquellas halladas en el Asia Menor, son de gran significado. Las
primeras, sin embargo, son más bien de valor lingüístico, aunque no están del
todo desprovistas de valor histórico, mientras que las segundas contribuyen,
más que al lenguaje, a reconstruir las condiciones históricas que se refieren
al Nuevo Testamento (véase la bibliografía que aparece en el apéndice).
B. Otros escritos históricos. Entre éstos se hallan las obras de
Josefo; sus Antigüedades de los judíos
y Las guerras de los judíos, merecen
un lugar de honor. Los primeros diez libros de Antigüedades tienen muy poco que
no se halle asimismo en el Antiguo Testamento. El valor real de esta gran obra
empieza en el libro decimoprimero. Desde este libro en adelante el autor se
refiere a muchas fuentes que no nos son accesibles ahora, tales como Beroso,
Nicolás de Damasco, Alejandro Polyhistor, Menandro y otros.
Es obvio que el valor de
esta parte de su obra dependerá de las fuentes que empleó. Es evidente que las usó
más o menos críticamente, pero no es absolutamente cierto que su evaluación de
ellas sea correcta. Josefo ha sido acusado con frecuencia de subjetividad y de
inexactitud histórica. Sin embargo, parece que en su conjunto, su obra es digna
de confianza, aunque se debe admitir que en la parte apologética de la misma adula
algo de los judíos.
Su obra, Guerras de los judíos, es considerada
digna de confianza y de gran valor. La única objeción a ella es que sus cifras
son, a menudo, exageradas, y exalta con exceso los hechos heroicos y la
magnanimidad de los romanos.
La historia de Heródoto es
valiosa para el estudio del período persa, pero según el testimonio de sus más
moderados críticos no es siempre digna de confianza y debe ser usada con
precaución.
Además, el Talmud y los
escritos de los rabinos sirven para dilucidar algunas partes históricas de la Biblia.
Lightfoot recogió una importante colección de dichos judíos con referencia a la
Sagrada Escritura en su Horae
Hebraicae et Talmudicae.
Es posible que el
expositor, al estudiar estas fuentes, descubra ocasionalmente que están en conflicto
con la Biblia, y en tales casos no debe concluir precipitadamente que la
Escritura está equivocada, sino recordar siempre que aunque pueda haber algún
error de trascripción, la Biblia es la infalible Palabra de Dios. Puede ser que
nuestras fuentes extrabíblicas no sean dignas de confianza en aquel punto, o
que el conflicto ocurra sencillamente con alguna interpretación errónea de
algún pasaje de la Escritura.
Por consiguiente, doquiera
encuentre este aparente conflicto tendrá que investigar la veracidad de
aquellas fuentes seculares; y si encuentra que éstas están fuera de duda, debe
revisar sus puntos de vista exegéticos. Puede encontrarse, sin embargo, con una
dificultad indescifrable: que una fuente aparentemente digna de toda confianza
esté en conflicto, no con su interpretación de la Biblia, sino con la Biblia
misma.
En tales casos sólo hay un
camino legítimo, atenerse fielmente a la declaración de la Biblia y esperar con
paciencia una mayor aclaración. No es del todo imposible como lo demuestran los
casos de Sargón y Belsasar que una fuente secular que se consideraba digna de
toda confianza, resulte equivocada debido a otros descubrimientos.
LECCIÓN: 15
LA INTERPRETACIÓN TEOLÓGICA
PRIMERO:
NOMBRE.
Muchos autores sobre
Hermenéutica están convencidos de que la interpretación gramatical e histórica
son suficientes para la debida interpretación de la Biblia. No se percatan del
carácter teológico especial de esta disciplina. Otros, sin embargo, son
conscientes de la necesidad de reconocer un tercer.
Ejercicio: Explíquense históricamente
los siguientes pasajes a la luz de las circunstancias geográficas, políticas y religiosas,
o desde el punto de vista del objetivo del libro, su mundo o la edad y
mentalidad de su autor:
Génesis 23:3–16; Deuteronomio 32:11;
1 Samuel 15:2, 3; 2 Samuel 21:1–6; 2 Reyes 17:4; Esdras 7:21; Nehemías 2:10,
19; Ester 3:8; Salmo 2:6; 9:14; 11:1; 22:16; 29:3–9; 63:1; 99:1; 125:1, 2;
Proverbios 29:23; Cantares 4:16; Isaías 3:16; 20:1; Oseas 7:11; 10:5; Joel 1:9;
2:20, 23; Miqueas 3:5–8; Mateo 1:19; 5:20; 23:37, 38; Lucas 2:1–3; 13:1; Juan
1:21; 1 Corintios 10:21; Gálatas 3:3; Colosenses 2:16–18; 2 Timoteo 4:6–8. elemento en la interpretación de la Escritura. Kuyper1 subraya la
necesidad de reconocer el factor místico en su interpretación y Bavinck2 insiste en que la Biblia
sea leída teológicamente. Klausen
y Landerer hablan
de la lectura teológica, y
Cellerier y Sikkel se refieren a la interpretación
escritural.
Todos ellos concuerdan en
el deseo de tratar con justicia el elemento teológico especial de la Biblia y rehúsan
ponerla al nivel de otros libros.
La Escritura contiene mucho
que no halla explicación en la historia, ni en los autores secundarios, sino
solamente en Dios como el Auctor
Primarius. Las consideraciones puramente históricas y psicológicas no
son suficientes para dar razón de los siguientes hechos:
(1) que la Biblia es la Palabra de Dios;
(2) que constituye un todo orgánico, del cual cada libro es parte
integral;
(3) que el Antiguo y el Nuevo Testamento se relacionan el uno al otro
como tipo y antitipo, como profecía y cumplimiento, como semilla y planta
desarrollada;
(4) que no sólo las declaraciones explícitas de la Biblia, sino todo lo
que pueda ser deducido de ellas como consecuencia justa y necesaria,
constituyen la Palabra de Dios.
Todo esto nos induce a
creer que no solamente es perfectamente lícito, sino absolutamente necesario, complementar
la común interpretación gramatical e histórica con un tercer elemento.
El término «interpretación
teológica» merece preferencia, porque expresa de una sola vez que su necesidad
se deriva de la autoría de la Biblia, así como la no menos importante
consideración de que en resumidas cuentas, Dios es el más apropiado intérprete
de su Palabra. Los siguientes asuntos merecen consideración:
(1) La interpretación de la
Biblia como una unidad;
(2) El sentido místico de la Escritura;
(3) La trascendencia de la
Biblia, y:
(4) Ayudas para la
interpretación teológica.
SEGUNDO:
LA BIBLIA COMO UNA UNIDAD.
1. LA RELACIÓN ENTRE EL ANTIGUO EL NUEVO TESTAMENTO.
En vista de la tendencia
actual de poner especial énfasis en la diversidad de los contenidos que hay en
la Biblia, no es superfluo llamar la atención al hecho de que debe ser
interpretada como una unidad. Y la primera cuestión con que tropieza el
intérprete es la de la relación del Antiguo con el Nuevo Testamento. La historia
pasada nos revela dos puntos de vista opuestos que se han manifestado
repetidamente en diversas formas.
Por un lado, está el error
antinómico de atribuir al judaísmo demasiados elementos carnales; y por otro
lado está la falacia nomista de imponer al cristianismo demasiados elementos judíos.
El primero eleva el cristianismo a expensas de la religión judía, a la cual se
le atribuye un carácter puramente nacional, externo y temporal; y al hacerlo
así, se fomenta la idea de que el Antiguo Testamento no tiene validez
permanente. El segundo punto de vista no es menos peligroso, ya que conceptúa
el Nuevo Testamento como una novalex ,
es decir, algo semejante al Antiguo Testamento en un nuevo orden. Con el
transcurso del tiempo, este concepto produjo la institución de un sacerdocio aparte,
la construcción de altares en los que nuevamente se instituyeron sacrificios, y
la consagración de fechas y lugares.
En oposición a estos puntos
de vista exagerados, es necesario hacer énfasis en la unidad de la Biblia.
Ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamento, forman partes esenciales de la
revelación especial de Dios. Dios es el autor de ambos, y en ambos tiene el mismo
propósito esencial. Ambos contienen la misma doctrina de la redención, predican
al mismo Cristo e imponen a los hombres los mismos deberes morales y
religiosos. Al mismo tiempo hay que tener en cuenta que la revelación que
contienen es progresiva y gradualmente aumenta en detalle, claridad y
entendimiento espiritual. Así como el Nuevo
Testamento se halla
implícito en el Antiguo, el Antiguo se halla explícito en el Nuevo. Por tanto, diremos
que:
A. EL ANTIGUO Y EL NUEVO
TESTAMENTO CONSTITUYEN UNA UNIDAD.
(1) La doctrina de la redención fue
esencialmente la misma para los que vivieron bajo el antiguo Pacto como para la
iglesia del Nuevo Testamento.
Algunas veces esto lo
olvidan aquellos que, aunque reconocen
el elemento típico del Antiguo Testamento, pierden de vista el carácter
simbólico de muchas de sus
instituciones y ceremonias. Éstos ven en las instituciones, ritos y ordenanzas
ceremoniales del Antiguo
Testamento, tan sólo formas externas, sin ningún significado espiritual; es
decir, actos rituales de una
religión atrasada, de poco o ningún provecho; cuando de hecho, tales ceremonias
eran símbolos de verdades
espirituales.
Los sacrificios que se
ofrecían en el Antiguo Testamento hablaban del perdón de los pecados sobre la base de la sangre redentora de Cristo,
y los repetidos lavamientos simbolizaban
la influencia purificadora del Espíritu Santo. El Tabernáculo, en su
conjunto, fue una revelación del modo
de acercarse a Dios, y la misma tierra de Canaán constituye un símbolo del
reposo que queda para el pueblo
de Dios. Los siguientes pasajes demuestran que los israelitas tenían ya algún
concepto del significado
espiritual de sus ritos y ceremonias: Levítico 26:41; 20:25 y 26; Salmo 26:6;
51:7, 16, 17; Isaías 1:16.
(2) Los verdaderos
israelitas del Antiguo Testamento, así como los del Nuevo, no son los
descendientes naturales de Abraham, sino solo los que comparten la fe de éste. En
la elección de Israel, Dios no tuvo como
último propósito el de separar a Israel como nación, sino la formación de un pueblo
espiritual formado
principalmente por la raza escogida, pero también en parte por las naciones
circundantes.
Desde los primeros tiempos, ya se incorporaban prosélitos al
pueblo israelita. Salomón, en su oración dedicatoria, no olvidó a los
extranjeros que pudieran venir a adorar en el templo (1 R. 8:41ss.) y los profetas
miraban con gozosa expectación a los tiempos cuando los gentiles traerían
también consigo sus tesoros al templo del Señor.
(3) Las diferencias entre
los privilegios y deberes del pueblo de Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento eran
tan solo relativas y no absolutas. Es verdad que ocasionalmente la
Biblia contrasta ambos Testamentos.
Esto es posible por el hecho de que el uno enfatiza la Ley y el otro la gracia.
Sin embargo, no hay una antítesis
absoluta entre ambos. Aun en el Antiguo Testamento, la Ley se sometía al pacto de la gracia; no era una
regla puramente externa; el israelita piadoso la tenía escrita en las tablas de su corazón (Sal. 37:31;
40:8).
Los antiguos no se salvaron
de ninguna otra forma que no sea la de
los creyentes del Nuevo Testamento. Necesitaron el mismo Mediador y el mismo
Espíritu Santo, y recibieron
las mismas bendiciones del pacto de gracia; aunque no tan abundantemente, ni
exactamente de la misma manera.
El Antiguo y el Nuevo Testamento están relacionados el uno al otro, no meramente como tipo y antitipo, sino
también como el capullo y la flor; es decir, como una revelación más incipiente y la misma revelación
desarrollada y completa.
(4) Las ordenanzas del Antiguo
y el Nuevo Pacto se distinguen tan sólo por diferencias relativas, como corresponde,
naturalmente, al cambio de la economía divina, a la condición espiritual de sus
seguidores. En el Antiguo Testamento, la circuncisión, la pascua, los
sacrificios y purificaciones, no eran
instituciones simplemente carnales, ni tan solo sombras de una realidad futura;
sino que obraban también en la
conciencia y para ser aceptables se requería fe por parte del que adoraba. Es
muy cierto que, como dice la
epístola a los Hebreos: «No podían realizar un servicio perfecto en lo que a la conciencia se refiere» (Heb. 9:9);
pero esto no implica que fueran simples purificaciones de la carne.
Tales purificaciones no
habrían podido significar nada para una persona culpable de fraude, opresión, engaño
o falso juramento. Sin embargo, se podía obtener perdón por tales pecados por
medio de los sacrificios asignados. Por tanto, aquellos ritos tenían
significado espiritual, como lo tiene para nosotros hoy día el bautismo y la
Cena del Señor en la nueva dispensación, pero por supuesto sólo en relación con
el perfecto sacrificio de Jesucristo que había de venir.
B. PARA INTERPRETAR EL
ANTIGUO Y EL NUEVO TESTAMENTO EN SU MUTUA RELACIÓN, EL INTÉRPRETE DEBE SER
GUIADO POR FACTORES CLAROS.
(1) El Antiguo Testamento
ofrece la clave para interpretar correctamente el Nuevo. El contenido
del Nuevo Testamento es ya el fruto de un largo desarrollo previo. El Antiguo
Testamento contiene, por ejemplo, el relato de la Creación y de la caída del
hombre, del establecimiento del pacto de gracia y ciertos vislumbres del
Redentor que había de venir. Todo esto se da por sentado en el Nuevo Testamento,
y el conocimiento de ello es prerrequisito para poder comprenderlo
adecuadamente. Además, el Antiguo Testamento contiene mucho que sirve para
ilustrar los pasajes del Nuevo. (Véase Jn. 3:14, 15; Ro. 4:9–13; Heb.
13:10–13.)
(2) El Nuevo Testamento es
un comentario del Antiguo. Mientras que el Antiguo Testamento contiene una
representación oscura de las realidades espirituales, el Nuevo las presenta en
la luz perfecta del cumplimiento del tiempo. El primero contiene el tipo, el
segundo el antitipo; el uno la profecía, el otro su cumplimiento. La más
perfecta revelación del Nuevo Testamento ilumina las páginas del Antiguo.
Algunas veces los escritores del Nuevo Testamento nos proveen
explícitas y sorprendentes explicaciones de pasajes del Antiguo Testamento,
revelando profundidades que fácilmente habrían escapado al intérprete actual.
(Véase Hch. 2:29–31; Mt. 11:10; 21:42; Gá. 4:22–31; y toda la Epístola a los
Hebreos.)
(3) Por un lado, el
intérprete debe abstenerse de minimizar el valor del Antiguo Testamento. Éste
fue el error de los que tuvieron un concepto demasiado carnal de Israel y sus
instituciones religiosas y de los privilegios y deberes del pueblo de Dios en
el Antiguo Testamento. Al presente, es el error de muchos que tratan al Antiguo
Testamento simplemente como fruto de un desarrollo histórico natural; y en algunos
casos, declaran osadamente que ya ha cumplido su momento en la historia ahora
que estamos en posesión del Nuevo Testamento.
(4) Por el otro lado, debe
evitar el error de encontrar demasiado en el Antiguo Testamento. Esto
ocurre, por ejemplo, cuando se trata de descubrir en las páginas del Antiguo Testamento
los detalles que el Nuevo nos revela acerca de la obra de redención. Muchos
intérpretes, por ejemplo, hallan en Génesis 3:15 la promesa de un Redentor personal. La gran interrogante para
el exégeta es saber cuánto reveló Dios efectivamente en cualquier pasaje
particular del Antiguo Testamento. Esto se puede determinar solamente por medio
de un concienzudo estudio del pasaje en cuestión, en su propio contexto, y en relación
con la etapa exacta de la revelación progresiva de Dios a la cual dicho pasaje
pertenece.
2. LA IMPORTANCIA DE LOS DISTINCTOS LIBROS DE LA BIBLIA DENTRO DEL CONTEXTO
ORGÁNICO DE LA ESCRITURA.
A. CONSIDERACIONES GENERALES.
La Palabra de Dios es un
producto orgánico, y por consiguiente los distintos libros que la constituyen
se relacionan orgánicamente el uno al otro. El Espíritu Santo dirigía a los
autores humanos de tal manera que, cuando escribieron los libros de la Biblia,
sus producciones se complementaban mutuamente. Mantienen una unidad en el
relato de la obra que Dios, según su plan divino, llevó a cabo en Cristo para
redimir un pueblo que le glorificara por la eternidad.
El Antiguo Testamento
revela esta obra, ante todo históricamente, en la formación y dirección de
Israel como nación. Los libros poéticos y la literatura sapiencial manifiestan
el fruto de esta obra en la experiencia espiritual y práctica de la vida del
pueblo de Dios. Los profetas la consideran a la luz del eterno propósito
divino, haciendo énfasis en el fracaso del pueblo escogido para vivir según los
requerimientos divinos, y dirigen la esperanza de los píos hacia el futuro. Una
línea similar de desarrollo se observa a través del Nuevo Testamento.
Los Evangelios y los Hechos
contienen la historia de la obra redentora de Cristo. Las epístolas revelan el
efecto logrado en la vida y experiencia de las iglesias. Y el Apocalipsis
descubre su apoteosis final con rayos de celeste luz.
B. EJEMPLOS ESPECÍFICOS.
Estas observaciones
generales nos conducen a la pregunta: ¿cómo se relaciona cada libro con la
Biblia como un todo? La respuesta a esta pregunta sólo puede ser hallada por
medio de un estudio cuidadoso de los libros en relación con las ideas
principales de la Escritura. El intérprete debe procurar descubrir, no
solamente el mensaje que contiene cada libro para sus contemporáneos, sino
también su valor permanente, o sea, qué mensaje de Dios trae para las
generaciones siguientes.
Como vía de ilustración
sugeriremos algunas ideas principales de algunos libros de la Biblia. El Génesis
habla a todas las épocas, hasta el fin de los tiempos, de la creación del
hombre a la imagen de Dios; de la entrada del pecado en el mundo; y de la
revelación inicial de Dios acerca de su gracia redentora. El Éxodo da a conocer
a las generaciones futuras la doctrina de la liberación por la sangre redentora;
asimismo el Levítico nos enseña cómo el hombre pecador puede acercarse a Dios y
permanecer en su santa presencia.
El libro de Números
describe la peregrinación del pueblo de Dios sobre la tierra y el Deuteronomio
nos señala las bendiciones que acompañan a una vida de obediencia a Dios, así
como la maldición que caerá sobre el impío. El libro de Job nos ofrece solución
al problema del sufrimiento en la vida del pueblo de Dios, y los Salmos proveen
una visión de las experiencias espirituales del mismo pueblo que teme al Señor;
sus luchas y triunfos, gozos y tristezas. Mientras que Isaías describe el amor
de Dios para su pueblo, Jeremías nos ofrece una revelación de su justicia.
Ezequiel enfatiza la
santidad del Señor, que santifica su nombre entre las naciones; Daniel revela
la gloria de Dios como el Soberano Supremo sobre todos los reyes de la tierra.
En la epístola a los Gálatas, Pablo defiende la libertad del pueblo de Dios con
respecto al ceremonialismo del Antiguo Testamento. Mientras que en su carta a
los Efesios llama la atención a la unidad de la Iglesia, en la de Colosenses
magnifica a Cristo como cabeza de la misma.
Si el intérprete estudia
los libros de la Biblia con tales ideas en su mente, le ayudará en gran manera a
ver, por ejemplo, que Pablo y Santiago no enseñan doctrinas contradictorias,
sino puntos de vista diferentes de la misma verdad, y, por tanto, se
complementan mutuamente.
TERCERO:
EL SENTIDO MÍSTICO DE LA ESCRITURA.
El estudio del sentido
místico de la Escritura no ha sido tratado siempre con la necesaria precaución.
Algunos expositores han defendido la posición insostenible de que cada parte de
la Biblia tiene, además de su sentido literal, también un sentido místico.
Otros han ido al extremo opuesto, negando la existencia de cualquier sentido
místico.
Los eruditos más cuidadosos
han preferido, sin embargo, tomar el término medio de que, ciertas partes de la
Escritura tienen un sentido místico, el cual en estos casos constituye, no un
segundo, sino el sentido real de la Palabra de Dios. La necesidad de reconocer
el sentido místico se vuelve totalmente evidente cuando uno se percata de cómo
el Nuevo Testamento interpreta con frecuencia al Antiguo.
1. REGLAS PARA DESCUBRIR EL SENTIDO MÍSTICO.
El Dr. Kuyper dice que el
intérprete, en su esfuerzo por descubrir el sentido místico, debe tener en
cuenta lo siguiente:
A. La Escritura misma contiene indicaciones de un sentido místico.
Por ejemplo, es bien conocido que el Nuevo Testamento interpreta varios pasajes
del Antiguo Testamento en un sentido mesiánico, y al hacerlo así, no solamente
sugiere el sentido místico en aquellos pasajes particulares, sino que nos induce
a interpretar del mismo modo los pasajes relacionados con aquéllos.
B. Existe una relación simbólica entre las diversas esferas de la
vida en virtud del hecho de que toda la vida se relaciona orgánicamente. El
mundo natural se relaciona simbólicamente con el mundo espiritual: la vida
presente si relaciona con las glorias encubiertas que han de venir. Por ello,
Pablo en Efesios 5 señala el matrimonio como un misterio que se refiere a la
relación mutua entre Cristo y la Iglesia.
C. La Historia se caracteriza por una unidad como si fuera un
diorama, en virtud de la cual sucesos análogos se repiten y reaparecen, aunque
con modificaciones, y estas repeticiones se relacionan más o menos típicamente.
Israel era un pueblo típico y la historia de este antiguo pueblo abunda en
elementos típicos. Esto se prueba claramente por muchos pasajes del Antiguo
Testamento citados en el Nuevo, por ejemplo, Gálatas 4:22–31, y por toda la
epístola a los Hebreos.
D. En la poesía lírica se revela una estrecha conexión entre la vida
individual y la comunitaria. En los Salmos, los poetas sagrados no cantan como
individuos, sino como miembros de la comunidad. Comparten las penas y alegrías
del pueblo de Dios, las que en última instancia son las penas y alegrías de
Aquel en quien la Iglesia halla su lazo de unión. Esto es evidente en los
Salmos, en los cuales oímos, alternativamente, al poeta, a la comunidad y al
Mesías.
2. EXTENSIÓN DEL SENTIDO MÍSTICO.
El sentido místico de la
Biblia no se limita a ningún libro, ni a ninguna de las formas fundamentales de
la revelación de Dios, como, por ejemplo, la profecía. Se halla en diversos escritos
bíblicos; en los históricos y poéticos, así como en los proféticos.
Su carácter se puede
resaltar mejor por medio de una breve exposición de los siguientes puntos:
(1) La interpretación
simbólica y típica de la Escritura;
(2) La interpretación de la
profecía;
(3) La interpretación de los
Salmos.
CUARTO:
LA INTERPRETACIÓN SIMBÓLICA Y TÍPICA DE LA ESCRITURA.
Dios se reveló a sí mismo,
no solamente por palabras, sino también por hechos. Ambas cosas van juntas y se
complementan mutuamente. Las palabras explican los hechos, y los hechos proveen
una corporeidad concreta a las palabras. La síntesis perfecta de las dos cosas
se encuentra en Cristo, pues él es la Palabra hecha carne. Todos los hechos de
la historia de la redención que nos relata la Biblia se centran en este hecho
supremo.
Las diversas líneas de la
revelación del Antiguo Testamento convergen hacia él y las del Nuevo irradian
de él. Los relatos de la Escritura encuentran su explicación solamente en su
centro unificador, esto es, Jesucristo. El intérprete las entenderá debidamente
tan sólo en la medida que discierna la conexión de éstas con el gran hecho
central de la historia sagrada.
De lo anterior se deduce
que el intérprete no debe sentirse satisfecho de llegar sencillamente a conocer
las narrativas de la Escritura como tal, sino que debe descubrir el significado
subyacente de hechos tales como: el llamamiento de Abraham; la lucha de Jacob;
la liberación de Israel de Egipto; la profunda humillación de David antes de
ascender al trono. Debe hacerse plena justicia al carácter simbólico y típico
de la historia de Israel.
En la interpretación de los
milagros bíblicos, no debe olvidarse que están íntimamente relacionados con la
obra de redención. En algunos casos simbolizan la obra redentora de Cristo; en
otros figuran las bendiciones de la edad futura. En resumidas palabras, el intérprete
debe determinar el significado de los hechos de la historia como una parte de
la revelación del plan redentor de Dios.
1. LOS HECHOS PUEDEN TENER UN SIGNIFICADO SIMBÓLICO.
Los hechos o acontecimientos
históricos pueden servir como símbolo de verdades espirituales. Un símbolo no
es una imagen, sino una señal de otra cosa. Y, en muchos casos, esto es lo que
son las narraciones de la Escritura. Un par de ejemplos pueden ilustrar esta
afirmación. Veamos la lucha de Jacob explicada en Génesis 32:24–32 y su
referencia en Oseas 12:2–4. ¿Cuál es el significado de este incidente?
No puede comprenderse hasta
ser considerado como un símbolo del hecho que Jacob, aunque heredero de las promesas
de Dios, había estado luchando contra Dios y buscando obtener éxitos con su
propia fuerza y artificios. Hasta entonces no había aprendido que sus artimañas
en la carrera de la vida y su resistencia a cumplir la voluntad de Dios, eran fútiles,
y que tenía que recurrir al uso de armas espirituales, particularmente la
oración, a fin de obtener la bendición de Jehová. Su propia fuerza tenía que
ser quebrantada para que el poder de Dios pudiera manifestarse en él.
O bien, pensemos en uno de
los milagros del Salvador. Según Juan 6:1–13, Jesús alimentó milagrosamente a
una multitud de más de 5.000 personas. Considerar este milagro, simplemente,
como una demostración de la omnipotencia del Señor es perder de vista su
significado, como hicieron muchos de los judíos de su tiempo. Ellos perdieron
de vista el hecho de que era un símbolo que les revelaba la suficiencia de
Jesús como pan del cielo para satisfacer las almas hambrientas de los hombres.
En el discurso de Capernaum al día siguiente, Cristo mismo les muestra
claramente el significado de este milagro.
Los milagros de la
Escritura son también a menudo, símbolos de verdades espirituales. La misma
palabra griega semeia señala esto, y algunos de los pasajes del Evangelio lo indican
claramente. Véase Juan 9:1–7; especialmente el versículo 5; y 11:17–44, en
especial los versículos 25, 26.
2. LOS HECHOS PUEDEN TENER UN SIGNIFICADO TÍPICO.
Abraham realizó un hecho típico
cuando ofreció a su único hijo en el monte Moriah; y David, el calidad de rey teocrático,
fue claramente un tipo de su gran Hijo. La serpiente levantada en el desierto
señalaba el futuro levantamiento de Cristo sobre la cruz; y el sumo sacerdote
que entraba en el lugar santísimo del santuario para hacer expiación, una vez
al año, por los pecados del pueblo, prefiguraba a Aquel que en la plenitud de
los tiempos entró en el Santuario Celestial con su propia sangre, para ofrecer
eterna redención.
En relación con los tipos,
los cuales ocupan un lugar importante en la Biblia, surgen las siguientes
preguntas:
(A) ¿Qué es un tipo?, y:
(B) ¿Qué reglas se aplican
para su interpretación?
A. Características de los
tipos. ¿Qué es un tipo? La respuesta correcta a esta pregunta nos
evitará cometer el doble error de limitar demasiado el elemento típico, y del
otro lado, de ampliarlo excesivamente. La palabra tipo (del griego tupos, y ésta del verbo tupto) indica:
(1) La marca que deja un
golpe;
(2) La impresión hecha con un
sello, esto es, una figura o imagen; y:
(3) un ejemplo o patrón, que
es el significado más común en la Biblia.
Ambos, tipos y símbolos,
apuntan fuera de sí mismos, a otra cosa. Pero difieren en puntos importantes.
Un símbolo es una señal, mientras que un tipo es un patrón o imagen de alguna
otra cosa. Un símbolo puede referirse a algo en el pasado, el presente o el futuro;
un tipo siempre prefigura alguna realidad futura. Como dice Davidson: «Un
símbolo es un hecho que enseña alguna verdad moral; un tipo enseña y predice la
realización de una verdad moral».
Los tipos escriturales no
son todos de una sola clase. Hay personas típicas, lugares típicos, cosas típicas,
ritos típicos y hechos típicos. Según Terry, la idea fundamental es la de: «una
relación predestinada y representativa que ciertas personas, sucesos o instituciones
del Antiguo Testamento, tienen con personas, sucesos e instituciones del
Nuevo».
Generalmente los escritores
sobre tipología dan tres características:
(1) Debe haber algún punto notable y real de parecido entre el tipo y
su antitipo. Cualesquiera que sean las diferencias existentes entre ambos, el
primero debe ser un retrato verdadero del segundo en algún punto particular.
(2) El tipo deberá haber sido elegido por orden divino para poseer el
parecido con el antitipo. Semejanzas accidentales entre personas del Antiguo y
del Nuevo Testamento, no constituyen, precisamente, un tipo la una de la otra.
Debe haber alguna evidencia escritural de que tal fue el propósito designado
por Dios. Esto no equivale a la postura de Marsh, que insistió en que nada debe
ser considerado como tipo si el Nuevo Testamento no lo declara explícitamente.
Si esta afirmación fuese correcta, ¿por qué no aplicarla también a las
profecías del Antiguo Testamento?
(3) Un tipo siempre debe prefigurar algo futuro. Moorehead dice correctamente:
«Un tipo escritural y una profecía de predicción son en esencia lo mismo,
difiriendo solamente en la forma».5 Esto lo distingue de un símbolo. Es útil
tener en mente, sin embargo, que los tipos del Antiguo Testamento fueron al
mismo tiempo símbolos que trajeron verdades espirituales a sus contemporáneos.
Por esto, su significado simbólico debe ser comprendido antes que pueda
determinarse su significado típico.
B. Interpretación de los tipos. En la interpretación de los símbolos
y tipos, se aplican las mismas reglas generales que gobiernan la interpretación
de las parábolas. De ahí que podamos referirnos a éstas. Pero hay ciertas
consideraciones especiales que deben ser tenidas en cuenta aquí.
(1) El intérprete debe precaverse contra el error de considerar una
cosa que en sí misma es mala como tipo de otra que es buena y pura. Debe haber
congruidad entre ambas, Ofende nuestro sentido moral, por ejemplo, aplicar a
los vestidos de Jacob, con los que Esaú se revistió para engañar a su padre y recibir
su bendición, el tipo representativo de la justicia de Cristo con la cual los
creyentes somos revestidos para recibir las bendiciones del Evangelio. Por
supuesto que hay tipos in malam partem
de antitipos similares. Véase Gálatas 4:22–31.
(2) Los tipos del Antiguo Testamento, fueron al mismo tiempo símbolos
y tipos, por ser, ante todo, símbolos expresivos de verdades espirituales. La
verdad representada en estos símbolos para los contemporáneos fue la misma que
la que prefiguraban con respecto a sus tipos, aunque en su realización futura
esta verdad fue elevada a un más alto nivel. De ahí que el medio propio para
entender un tipo, consiste en el estudio del símbolo.
La primera cuestión que
debe determinarse es cuál es la verdad espiritual o moral que los tipos del
Antiguo Testamento comunicaban a los israelitas. Sólo después de haber
respondido satisfactoriamente a esta pregunta, deberá el expositor buscar su
más alto significado en el plano superior del Nuevo Testamento. De este modo,
los límites propios de la interpretación de un tipo quedarán fijados desde el
principio. Invertir el proceso, comenzando por su realización en el Nuevo
Testamento, conduce a toda clase de interpretaciones arbitrarias y caprichosas.
Por ejemplo, algunos
intérpretes han encontrado en el hecho de que la serpiente levantada en el
desierto fuera hecha de metal inferior y no de oro, una figura de la
humillación y pobre apariencia de Cristo; en su solidez, un símbolo de poder
divino; y en el apagado lustre del bronce, una figura del velo de su naturaleza
humana.
(3) Pero habiendo determinado, por el estudio de su significado
simbólico, los límites apropiados de los tipos y la verdad exacta que estos
comunicaban al pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, el intérprete deberá
volverse al Nuevo Testamento para ilustrarse sobre la verdad así tipificada. Es
evidente que los tipos representan la verdad en forma encubierta, y las
realidades del Nuevo Testamento disipan estas sombras y presentan la misma
verdad en su máximo fulgor. Del mismo modo que las profecías no pueden ser
plenamente entendidas, sino a la luz de su cumplimiento, así ocurre también con
los tipos. Obsérvese cuánta luz la epístola de los Hebreos arroja sobre las
verdades espirituales que encierran el Tabernáculo y su mobiliario.
(4) Hay un principio fundamental que afirma que aquellos tipos que no
sean de una naturaleza compleja, solamente tienen un significado esencial. De
aquí que el intérprete no está en libertad de multiplicar el significado, y de
considerar, por ejemplo, el paso del Mar Rojo como un tipo del bautismo (1 Co.
10), un tipo también de
(A) la sangre redentora de
Cristo, que nos ofrece un camino a la Canaán Celestial, y
(B) las tribulaciones a través
de las cuales Cristo conduce a su pueblo a su eterno reposo.
Al mismo tiempo debemos
tener en cuenta que algunos tipos pueden tener más de un cumplimiento en las realidades
del Nuevo Testamento. Por ejemplo, uno en Cristo y otro en el pueblo conectado orgánicamente
con él. El Tabernáculo de Dios entre los israelitas era tipo de su morada entre
los hombres en Cristo y de su habitación en la congregación de sus santos. Las
dos ideas son fundamentalmente una, y, por lo tanto, se hallan alineadas la una
con la otra.
(5) Finalmente, Es Necesario Poner La Debida Atención A La Diferencia
Entre Tipo Y Antitipo. El Primero Representa La Verdad A Un Nivel Más Bajo; El
Segundo La Misma Verdad A Un Nivel Más Alto. Pasar Del Tipo Al Antitipo, Es
Ascender, De Aquello En Lo Cual Prepondera El Elemento Carnal, A Lo Que Es
Puramente Espiritual, Es Decir, De Lo Externo A Lo Interno, De Lo Presente A Lo
Futuro, De Lo Terreno A Lo Celestial.
Roma pierde de vista este
principio cuando afirma que los sacrificios veterotestamentarios eran tipo de la
misa, que el sacerdocio del Antiguo Testamento era tipo de la sucesión
apostólica de sacerdotes y obispos, y que el sumo sacerdote era tipo del Papa.6
QUINTO:
LA INTERPRETACIÓN DE LA PROFECÍA.
Cuando se estudia profecía,
el expositor encontrará algunos de los más difíciles problemas de interpretación.
Estos proceden, en parte, del carácter de la profecía como tal, y en parte, de
la forma en que ésta es a menudo moldeada. Hay dos puntos de vista opuestos en
cuanto a la profecía, que se deben evitar con mucho cuidado. Uno de ellos es el
que Butler promueve y el que muchas sectas de nuestros días siguen, a saber,
que «la profecía no es sino la historia de sucesos antes que éstos ocurran».
Según este punto de vista,
la profecía debe ser estudiada como Historia Sagrada y tiene que esperarse confiadamente
un cumplimiento literal de la misma. El otro punto de vista es el de muchos racionalistas,
los cuales afirman que la profecía no es más que el fruto de una intuición o
adivinación que a menudo caracteriza a los grandes hombres de Estado. Los
liberales extremistas llegan hasta a negar la existencia de tal profecía y
consideran los casos más evidentes como vaticinia
post eventum (predicciones hechas después de ocurridos los eventos). La
profecía puede ser definida simplemente.
En la edición inglesa, después de
este párrafo, el autor ofrece un ejercicio de investigación teológica. Hemos incluido
una adaptación de dicho ejercicio para propósitos de referencia. Ejercicio:
Determine el significado simbólico de las siguientes cosas: La columna de nube
y fuego (Éx. 13:21).
La historia de la incredulidad y
rechazo de Israel en Cades-Barnea (Nm. 14). El paso del Jordán (Jos. 3). La resurrección
de los huesos secos (Ez. 37:1–14). El matrimonio de Oseas (Os. 1). Josué
vestido con vestimentas viles (Zac. 3). La limpieza del Templo (Jn. 2:13–25).
La curación del ciego de nacimiento (Jn. 9). La resurrección de Lázaro (Jn.
11). El don de lenguas (Hch. 2).
Determine el significado típico de lo
siguiente: La Pascua; el Tabernáculo; el altar de los sacrificios; el candelero
de oro; el Sumo sacerdocio; el sábado; la ceremonia especial del día de la
Expiación; Moisés; Josué; David; Salomón como la proclamación de aquello que Dios ha revelado. El profeta
recibió una revelación especial de Dios, y a su vez la transfirió al pueblo. Estas revelaciones
sirvieron para explicar el pasado, dilucidar el presente y descubrir el futuro. Su interés está
siempre centrado en el reino de Dios o la obra redentora de Cristo.
Los profetas recibieron
discernimiento de los secretos divinos por medio de sueños, visiones, sugestiones internas o comunicaciones orales; y
transmitieron su mensaje al pueblo por simples declaraciones o descripciones de sus sueños o
visiones, o por actos simbólicos. Dos puntos merecen especial consideración:
(1) Las características
especiales de la profecía, y:
(2) Reglas para la interpretación de la profecía.
1. CARACTERÍSTICAS ESPECIALES DE LA PROFECÍA.
Las peculiaridades más
importantes que el intérprete debe tener en mente, son:
A. La profecía, como un todo, posee un carácter orgánico. Es tan
absurdo negar el elemento de predicción en la profecía como considerarlo
llanamente una colección de predicciones aforísticas. Los profetas no siempre
predijeron hechos particulares, sino que a menudo promulgaron ideas generales que
se realizaron gradualmente. Algunas de las profecías más importantes fueron
expresadas primero en términos generales, pero en el curso de la revelación
progresiva de Dios, aumentó su precisión y particularidad, como notamos en el
caso de las profecías mesiánicas. Más todas ellas son una sola cosa, formando
como un capullo que se abre gradualmente hasta convertirse en bella flor.
B. La profecía está íntimamente relacionada con la historia. A fin
de entender la profecía, ésta debe ser vista a la luz de su contexto histórico.
Los profetas tuvieron, ante todo, un mensaje para sus contemporáneos; fueron
los vigías para guiar los destinos de su patria y guardarla contra los peligros
de la apostasía. Es un error, en el que se ha incurrido con frecuencia en el
pasado, mirar a los profetas como personalidades abstractas, que no tenían un
contacto vivo con la gente que les rodeaba; pero al presente el péndulo parece
haberse ido al otro extremo, y es necesario advertir a los intérpretes contra la
idea de que la historia de su época lo explica todo en cuanto a las profecías.
El antiguo vidente a menudo expresó verdades históricas que trascienden los
límites de la historia conocida.
C. La profecía tiene su propia perspectiva peculiar. El elemento del
tiempo es una cosa que apenas cuenta en los profetas. Aunque no faltan algunas
designaciones de tiempo en las profecías, su número es excepcionalmente
pequeño. Los profetas comprimieron grandes sucesos en un breve espacio de tiempo.
Unieron movimientos trascendentales en un sentido temporal y los colocaron en
una sola perspectiva. A esto se llama «perspectiva profética», o como lo
denomina Delitzsch: «la visión abreviada del horizonte del profeta». Esto
significa que ellos vieron el futuro como el viajero que mira una cadena de
montañas, creyendo que la cima de una montaña se yergue inmediatamente detrás
de otra, cuando en realidad están separadas por muchos kilómetros. Véase, por
ejemplo, las profecías sobre el Día del Señor y las dos venidas de Cristo.
D. Las profecías son a menudo condicionales, es decir, su
cumplimiento en muchos casos depende de las acciones de los hombres. Algunos
eruditos creen que todas las profecías tienen este carácter condicional, y usan
esto para explicar porqué no se han cumplido muchas profecías; pero esto es una
opinión equivocada. Este carácter condicional sólo puede ser atribuido a
aquellas profecías que se refieren al futuro próximo, por lo que podían estar
condicionadas a las acciones libres de los contemporáneos del profeta. Pero es
propio de la naturaleza del caso que las profecías que se refieren a un futuro
distante no estén condicionadas de ese modo. También debe tenerse en cuenta que
una profecía puede ser condicional aunque tal condición no se exprese. (Véase
Jer. 26:17–19; 1 R. 21:17– 29; Jon. 3:4, 10.)
E. Aunque los profetas a menudo se expresan simbólicamente, es
erróneo considerar siempre su lenguaje como simbólico. Ellos no compusieron una
especie de alfabeto simbólico para recurrir constantemente a él en la expresión
de sus pensamientos, como algunos expositores proféticos parecen hoy día atribuirles.
Hasta el mismo P. Fairbairn yerra al decir que: «en las profecías del Antiguo
Testamento y en el libro del Apocalipsis, es común que las naciones representen
reinos del mundo; y las estrellas representen gobernantes; el mar embravecido,
naciones en tumulto; los árboles simbolicen los más altos sectores de la
sociedad y la hierba los más bajos; las corrientes de agua simbolicen vida y
refrigerio, etc.».
Es más prudente seguir la
postura de Davidson, que dice: «Cuando Joel habla de langostas, se refiere a
estas criaturas; cuando habla del sol, la luna o las estrellas, se refiere a
tales cuerpos celestiales; cuando dice: «las bestias del campo bramarán
también», se refiere a tales bestias, y no como piensa Hengstenberg, que son
naciones paganas fuera del pacto».8 Cuando los profetas se expresan
simbólicamente, por lo general, el contexto lo indica. Algunas veces esto se
expresa con claridad, como en el caso de Daniel 8 y Apocalipsis 17. Pero por
regla general, el lenguaje de los profetas debe entenderse literalmente. Las
excepciones a esta regla deben poseer el apoyo de la propia Escritura.
f. Los profetas recubrieron
sus pensamientos con formas derivadas de la época a la cual pertenecían, esto es,
de la vida, constitución e historia de su propio pueblo. En vista de este
hecho, surge naturalmente la pregunta de si dicha forma era esencial, de tal
manera que la profecía estuviese destinada a cumplirse exactamente tal como fue
predicha. Aun cuando es natural que las profecías que se referían a un futuro inmediato
se cumplieran con todos sus detalles, no es de ninguna manera evidente que así
debiera ocurrir con las profecías cuyo cumplimiento debía tener lugar en una
dispensación futura.
Es necesario suponer que,
habiendo las formas de vida experimentado cambios radicales, ya no podremos
esperar otro cumplimiento que no sea el de la idea central. De hecho, el Nuevo
Testamento prueba claramente que no debemos esperar siempre y en todo caso un
cumplimiento literal, y que en algunas profecías importantes debemos descartar
la forma de la antigua dispensación con que vienen revestidas. De ahí que es
peligroso presuponer que una profecía aun no se ha cumplido hasta que todos sus
detalles externos no se hayan efectuado. Véase Isaías 11:10–16; Joel 3:18–21;
Miqueas 5:5–8; Zacarías 12:11– 14; Amós 9:11, 12; Hechos 15:15–17.
g. Bajo la inspiración del
Espíritu Santo, los profetas ocasionalmente trascendieron los límites
históricos y dispensacionales y hablaron en formas que señalaba una
dispensación más espiritual en el futuro. En tales casos, el horizonte
profético fue ampliado, intuyeron algo del carácter pasajero de las formas antiguas,
y ofrecieron descripciones ideales de la Iglesia del Nuevo Testamento. Este
detalle es más común en los últimos profetas que en los primeros. Véase
Jeremías 31:31–34 y Malaquías 1:11.
h. Algunas veces los
profetas revelaron la palabra del Señor por medio de hechos proféticos. Isaías anduvo
descalzo por las calles de Jerusalén; Jeremías fue al Éufrates para ocultar su
cinturón. Ezequiel durmió 390 días sobre su lado izquierdo, y 40 días sobre su
lado derecho, llevando simbólicamente la iniquidad del pueblo; y Oseas se casó
con una ramera. Algunos intérpretes pretenden que estos hechos no fueron
reales, sino que tuvieron lugar en una visión.
2. INTERPRETACIÓN DE LA PROFECÍA.
A las observaciones
anteriores en cuanto al carácter de la profecía, añadiremos algunas reglas acerca
de su interpretación.
A. Las palabras de los profetas deberían considerarse normalmente en
su sentido literal, a menos que el contexto o la manera en que se cumplen,
indique claramente que tienen un sentido simbólico. Hengstenberg y Henderson
desecharon esta regla presuponiendo que Joel se refería a cierto pueblo pagano
cuando hablaba de langostas.
B. Cuando se estudie las descripciones figurativas que se encuentran
en los profetas, el intérprete debe procurar descubrir la idea fundamental.
Cuando Isaías declara que los animales salvajes y pacíficos vivirán juntos en
paz y un niño los pastoreará, ofrece una descripción poética de la paz que
prevalecerá sobre la tierra en el futuro.
C. Cuando se interprete las acciones simbólicas de los profetas, el
intérprete debe proceder bajo el supuesto de la realidad de ellos, esto es, de
los eventos de la vida del profeta, a menos que la conexión demuestre lo
contrario. Algunos comentaristas han deducido con demasiada prisa, a partir de
una imposibilidad moral o física, que éstas simplemente ocurrieron en una
visión. Este proceder atenta contra el sentido normal de la Biblia.
D. El cumplimiento de algunas de las profecías más importantes tiene
un carácter germinativo, es decir, se cumplen por etapas, cada una de las
cuales es una promesa de lo que va a ocurrir. De ahí que aun cuando es un error
hablar de un significado doble o triple en la profecía, es perfectamente
correcto hablar de dos o tres cumplimientos escalonados. Es plenamente
evidente, por ejemplo, que la profecía de Joel 2:28–32 no se cumplió plenamente
en el día de Pentecostés. Véanse también las predicciones respecto a la venida
del Hijo del Hombre en Mateo 24.
E. Las profecías deben leerse a la luz de su cumplimiento, pues éste
revela a menudo profundidades que, de no haber hecho así habrían escapado a
nuestra atención. El intérprete debe tener en mente, sin embargo, que muchas de
ellas no se refieren a sucesos históricos específicos, sino que anuncian principios
generales que se podrán cumplir de diversas formas.
Sería ingenuo preguntar en
tales casos a qué suceso se refiere el profeta, pues esto estrecharía el
alcance de la predicción de un modo no permitido. Además, no debe procederse
bajo el supuesto de que las profecías siempre se cumplen exactamente en la
forma en que fueron expresadas. Por el contrario, se presupone que si deben cumplirse
en una dispensación futura, la forma de la anterior dispensación será
descartada en el cumplimiento.
SEXTO:
LA INTERPRETACIÓN DE LOS SALMOS.
Los salmos, cantos sagrados
de Israel, forman también parte de la Palabra de Dios y comprenden: poesía
lírica y didáctica. En los salmos didácticos, Dios nos instruye por medio del
poeta y se dirige a nuestro entendimiento; en los salmos líricos, se revela a
través de las emociones y experiencias espirituales de los poetas sagrados y se
dirige a nuestro corazón. La presente exposición se refiere principalmente a la
interpretación de los salmos líricos, que forman la mayor parte de nuestra
colección sagrada.
1. NATURALEZA DE LOS SALMOS.
En estos salmos, el poeta
expresa sus más profundas experiencias y emociones de gozo y de tristeza, de
esperanza y de temor, de expectación jubilosa y amarga desilusión, de confianza
inocente y reconocimiento agradecido. Expresa sus más íntimos sentimientos y
eleva su alma a Dios. Se ha dicho a menudo que, mientras en otras partes de la Escritura,
Dios habla al hombre, en los salmos es el hombre quien habla a Dios.
Pero aun cuando hay un
elemento de verdad en esta afirmación, y los salmos son mucho más subjetivos
que cualquier otra parte de la Biblia, esto no implica que no sean una parte
esencial de la Palabra de Dios. A fin de entender cómo Dios se revela a sí
mismo en estos cantos sagrados, será necesario tener algún conocimiento de la
poesía lírica y de la inspiración lírica.
La poesía lírica contiene,
en primer lugar, un elemento
individual. Los poetas cantan acerca de sus propias circunstancias
históricas y sus experiencias personales. Esto queda plenamente demostrado por los
títulos de algunos salmos. Véase en los salmos 3, 6, 7, 18, 30, etc. Esto se
hace evidente en el mismo contenido de muchos salmos. Pero estas experiencias,
aunque personales, tienen, sin embargo, un carácter representativo.
En lo más recóndito de su
alma, el poeta está consciente de su solidaridad con la humanidad como un todo,
y siente el latido de la vida comunitaria del ser humano. Y el cántico que nace
de esta conciencia es un cántico que, en sus crescendos y disminuendos,
interpreta el gozo y la tristeza, no sólo del poeta, sino del hombre en
general. En vista del hecho de que esta vida comunitaria tiene su fuente y
origen en Dios, la poesía lírica desciende a sus íntimas profundidades, o se
eleva a sus cumbres, hasta descansar en Dios, en quien se origina la vida de la
humanidad, y quien controla sus alegrías y tristezas. Surgiendo de estas
profundidades su canto es, aunque humano, como nacido de Dios.
Este principio general debe
tenerse en cuenta en la interpretación de los salmos. Hay que tener en cuenta
que en un sentido son universales, trascendiendo lo personal e histórico. Los
cantores sagrados son miembros vivos de la iglesia de Dios, y están tan
conscientes de su unidad con la Iglesia como un todo, que sus cánticos expresan
las alabanzas y lamentaciones de la Iglesia.
Además, en calidad de miembros
de la Iglesia, sienten que están unidos con Aquel que es su gloriosa Cabeza, el
cual sufre por y con ella, y es autor de su gozo. Esto explica el hecho de que
Cristo es quien habla algunas veces en los salmos, ora con un canto de dolor o
en un himno de victoria. Además, la vida del poeta que vive en unión con
Cristo, tiene también su fuente en Dios.
De ahí que su cántico, que
es el cántico de la Iglesia, procede de Dios mismo. El resultado de todo ello
es que en algunos de los salmos, las experiencias del poeta son más
prominentes; mientras que en otros, halla expresión la vida comunitaria Israel
y de la Iglesia; y en otros, puede oírse a Cristo humillado y exaltado.
En todos los salmos el
intérprete debe abstenerse de considerar superficialmente este fondo panorámico
al que venimos refiriéndonos. Nunca debe quedar satisfecho hasta que halle en
ellos la voz de su Dios. Y el hecho de que a la vista de Dios, la antítesis
entre el pecado y la santidad es absoluta, que él ama a su Iglesia mas odia
todo lo que se opone a su reino, explicará las fuertes expresiones de odio y de
amor que hallamos en los salmos.
2. REGLAS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LOS SALMOS.
En relación con lo
anterior, pueden aplicarse las siguientes reglas en la interpretación de los
salmos:
A. Si hubo una ocasión histórica para la composición de un salmo,
tal suceso debe ser estudiado cuidadosamente. Véase cómo los hechos históricos
iluminan los siguientes salmos: 3, 32, 51 y 63.
B. Ya que los salmos son mucho más subjetivos que ninguna otra parte
de la Biblia, el elemento psicológico es muy importante para su correcta
interpretación. El intérprete debería estudiar el carácter del poeta y su
estado de ánimo cuando escribió el cántico. Cuanto más se conozca de David,
mejor se entenderán sus salmos.
C. En vista del hecho de que los salmos no son puramente
individuales, sino comunitarios en su mayor parte, deben considerarse como
expresiones del corazón regenerado, de la vida nacida de Dios; y el intérprete
no debe quedar satisfecho hasta ver cómo ellos revelan también la voluntad
divina.
D. En la interpretación de los salmos mesiánicos debe hacerse una
cuidadosa distinción entre los salmos, o parte de los salmos, que son
directamente mesiánicos y los que lo son de un modo indirecto. Mientras que los
Salmos 2, 22, 45, 110 son directamente mesiánicos, otros, como el 72 y el 89,
se aplican primero al poeta o algún creyente del Antiguo Testamento, y sólo a
través de él, como tipo intermedio, puede verse a Cristo en segundo lugar.
Hay algunos, también, que
no pueden ser clasificados en una clase ni en la otra, los cuales el Dr. Binnie
prefiere denominar «salmos Mesiánicos místicos», en vista del hecho de que la
verdadera clave para su interpretación no se encuentra en la doctrina de los
tipos, sino que en la unión mística de Cristo con la Iglesia. Véase el salmo 16
y el 40. Puesto que los salmos mesiánicos son proféticos, debe prestarse
especial atención a las citas de ellos que encontramos en el Nuevo Testamento,
y al cumplimiento de sus predicciones en el Nuevo Testamento.
E. En conexión con los denominados «salmos imprecatorios», o quizá
mejor, las imprecaciones que se dan en los Salmos, deben tenerse en
consideración ciertos hechos:
(1) La cultura del Cercano Oriente prefiere ideas concretas; por
tanto, algunas veces representan concretamente el pecado en la persona del
pecador.
(2) Estas imprecaciones expresan el vivo deseo de los creyentes del
Antiguo Testamento en lo que respecta a la vindicación de la justicia y
santidad de Dios.
(3) No son manifestaciones de venganza personal, sino del
aborrecimiento que la Iglesia muestra contra el pecado, representado por el
pecador.
(4) Son, al mismo tiempo, una revelación de la actitud de Dios contra
los que son hostiles a él y a su reino.
SEPTIMO:
EL SENTIDO IMPLÍCITO DE LA ESCRITURA.
La Biblia como Palabra de
Dios, contiene una insondable riqueza de pensamiento. Esto es evidente, no sólo
en sus tipos, símbolos y profecías, sino también por lo que contiene
implícitamente tanto o más que por declaraciones explícitas. Aun en el caso de
composiciones humanas, distinguimos lo que se expresa claramente y lo que es
implícito.
En los escritos de orden
superior, a menudo encontramos que el lenguaje sugiere y envuelve verdades importantes,
que no se expresan con palabras. Las grandes mentes contienen una gran riqueza
de conocimientos, y todo lo que comunican está relacionado y es sugerido por
este vasto contenido. Por tal motivo, resulta posible leer entre líneas, y si
esto es verdad de las producciones literarias de los hombres, se aplica mucho
más a la infalible Palabra de Dios.
Hay, sin embargo, una
importante distinción: los hombres sólo conocen en parte, y no siempre son conscientes
de lo que conocen. Además, a menudo, son incapaces de ver las implicaciones de
lo que dicen o escriben. Es muy posible que sus palabras contengan
implicaciones que ellos jamás anticiparon cuando las escribieron y que tampoco
aprobarían. Puede ser también, que lo que se deduce de sus afirmaciones explícitas
por medio de inferencias lógicas o comparaciones, esté totalmente fuera de su línea
de pensamiento, y sea por tanto opuesto a lo que tratan de expresar.
Para ello es la regla, tan
a menudo olvidada en la práctica, pero esencial en toda controversia noble, que
«no es lícito responsabilizar a un autor de las consecuencias de sus
afirmaciones, cuando éste no las ha admitido o reconocido claramente, aun
cuando estas consecuencias puedan necesariamente hallarse implícitas en sus
afirmaciones». Puede ser que él no se haya dado cuenta de tales consecuencias,
ni las haya previsto y, por lo tanto, no es responsable de ellas, sino sólo de
haber empleado un lenguaje que implica tales consecuencias inintencionadamente.
Por la misma razón, no está
permitido deducir qué opina un escritor sobre algún asunto en particular
partiendo de expresiones fortuitas que haya usado, cuando tal asunto no sea
objeto de su consideración. Como regla, es un proceder injusto atribuir a un
autor pensamientos o sentimientos que no haya afirmado explícitamente en
conexión con el asunto a que se refiere. El que no siga esa regla será culpable
de consequensmacherei.
Pero en el caso de la
Palabra de Dios, tales restricciones no tienen aplicación. El conocimiento de Dios
lo comprende todo. Cuando Dios entregó su palabra al hombre, no solamente
estaba perfectamente consciente de lo que había dicho, sino también de todo lo
que esto implicaba. Él conocía las inferencias que se deducirían de su Palabra
escrita. Dice Bannerman: «Las consecuencias que se deducen de la Escritura por
inferencia inevitable, y mayormente las consecuencias que se deducen de la comparación
de varias afirmaciones de la Escritura, fueron previstas por la Sabiduría
Infinita en el acto sobrenatural de inspirar el sagrado escrito.
El Revelador Divino, no
solamente sabía lo que los hombres deducirían, sino que tuvo el propósito de
que así lo hiciesen». Por lo tanto, no sólo las afirmaciones explícitas de la
Escritura, sino también sus implicaciones, cuando son claras y evidentes, deben
ser consideradas como Palabra de Dios.
Jesús mismo garantiza esta
postura. Cuando los saduceos se acercaron a él para hacerle la pregunta, la
cual según la opinión de ellos demostraba claramente lo insostenible de la
doctrina de la resurrección, les recordó que Dios se había identificado a sí
mismo en la zarza, diciendo: «Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob»,
y usando una muy buena y necesaria inferencia, dedujo de esto la doctrina que
ellos negaban.
Además, él los reprendió
por no ser capaces de ver lo que estaba implícito en dicha declaración,
diciéndoles: «Erráis, ignorando las Escrituras» (Mt. 22:29–32; Mr. 12:24–27;
Lc. 20:37, 38). Véase otros ejemplos en Romanos 4:5–12; 1 Corintios 9:8–10; 1
Timoteo 5:17, 18; Hebreos 4:5–9.
Por tanto, nos sentimos
confiados de establecer la siguiente regla: Las deducciones de doctrina generadas
de la comparación de declaraciones bíblicas y que hayan sido deducidas
correctamente, son tan parte del significado de la Palabra de Dios en su revelación
al estar virtualmente contenidas en ésta como las mismas declaraciones
explícitas. 11 Casi no es necesario decir que debe ponerse gran cuidado en
formular tales inferencias de la Palabra escrita.
Las deducciones deben ser
buenas, verdaderamente contenidas en las afirmaciones inspiradas de las cuales
aparentemente se derivan, y también deben ser inferencias necesarias o tales
que se impongan a la mente del que desea comprender honestamente el significado
de la Sagrada Escritura. Véase el Catecismo de Westminster, Art. VI.
SEPTIMO:
AYUDAS PARA LA INTERPRETACIÓN TEOLÓGICA.
Las ayudas que puede
encontrar el expositor en la interpretación teológica son de dos clases:
(1) Paralelos reales o
paralelos de ideas,
(2) La analogía de la fe o de
la Escritura.
Ambas proceden de la suposición
que la Palabra de Dios es una unidad orgánica, en la cual todas sus partes se
hallan mutuamente relacionadas y sirven conjuntamente a la revelación total de
Dios, y que en última instancia la Biblia es su propio intérprete.
1. PARALELOS REALES O PARALELOS DE IDEAS.
Según Terry, «los paralelos
reales son aquellos pasajes similares, en los cuales la semejanza e identidad
consiste no en palabras o frases, sino en hechos, sentimientos o doctrinas». En
el uso que se les da a estos pasajes, el intérprete debe determinar ante todo
si los pasajes involucrados son realmente paralelos, no que sean simplemente similares,
sino esencialmente idénticos.
Por ejemplo: Proverbios
22:2 y 29:13, aunque revelan cierta semejanza, y son a menudo considerados como
paralelos, no lo son verdaderamente. Los paralelos de ideas pueden ser
divididos en dos clases: paralelos
históricos y didácticos. A
esto pueden añadirse las citas del Antiguo Testamento que encontramos en el
Nuevo, los cuales son en cierto sentido también pasajes paralelos.
A. PARALELOS HISTÓRICOS.
PUEDEN SER DE DIFERENTES CLASES:
(1) Hay algunos, en los cuales se narra una historia con las mismas
palabras y bajo las mismas circunstancias, aunque quizá difieran en materia de
detalle. Tales pasajes son valiosos por su mutua confirmación. Compárese 1
Reyes 22:29–35 con 2 Crónicas 18:28–34; y Lucas 22:19 y 20 con 1 Corintios
11:24–25.
(2) Además, hay pasajes en los cuales las mismas narrativas se
expresan por medio de distintas palabras, y las circunstancias aparecen con
mayor detalle en una que en la otra. En tales casos, lo más natural es esperar
que la relación más circunstancial ilumine la otra. Compárese Mateo 9:1–8 con
Marcos 2:1–12.
(3) Hay también narrativas indudablemente idénticas, que ocurren en
conexiones totalmente distintas. De éstas hay gran número en los Evangelios. En
estos casos, la que probablemente nos ofrece el verdadero marco histórico
arroja luz sobre la otra. Compárese Mateo 8:2–4 con Marcos 1:40–45 y Lucas
5:12–16; y Mateo 11:6–19 con Lucas 7:31–35.
(4) Finalmente, hay pasajes que no duplican sino que añaden una
circunstancia adicional y, por lo tanto, son complementarios. Compárese Génesis
32:24–32 con Oseas 12:4 y 5.
B. PARALELOS DIDÁCTICOS. AQUÍ
NOS ENCONTRAMOS OTRA VEZ CON DIFERENTES CLASES:
(1) Hay casos en los cuales se trata el mismo asunto, pero no bajo
los mismos términos. Compárese Mateo 10:37 con Lucas 14:26. Muchos intérpretes
atenúan el significado de la palabra «aborrecer», que Lucas emplea, por medio del
pasaje que hallamos en Mateo; y recurren a Mateo 6:24 para demostrar que el
verbo «aborrecer» significa simplemente «tener en menos estima». Sin embargo,
dudo mucho que esta interpretación sea la correcta. Los «sacrificios
espirituales» de los que habla Pedro en 1 Pedro 2:5, encuentran una explicación
parcial en la exhortación de Romanos 12:1, pasaje que es, a su vez, explicado
por Romanos 6:19.
(2) Hay pasajes paralelos que corresponden en pensamiento y
expresiones; pero en los cuales uno de ellos no tiene tanta conexión con el
contexto precedente o siguiente. Por ello, en Mateo 7:13–14 las palabras
«entrad por la puerta estrecha» se presentan sin ningún marco histórico. Éste
se suple sin embargo, en Lucas 13:23–24. Compárese también Mateo 7:7–11 con Lucas
11:5–13.
(3) Finalmente, hay también paralelos que ocurren en condiciones
enteramente diferentes, aunque quizá igualmente adecuadas. Es todavía posible
que la ocasión para la declaración no sea la misma en ambos lugares. Y puede
ser que la misma declaración haya sido repetida o expresada en diversas
ocasiones. Compárese Mateo 7:21–23, con Lucas 13:25–28; y Mateo 13:16 y 17 con
Lucas 10:23 y 24.
C. CITAS DEL ANTIGUO
TESTAMENTO EN EL NUEVO.
Éstas son también paralelos
en cierto sentido y merecen especial atención, porque muchos críticos hoy día
no titubean en decir que los escritores del Nuevo Testamento citaron el Antiguo
arbitrariamente. Dice Immer: «Mucho más numerosas son aquellas citas que tratan
el Antiguo Testamento arbitrariamente, y en las cuales no hay relación, o bien
solo hay una muy remota entre el pensamiento del escritor del Nuevo Testamento
y el pasaje original.
Encontramos citas en las
cuales la relación es totalmente aparente y se apoya meramente en el lenguaje,
citas en las que la relación se obtiene sólo por forzar una sola palabra
contraria al sentido general; y, finalmente, citas en las cuales el pasaje del
Antiguo Testamento puede relacionarse tan sólo con el pensamiento del escritor
del Nuevo, aplicándole un método extremo de alegoría o tipología».
Estas afirmaciones están basadas
en un punto de vista totalmente erróneo de la Biblia, de la relación
profético-típica del Antiguo Testamento con el Nuevo y del sentido implícito de
la Escritura. Por nuestra parte, diremos que no todas las citas del Nuevo
Testamento sirven al mismo propósito:
(1) Algunas citas tienen
por objeto mostrarnos que las predicciones del Antiguo Testamento fueron cumplidas,
directa o indirectamente, en el Nuevo. Esto es verdad en cuanto a todos los
pasajes proféticos que empiezan con la fórmula: «para que se cumpliese lo que
fue dicho» u otras similares. Véase Mateo 2:17, 23, 4:14, 15; Juan 15:25;
19:36; Hebreos 1:13.
(2) Otras son citadas para
establecer una doctrina. En Romanos 3:9–19, Pablo cita varios pasajes de los salmos
para demostrar la depravación universal del hombre. Y otra vez en el capítulo
4:3ss. cita el ejemplo de Abraham y varias declaraciones de David, para
demostrar que el hombre es justificado por la fe, más bien que por las obras de
la Ley. Véase también Gálatas 3:6 y Hebreos 4:7.
(3) Otras son citadas para
refutar y reprender a los enemigos. Jesús cita la Escritura en Juan 5:39–40 para
exponer la inconsistencia de los judíos cuando pretendían tener gran reverencia
frente a las Escrituras y, sin embargo, no creían en él, de quien las
Escrituras testifican. Véase también cómo empleó la Escritura contra sus
opositores en Mateo 22:29–32, 41–46 y Juan 10:34–36.
(4) Finalmente, hay pasajes
que se citan con propósitos retóricos, o con el propósito de ilustrar alguna verdad.
En éstos se pone poca atención a la conexión en que ocurren en el Antiguo
Testamento y a menudo pareciera como que se usan arbitrariamente. Aquí tienen
lugar especialmente los ataques racionalistas; pero tales ataques son
enteramente injustificados, en vista del propósito para el cual se citan. En
Romanos 10:6–8, el apóstol adapta el lenguaje de Moisés (Dt. 30:12–14) para su
propósito.
En Romanos 8:36, aplica a
los sufrimientos de los cristianos en general, palabras que el salmista escribió
con referencia a otros en tiempos pasados. (Sal. 44:22). Y en 1 Timoteo 5:18,
cita la regulación referente a los bueyes que trillaban el grano simplemente
como un paralelo instructivo, y deja que sus lectores deduzcan por una
inferencia a minori ad majus la
lección de que el obrero humano es todavía mucho más digno de recibir su
salario.
2. LA ANALOGÍA DE LA FE O DE LA ESCRITURA.
El término «analogía de la
fe» proviene de Romanos 12:6, donde leemos: «De manera que, teniendo diferentes
dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la
medida de la fe (katatenanalogiantes pisteos) ».
Algunos comentaristas
interpretan aquí erróneamente el término «fe» de un modo objetivo, en el sentido
de doctrina y toman la palabra
griega analogian como si apuntara a una norma externa. Pero la interpretación
correcta de toda la expresión, significa sencillamente: según la medida de vuestra fe subjetiva. De ahí que el término que proviene de este pasaje, se
basa en un mal entendido.
Cuando los Padres de la
Iglesia Primitiva hablaban de la analogía de la fe (analogía o regula fidei), se referían a los principios
generales de la fe, de los cuales nos ofrecieron varios resúmenes. Con el transcurso
del tiempo, el nombre fue aplicado a los credos aceptados por la Iglesia, como,
por ejemplo, el Credo de Nicea. La Iglesia Católica Romana hasta llegó a honrar
a la tradición como regla de fe.
Pero esto constituye un uso
erróneo del término. Es totalmente ridículo otorgarles a las confesiones de la
Iglesia la dignidad de regulae
veritatis, pues esto equivale a colocar como criterio o comprobación de
la verdad de la Escritura a algo derivado de ella. La analogía de la fe,
correctamente entendida, se halla en la misma Biblia. Cellerier, en su Hermeneutics habla de dos grados
superiores y dos inferiores de esta analogía; pero al mismo tiempo afirma que
los grados inferiores no son realmente dignos de este nombre.
A. HAY DOS GRADOS DE LA
ANALOGÍA DE LA FE QUE EL INTÉRPRETE DE LA BIBLIA DEBE CONSIDERAR.
(1) La analogía positiva. El primero y más importante de éstos, es la
analogía positiva, que se
encuentra de modo inmediato en los pasajes de la Escritura. Consiste en
aquellas enseñanzas de la Biblia que son afirmadas de un modo tan claro y
positivo, y por tantos pasajes, que no hay duda acerca de su significado y
valor. Tales verdades, como la de la existencia de un Dios de infinita
perfección, santidad y justicia, pero también misericordioso y compasivo; la
del gobierno providencial de Dios y sus propósitos benéficos en la existencia y
atrocidad del pecado; el de la gracia redentora de Jesucristo, y el de la vida
y retribución futura.
(2) La analogía general. El segundo grado se denomina analogía general de la fe. Éste no se
apoya en declaraciones explícitas de la Biblia, sino en el alcance y
significado obvio de su enseñanza como un todo, y en las impresiones religiosas
que dejan en la humanidad. Por ello, es evidente que el espíritu de la Ley
Mosaica, así como todo el Nuevo Testamento son enemigos de la esclavitud del
hombre. Es también perfectamente claro que la Biblia es hostil a una religión
puramente formalista, y en cambio promueve la adoración espiritual.
Estos dos grados de la
analogía de la fe constituyen una norma de interpretación. Del mismo modo que
un experto juzga una obra maestra de pintura fijando su atención, ante todo, en
el objeto de interés central, y luego en la consideración de los detalles en
relación con aquel, así mismo el intérprete debe estudiar las enseñanzas
particulares de la Biblia a la luz de sus verdades fundamentales.
B. LA ANALOGÍA DE LA FE NO TENDRÁ SIEMPRE EL MISMO GRADO DE VALOR Y
AUTORIDAD PROBATORIA.
Esto dependerá de cuatro
factores:
(1) El número de pasajes que
contienen la misma doctrina. Es más fuerte la analogía que se basa en doce,
que la que se basa en seis pasajes de la Biblia.
(2) La unanimidad o
correspondencia de los diversos pasajes. El valor de la analogía estará
en proporción al acuerdo que haya entre los pasajes en que se basa.
(3) La claridad del pasaje. Naturalmente,
la analogía que se apoya, totalmente o en gran parte, en pasajes oscuros, es de
un valor muy dudoso.
(4) La distribución de los
pasajes. Si la analogía está fundada en pasajes derivados de un libro, o
de unos pocos escritos, no será de tanto valor como si se basa en pasajes tanto
del Antiguo como del Nuevo Testamento, de fechas diversas y de diversos
autores.
C. CUANDO SE EMPLEA LA
ANALOGÍA DE LA FE EN LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA, EL INTÉRPRETE DEBE TENER
EN CUENTA LAS SIGUIENTES REGLAS:
(1) Una doctrina claramente
sostenida por la analogía de la fe no puede ser contradicha por un pasaje contrario
y oscuro. Piénsese, por ejemplo, en 1 Juan 3:6 contra la enseñanza
general de la Biblia de que los
creyentes también pecan.
(2) Un pasaje que no es ni
apoyado ni contradicho por la analogía de la fe, puede servir como fundamento
positivo de doctrina, con tal que sea clara su enseñanza. Sin embargo,
la doctrina establecida de este
modo, no tendrá la misma fuerza que aquella que está fundada sobre la analogía
de la fe.
(3) Cuando una doctrina es
sostenida solamente por un pasaje oscuro de la Escritura y no tiene apoyo en la
analogía de la fe, sólo puede ser aceptada con gran reserva. Posiblemente,
por no decir probablemente, el
pasaje requiere una interpretación diferente que la que se le da. Véase
Apocalipsis 20:1–4.
(4) En aquellos casos cuando
la analogía de la Escritura conduce al establecimiento de dos doctrinas que
parecen aparentemente contradictorias, ambas deben ser aceptadas como escriturales,
sobre la confianza de que estarán de acuerdo en una unidad superior. Piénsese,
por ejemplo, en las doctrinas de la
predestinación y del libre albedrío; de la depravación total y la
responsabilidad humana.